Articulados en torno a la figura de Monseñor Ramazzini, se presentó esta semana la Convergencia Nacional de Resistencia (CNR), que tiene como finalidad convertirse en un punto de encuentro de las diversas expresiones de la sociedad civil guatemalteca que ven con preocupación la forma en que se ha ido desarrollando la acción política en los últimos años: lejos de ser capaces de solucionar los muchos y variados problemas que padecemos, los actores políticos y económicos del país siguen empecinados en mantener la inercia estructural de Guatemala, caracterizada por la exclusión sistemática de la mayoría.
Los signos de preocupación se vislumbran por doquier: las tragedias humanas como las de la familia que perdió a dos mujeres debido al colapso de la vía pública en Villa Nueva solamente son la cara visible de una interminable lista de carencias que se magnifican en áreas como la salud, educación, infraestructura, vivienda y nivel de pobreza, por mencionar solamente algunos. Es frecuente que cada vez que se presenta un informe internacional con datos comparados de América Latina, nuestro país ocupe casi siempre los últimos lugares, por ejemplo, seguimos siendo uno de los países con menor población vacunada contra COVID-19, así como uno de los países con los peores indicadores de cobertura y calidad educativa, así como en lo respectivo a desnutrición infantil.
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Institucionalmente hablando, Guatemala ha padecido una sistemática ineficiencia, ya que en el periodo 1996-2020, el índice de eficacia ha sido en promedio de -069 en el rango de 2.5 como máximo y -2.5 como mínimo, según la medición que ha realizado el Banco Mundial. Eso significa que Guatemala tiene una muy baja capacidad de usar de forma racional los recursos para el logro de sus objetivos, que en este caso sería resolver los problemas que padece Guatemala. La construcción del Libramiento de Chimaltenango es el perfecto ejemplo de ineficiencia: con un costo millonario de más de 37 millones de quetzales por kilómetro construido, la megaobra es el símbolo del despilfarro y la ineficiencia, debido a que el elevado costo de construcción no garantizó la calidad de la misma. Su deficiente diseño ha favorecido los frecuentes deslaves y derrumbes que han significado costos adicionales en tiempo y recursos, haciendo aún más onerosa su construcción. El mismo razonamiento podríamos hacer de muchas acciones institucionales que simplemente despilfarran recursos en obras y servicios que no cumplen su cometido: la millonaria compra de las vacunas Sputnik es otro ejemplo reciente de ineficiencia institucional.
La conciencia en torno a estos males que hemos reproducido desde hace mucho tiempo es entonces, el telón de fondo que impulsa a las organizaciones y colectivos a aglutinarse en torno a la CNR, de manera que exista un interlocutor válido y de peso para enfrentar los desafíos de futuro, especialmente ante la conciencia de que en cada proceso electoral, las condiciones institucionales y políticas empeoran aún más. La CNR, sin embargo, no tiene como objetivo inmediato lo electoral, aunque claramente puede convertirse en un observador válido sobre la forma en que se desarrollen los acontecimientos político-electorales.
Celebro la emergencia de este colectivo y espero sinceramente que este espacio permita articular las acciones necesarias que favorezcan la magnificación de la conciencia de que Guatemala cambiará, solamente cuando los ciudadanos se empoderen y persigan sus sueños. Me parece que ya es tiempo de empezar a transformar la narrativa pública de manera que incentive la esperanza: otra Guatemala efectivamente es posible. De nosotros depende alcanzar anhelado ese sueño.
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