La inconformidad del doctor Rafael Correa, válida o no, la llevó a tribunales donde ganó un juicio cuya sentencia puso en riesgo la existencia de un rotativo, la libertad temporal de sus directivos y significó efímeramente el pago de una suma millonaria a título de indemnización.
En este caso dos hechos llaman a reflexión. El primero es que aparentemente los periodistas enjuiciados no pudieron probar sus afirmaciones. El segundo estriba en la honorabilidad de los encargados de impartir justicia porque no tienen antecedentes negativos.
En el caso Arzú lo que ha habido es intolerancia. Antecedentes hay. El más reciente: utilizó la revista Transmetro para invocar el caso Correa y arremeter contra la prensa. También, los insultos a los periodistas de Quetzaltenango noticiados el 6 de agosto de 2011: “No pregunten muladas, esas preguntas no se hacen muchá, son preguntas estúpidas. ¿Qué les pasa?”. Se refería a una pregunta que le hicieron los periodistas a su esposa, para entonces, candidata a la Presidencia por el Partido Unionista.
Rafael Correa dio pasos atrás. Concedió la remisión de la condena de tres años de cárcel impuesta a los responsables y también la condonación del pago de $ 40 millones que correspondían a la indemnización que —según el fallo— ameritaba. La derecha ultraconservadora no vaciló en declarar a tambor batiente que había cedido por las presiones internacionales. ¿Cómo carajos tuvieron esa ocurrencia? ¿Iba a ceder a presiones un Presidente que enfrentó un cruento conato de golpe de Estado del cual salió victorioso? No, definitivamente no. Lo que privó en Rafael Correa fue el sentido común.
Álvaro Arzú, a más de no dar pasos atrás siguiendo el buen sentido de la política, cuyo objetivo es gobernar o dirigir en beneficio de la sociedad, está ahora afrontado a miembros de su propio Concejo que, como los periodistas, le piden transparencia.
Dos casos diferentes, un océano de diferencia. La invocación de la figura de Correa no tiene cabida en ese nudo.
Y en una tercera esquina del cuadrilátero está la prensa misma porque, entendido tenemos que la libertad de prensa implica garantías en cuanto el derecho de los ciudadanos de organizarse para la edición de medios de comunicación sin que estén controlados o censurados por los poderes del Estado. Así lo dicen muchos tratadistas, pero, ¿cómo la han interpretado las empresas que se han constituido en medios de comunicación supuestamente independientes?
Me sucedió tal cual. Corría el año de 1972. Junto a una distinguida ensayista y un maestro de Totonicapán obtuvimos un premio literario. Éramos entonces estudiantes de Educación Media. El premio consistió en un viaje a Tikal y algunas fotos quedaron en archivos de prensa. Después de la despedida en el aeropuerto —ya de vuelta a la ciudad capital—, jamás nos volvimos a ver. Cuatro años más tarde, semanas después del Terremoto de San Gilberto acaecido el 4 de febrero de 1976, la policía atacó a un grupo de estudiantes que apoyaban una invasión de tierras y aquella joven con quien compartimos el premio cayó lesionada por una bala que la dejó parapléjica. Para sorpresa mía, en la primera página de un periódico que ya desapareció, aparecíamos los tres premiados cuatro años atrás, de cuerpo entero y con el sambenito: “Guerrilleros abatidos en la zona 6”.
No hubo poder del mundo que permitiera hacerme escuchar en aquel periódico a fin de que aclararan que la foto era antigua. Yo estudiaba el 4º. Año de Medicina y después de la sexta visita al rotativo una secretaria me aconsejó: “Mire, la libertad de prensa es la libertad de prensa, aquí no lo van a oír. Usted mejor escóndase unos tres meses porque se lo pueden levantar”. Era la época de German Chupina Barahona, Jesús Valiente Téllez y Pedro García Arredondo.
¿Y qué decir de cuando se publica una noticia que afecta la honorabilidad de un inocente y lejos de cumplir con la ley en cuanto divulgar el equívoco en la misma página y con los mismos caracteres, la aclaración se hace del tamaño de los anuncios más pequeños y baratos?
Así que, no solo el alcalde Arzú debe revisar su relación con la prensa nacional. También la prensa lo debe hacer en relación a la sociedad a la cual dice servir.
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