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Lourdes Victorio posa frente a su vivienda el 17 de julio, en el distrito de San Juan de Miraflores, en Lima. Trabajadora doméstica, lleva 5 meses sin empleo. EFE/Paolo Aguilar

COVID19: Perú abrió en plena escalada. Las muertes se dispararon

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COVID19: Perú abrió en plena escalada. Las muertes se dispararon

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Gráficos: Dénnys Mejía
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Después de un confinamiento de más de tres meses, Perú abrió la mayoría de sus actividades económicas. Siguen una estrategia de cuarentenas focalizadas similar al tablero de Guatemala. Pretendían dar un respiro a la situación económica, ya ven los efectos de la decisión: solo en julio aumentó casi el 50% de los fallecidos que tuvieron desde el inicio de la pandemia.

El coronavirus ha golpeado fuerte a Perú. A la fecha cuentan más de 483,000 casos y de 21,000 fallecidos. Estas y otras cifras retratan el impacto de la pandemia.

Es el tercer país más afectado en América Latina, lo superan Brasil y México. Pero en números proporcionales, Perú tiene un contagio por cada 63 personas, casi la misma cantidad que Brasil, aunque el país andino lo supera por decimales (63.2 el primero y 63.6 el segundo); México en cambio registra uno por cada 245 habitantes. Eso convierte a Perú con la incidencia de contagios más alta en el continente, solo superado por Estados Unidos. Lo contradictorio es que registra estas cantidades a pesar de que tuvo una de las cuarentenas más estrictas de la región.

El 15 de marzo el presidente Martín Vizcarra cerró las fronteras e impuso medidas duras: a excepción de los trabajadores esenciales, todos debían permanecer en sus casas, a menos que necesitaran alimento o medicina. Sin embargo, el virus se había propagado: acumulaban 71 casos de coronavirus, entre estos, algunos de contagio comunitario.

Las medidas más estrictas duraron poco menos de dos meses: en mayo arrancaron con la primera de cuatro fases para el desconfinamiento, estrategia a la que luego incorporaron cuarentenas focalizadas: en zonas con elevadas tasas de contagio se aplican medidas más severas que en las demás.

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Guatemala abrió con una estrategia similar. El tablero de alertas planteado por la Comisión Presidencial de Atención a la Emergencia COVID19 (Coprecovid) guía a los municipios para plantear restricciones a la movilidad dependiendo de la tasa de contagios por 100 mil habitantes, el porcentaje de pruebas positivas, y el número de pruebas diarias por mil habitantes. El reto, aún muy distante, es que una política extendida de pruebas alimente este registro. La similitud entre estrategias permite que Guatemala vea en Perú un referente.

A pesar de la cuarentena, la pandemia avanzó

Si empezaron temprano, ¿por qué los contagios no pararon? Varias semanas después han encontrado algunas respuestas. Entre estas mencionan la conexión del Perú con el mundo, con el Aeropuerto Jorge Chávez, uno de los más importantes de la región. Debido a que el virus llegó a Latinoamérica en avión, afectó con mayor fuerza a los países que más vuelos internacionales reciben: hacia el 15 de marzo Guatemala apenas reportaba un caso, mientras Perú tenía 71.

La segunda explicación está relacionada por el gusto de los peruanos por la comida fresca, algo que, combinado con la situación de pobreza en las zonas metropolitanas de Lima –sólo el 42% de los peruanos tiene un refrigerador–, hizo necesario salir a buscar alimentos.

Por otro lado, aseguran que fue la cantidad de peruanos que trabajan en la informalidad –hasta un 70%, como en Guatemala– la que extendió los contagios. A pesar de la cuarentena, deben salir a diario a ganarse el sustento.

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Al inicio de la pandemia, Perú sólo tenía 773 Unidades de Cuidado Intensivo para 32 millones (ahora son 1,606). La mortalidad acompañó los contagios, en momentos fue tan severa que el Ministerio de Salud peruano entregó una guía protocolos y criterios para que los médicos determinaran qué personas ocuparían de forma prioritaria las UCI, quitándoles la carga moral de decidir a quiénes debían dar la oportunidad de vivir.

Ante esta realidad, era urgente una nueva estrategia, explica a Plaza Pública Milagros Salazar, directora de Convoca, medio de investigación peruano. El confinamiento «era inmanejable», expone. «La gente decía: ‘prefiero morir de COVID que de hambre’, y decidió dejar de respetar la cuarentena. Fue mejor plantear un desconfinamiento ordenado» explicó.

Las cuatro fases y las cuarentenas focalizadas

Con la economía como prioridad, la situación en salud fue quedando en segundo plano. Perú abrió sin que hubiera una clara tendencia hacia la baja en los contagios. María Isabel Torres, periodista de Mongabay, explica que el país entró en una fase de apertura sin aplanar la curva, «tuvo que abrir porque no había de otra». El gobierno adaptó la apertura al avance en los contagios, planteando dos estrategias: cuatro fases para la reapertura (que arrancaron en mayo y avanzaron según el paso de los meses) y las cuarentenas focalizadas, que arrancaron el 2 de julio.

