Hacen historia cuando, como ahora, traen aparejados cambios estructurales a la economía y forma de vida de las sociedades actuales en el planeta.
Pero países como Guatemala y los demás de la región llegamos tarde a la conversación, hablando incoherencias y vestidos con modas de hace 50 años, colgando a medio camino entre los planteamientos de intelectuales de bolsillo y los propósitos de políticos de pandilla. Ya no les hace gracia discutir sobre un marco teórico para el análisis que les parece desfasado a los primeros y no les despierta ningún interés a los segundos, o sea y en resumen, para usar una frase popular antigua y muy utilizada por mi mamá “andamos cortando varas”.
Dice Joseph Stiglitz en un artículo titulado Las crisis posteriores a la crisis, que resulta fácil pasar por alto los problemas a largo plazo de la economía mundial, especialmente a la sombra de la crisis del Euro y del precipicio fiscal en los Estados Unidos, tendemos a centrarnos en las preocupaciones inmediatas. Pero los problemas estructurales siguen agravándose y el no ponerles atención no los hará desaparecer. En orden de importancia, este Premio Nobel de Economía señala como problemas de largo plazo los siguientes: el cambio climático con el correspondiente calentamiento del planeta; los cambios estructurales en los mercados y la difícil adaptación a los mismos; y por último, la crisis mundial en materia de desigualdad y pobreza.
De seguro cae mal ser repetitivo en la necesidad de construir los capitales para el desarrollo, pero quienes desde su torre de marfil –por lo general académica– critican por desfasado ese enfoque, quizá podrían bajar a la superficie un rato y darse cuenta que sobre la realidad objetiva guatemalteca, avanzar en esta dirección es de lo más vanguardista que podemos esperar. Veamos el primer tema propuesto por Stiglitz, nadie hace lo mínimo necesario por invertir en un capital natural, en un manejo sostenible de los recursos naturales, que al final de cuentas hemos visto cómo se traduce en bienestar general y ganancias para las mismas actividades empresariales. Acá hay un nivel de ignorancia e inconciencia, que lleva incluso a ubicar conceptualmente el manejo apropiado del ambiente en el ámbito de una dádiva o aspecto promocional, siendo que básicamente es un mantenimiento de la inversión. Hay que invertir en ordenamiento territorial, manejo apropiado de cuencas, protección de suelos, calidad de agua; ésa es inversión, tanto macroeconómica como microeconómicamente hablando, los ejemplos abundan.
En el segundo tema, los cambios estructurales en los mercados requieren de inversiones en capital económico y capital humano. El artículo citado nos recuerda cómo la Gran Depresión de los años treinta se debió, en parte, a las dificultades para migrar de una economía agraria y rural a otra urbana y manufacturera; y cómo los problemas actuales se deben, en parte, a la dificultad de pasar de la manufactura a los servicios con la consecuente necesidad de crear nuevas empresas; pero los mercados financieros modernos están diseñados principalmente para especular y no para proveer el financiamiento necesario a las pequeñas y medianas empresas. Además, como dijimos, se requiere inversión en el capital humano, particularmente en salud y educación; áreas donde el Estado desempeña un papel importante, ya que el mercado no aporta soluciones en temas como éstos, que hacen manifiestas sus imperfecciones.
Acá tenemos toda una sociedad de espaldas a lo que pueda suceder con los recursos naturales, un aparato económico y un club de ONG trabado en visiones y estructuras de los treinta, tratando de reciclar lo agrario y rural, con un sistema financiero que no conoce la intención de fundar empresas, con un Estado en deuda respecto a la salud y la educación, y que cuando trata de ponerse al día, aparece un mini grupo de mercaderes de la educación a bloquear cualquier intento de reforma.
Definitivamente acá estamos “cortando varas”, ¡y varas gruesas! Sin empezar a hablar de lo que significa reducir la desigualdad y aspirar a incorporarnos al concierto internacional, desde lo económico y social, hasta el fútbol.
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