La Academia Sueca concedió el galardón a Bob Dylan por «crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense». Y apenas hecho el anuncio, las voces de los detractores se alzaron para clamar justicia por aquellos escritores ignorados por el premio (Tolstói, Kafka, Joyce, Cortázar, Borges…) y, de paso, para ironizar en general contra el Nobel de la Paz, para lo cual usaron como ejemplo a un Obama que en su discurso de aceptación reivindicó el uso de la fuer...
La Academia Sueca concedió el galardón a Bob Dylan por «crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense». Y apenas hecho el anuncio, las voces de los detractores se alzaron para clamar justicia por aquellos escritores ignorados por el premio (Tolstói, Kafka, Joyce, Cortázar, Borges…) y, de paso, para ironizar en general contra el Nobel de la Paz, para lo cual usaron como ejemplo a un Obama que en su discurso de aceptación reivindicó el uso de la fuerza y recordó que lo recibía como comandante en jefe de un país entre dos guerras, que debía enviar hombres jóvenes a morir y matar en la guerra.
Sin embargo, si de hecho quieren hablar de injusticias en la concesión del Nobel, Dmitri Ivánovich Mendeléyev, el científico detrás de la tabla periódica de los elementos, tampoco lo obtuvo.
Vargas Llosa, convertido en la voz de los que condenan a la Academia Sueca, señaló con ironía que seguramente el próximo año se lo darán a un futbolista. Desde la otra orilla de este debate leí a Juan José Guerrero ensalzando en su columna la función nunca bien apreciada de los trovadores y los juglares y rescatando el elemento más sencillo de todos: que la poesía desde siempre ha sido cantada.
Digamos que toda esta controversia me encontró escuchando a Syd Barrett con su Bob Dylan Blues grabado en ese breve momento posterior a su expulsión de Pink Floyd, cuando parecía que podría tener una carrera musical como solista. Luego me trasladé a David Bowie con Song for Bob Dylan y terminé en God, de John Lennon, que menciona a ese tal Zimmerman en el que tampoco cree, al igual que en Buda, el yoga y Elvis.
Y es que lo más divertido del tema viene con la indiferencia de Dylan, que hizo estallar en cólera a uno de los miembros de la Academia Sueca por lo que este describe como arrogancia y falta de cortesía. Dylan no ha dicho nada desde el anuncio del premio. Y seguramente no lo dirá. Adam Kirsch, en el New York Times, define este hecho de manera exquisita: Dylan ha decidido ignorar la existencia y la autoridad de la Academia Sueca. ¿Se podía esperar algo diferente de quien compone estos versos para hablar de Hurricane?
How can the life of such a man
be in the palm of some fool’s hand?
To see him obviously framed
couldn’t help but make me feel ashamed to live in
where justice is a game…
Personalmente tuve que lidiar con un par de reclamos por este tema, dado que Plaza Pública volvió a publicar una de mis primeras columnas en esta etapa de La maquila. Sorprendente de quien te aborda en un ascensor para argumentar que Dylan no merece un Nobel porque no es un artista verdadero, tesis que se ve interrumpida por una llamada que denuncia un ringtone del más oscuro y pobre reguetón.
Al finalizar estas líneas estoy escuchando a los Henry’s Funeral Shoe y esperando que nadie más vuelva a hablarme del Nobel. Esa poderosa guitarra in Janice the Stripper y esta columna jamás serán nominadas para un premio así. Aunque, si les damos carácter profético a las palabras de Vargas Llosa, yo tengo en mente un par de goles del Diego que son como poemas.
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