En Guatemala no existen las condiciones para formar funcionarios de carrera que presten los servicios profesionales, técnicos y administrativos que requiere la estructura del Estado. La Ley de Servicio Civil data de mediados de los 60 y la más reciente reclasificación general de puestos, de mediados de los 80.
A partir de esta deficiencia ya casi histórica, se genera desorden y falta de seguimiento a las políticas públicas, carencia de cuadros y procesos de formación para los mismos, menoscabo a la capacidad de prestación de servicios estatales y su correspondiente impacto en la competitividad del país, mayor probabilidad de ejecución equivocada o corrompida de la función pública y todas las implicaciones que esta situación trae aparejada.
Como consecuencia, existe una amplia gama de personas con distintos niveles de calificación y diversas intenciones dispuestas a embarcarse en la aventura de desempeñar función pública. Cada vez que se convoca a un proceso eleccionario, la cantidad de voluntarios crece exponencialmente y engrosa las bases y cuadros de los partidos políticos en campaña.
Algunos, los menos, pueden ser reconocidos por el deseo y la voluntad de formarse y desempeñarse en este campo de gestión pública. Otros, lastimosamente más que los anteriores, manifiestan intenciones nada honorables y exhiben una voracidad de saqueo o aprovechamiento del erario previo a su probable incorporación. Por último, existe un grupo, la mayoría quizás, que se encuentra en estos procesos simplemente porque busca un empleo o sea: personas sin vocación de servicio público, pero sí con mucha necesidad.
Para el segundo grupo ningún consejo, no los escucharían ni les importarían. Al tercero, la sugerencia de trabajar con toda su buena voluntad y mayor esfuerzo en caso consigan incorporarse a alguna institución pública. Y para el primer grupo, visualizado como aquel capacitado y bien intencionado, quiero trasladar a continuación un par de consejos.
Si usted aspira a encontrarse en una posición de dirección y decisión en el ejercicio de función pública dada su capacitación previa y el acceso al poder de un partido, funcionario o grupo de funcionarios afines a usted, evalúe primero si tiene realmente el deseo de servir. Y esto más allá de lo retórico o poético: ¿siente usted que puede y debe aportar algo a su país por este medio? Un buen ejemplo es cuando la educación y formación académica de la persona en cuestión ha sido obtenida en escuelas o universidades públicas. Acá el llamado de la conciencia obedece a retornar al pueblo la inversión que ha hecho en la formación de la persona.
Ponga mucha atención a lo siguiente: si usted posee una empresa propia y no tiene a quien dejar a cargo con todos los niveles de confianza y autonomía funcional, no se meta a desempeñar un cargo público, pues esta es una tarea de atención total. No puede estar a medio camino o tiempo compartido entre la función pública y la actividad empresarial. Al final, se desempeñará mal en uno de los dos campos o en ambos y esto será una lástima, pues provocará que se reniegue y culpe a la actividad pública del fracaso en la actividad privada.
Si su intención es conocer el funcionamiento del Estado y luego participar en política optando a un cargo de elección popular, hágalo pero con un período adecuado entre su salida del cargo nombrado y su participación en el proceso electoral. Si está ejerciendo como funcionario y pensando como candidato, su desempeño tenderá a ser superficial, más imagen que resultados y con alta probabilidad de sucumbir ante acciones poco éticas. Continuaremos con este tema. Es lindo dar consejos, y probablemente con el tiempo podamos estructurar el “manual del perfecto burócrata”.
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