Según expuso el presidente Vizcarra, la estrategia de cuarentenas focalizadas tuvo dos expresiones: aplicaba sólo a siete de 24 departamentos del país, que por su elevado nivel de contagio continuarían en confinamiento general (toque de queda nocturno, los domingos y salida sólo para actividades esenciales). Y segundo, la cuarentena para grupos específicos en Lima, capital del país, en donde sugerían no salir a los adultos mayores, menores de 14 años y personas en riesgo por enfermedades prexistentes.

Para decidir qué regiones tendrían cuarentenas focalizadas, midieron la capacidad hospitalaria y le encargaron el rastreo de contagios al Ministerio de Salud.

Los contagios y decesos no han cedido ante el cada vez más reducido aislamiento, y aunque la situación económica es la prioridad, medir la mejora es aún difícil. Hace unos días la cuarentena focalizada se amplió a seis de 24 departamentos, y 21 de 196 provincias. Congelaron el tránsito a la cuarta fase (apertura de bares, ocio y restaurantes en completa capacidad) proyectada para este mes.

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«¿Cuántos han muerto en tu barrio?»

Con el desconfinamiento empujado por la economía, los contagios y decesos siguen en pleno ascenso. Aunque algunas regiones se han visto más afectadas que otras, hay un aumento sostenido en el número de infectados.

Según cifras de Convoca y del Ministerio de Salud de Perú, del 2 de julio al 4 de agosto, momento en que avanzaron a la tercera fase de reapertura, el país registró 141,096 contagios, que equivalen al 32% del total de casos en toda la pandemia. En el mismo período de tiempo registra 9,766 muertos, que representan el 49% del total de fallecidos del país por COVID19. Es decir, la mitad de los fallecidos ocurrieron en uno de cinco meses que ha durado la pandemia.

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La cifra de fallecidos diarios marca dos repuntes muy por encima de la tendencia, esto producto de reajustes ordenados por el gobierno central para transparentar las cifras. En julio, el presidente de Perú ordenó la creación de una comisión específica para auditar los desfases en las cantidades registradas, la Ministra de Salud, Pilar Mazzetti, explicó que revisarían los casos en los que en alguna fase del expediete mencionan el término covid.

Si bien el país atravesó un valle de casos en junio -Guatemala en este momento pasa por una baja en las cifras de fallecidos-, el incremento ha sido sostenido desde la reapertura y en agosto duplicaron la cantidad de casos nuevos, alcanzaron cifras récord. Si en julio no superaron la cifra de cinco mil casos, en agosto no ha bajado de este umbral.

Con la expansión de los contagios, en los círculos más cercanos comienzan a ser más notoria esta enfermedad , cuenta la periodista Salazar. «El tema de conversación es cuántos han muerto en tu barrio, en tu cuadra, cuántos casos de muertes y de contagios hay en la familia, en el entorno más cercano. Todos nos sentimos cercados por la pandemia», expresó Salazar, quien puede hablar en primera persona: entre las víctimas del COVID19 está su padre, Jacinto Salazar, cuya historia relató de forma conmovedora.

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Aunque el gobierno se ha esforzado por incrementar el número de camas UCI (de 772 pasaron a 1606) el 91% están ocupadas. Esto provocó, entre otras acciones, colectas para procurar oxígeno, cuenta María Isabel Torres.

La saturación también llevó a mucha gente a enfrentar la enfermedad en casa, según Milagros Salazar, tienen la idea que ir al hospital es una condena de muerte, algo «que se asume con total riesgo», explica. Relatos de personas que ante la falta de asistencia prefirieron esperar la muerte, o cometer suicidio, fueron algunas de las estampas más fuertes que la pandemia dejó al país, como lo contó Associated Press. Personas que además reciben servicios fúnebres de migrantes venezolanos, quienes hacen el trabajo que pocos peruanos quieren.

¿Hay alguna mejora en la situación económica?

Aunque datos oficiales reporten que el gobierno ha invertido más de 24,000 millones de soles (alrededor de 7,000 millones de dólares), en la primera fase los fondos llegaron principalmente a las grandes empresas, advierte Salazar, y no evitaron despidos masivos.

Según Ojo Público, un medio de investigación local, las grandes empresas con ingresos superiores a 225,000 dólares al mes, acumularon el 71% de los fondos del programa de créditos «Reactiva Perú», punta de lanza de las políticas públicas activadas por su gobierno durante la pandemia. 

Mientras las mipymes esperan la ayuda del Estado, muchas empiezan a cerrar, según Torres: «Varios negocios están quebrados, hay muchas tiendas en alquiler y personas cambiando rubros: profesionales que venden ropa a domicilio o hacen comida. La reactivación será muy difícil» advierte.

Según DW, el PIB interanual del Perú cayó un 33% en mayo, y hasta un 40% en abril, cuando la economía habría operado al 44% de su capacidad total. Se espera que su PIB anual caiga hasta un 12% en 2020.

Las ganancias de apostar por la economía no se manifiestan por el momento. Los datos sobre el aumento de contagios y mortalidad llegan antes que los de la recuperación económica. Aunque Perú no descarta volver a una cuarentena general, parece más cercana una adaptación a la nueva normalidad y al crecimiento sostenido de los contagios por coronavirus.

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