La escasa información que se maneja para emitir los juicios, generalmente, se obtiene de redes sociales previamente convencidas por simples rumores que confirman sus creencias preestablecidas –todo aquello que las contradice es desechado por incómodo, o por el simple hecho de su procedencia. De tal manera que sólo tomamos en serio aquello que queremos creer y así nos auto-engañamos sin remedio, cada grupo estancado en su limitada trinchera de ideas.
Sin pretender ser exhaustivo, comentaré los puntos que nos proponen en su texto los colegas:
Un deficiente análisis de élites. Es cierto que no hay una sola élite y que no funciona como un actor homogéneo. Las élites políticas, económicas e intelectuales, se caracterizan por tener un acceso privilegiado al poder, especialmente la capacidad para cambiar la matriz institucional de una sociedad. Pero como todo grupo siempre enfrentan el problema de la acción colectiva y las más exitosas son aquellas que logran superarlo vía coordinación en torno a un punto focal. Por ejemplo, el juicio sobre genocidio a Ríos Montt sirvió para movilizar tanto a elites de izquierda como de derecha, pero quienes cuentan con mayor capital social –no sólo financiero, incluyendo acceso a medios de comunicación social, obtuvieron mayores dividendos.
Conviene agregar que el análisis de élites, por sí mismo, no es suficiente para comprender la compleja realidad política de un país. En una poliarquía también cuenta la opinión pública, aunque ésta sea muy permeable a las influencias de las élites. En esta área de investigación también estamos muy lejos del ideal. El esfuerzo más conocido es LAPOP (Universidad de Vanderbilt), mientras que los medios de comunicación gastan en encuestas esporádicas para un par de ediciones, sin liberar sus bases de datos para un posterior análisis académico.
Utilizar los poderes ocultos como concepto. Aquello que no se puede medir no existe, mucho menos si no se puede observar. Claro que cuando se conceptualizó el átomo no se podía ver. Hizo falta el desarrollo de instrumentos que lo hicieran posible. Algo similar ocurre, si entiendo la explicación de Neal DeGrass Tyson, con conceptos de astrofísica como dark matter y dark energy. La utilidad de un concepto está en si nos ayuda a comprender mejor un fenómeno, si oscurece la comprensión es mejor desecharlo y buscar otro. El análisis de redes sociales es una herramienta útil para comprender las complejas interrelaciones entre actores. Seguramente nos ayudará a encontrar vínculos que antes no teníamos en cuenta a la hora de distinguir a grupos o individuos influyentes en determinado proceso político.
Abusar de economicismos ingenuos. La economía, como ciencia social, le lleva varias décadas de ventaja a la ciencia política. Para empezar, hay más datos disponibles para analizar gracias a la producción de los Bancos Centrales. Metodológicamente también hay mayor sofisticación en la economía con el uso de la econometría, la estadística y la matemática. Por eso no es de extrañar que los pioneros de las ciencias políticas en EE.UU. fueran economistas –basta mencionar a Anthony Downs y su Teoría Económica de la Democracia. Sin embargo, las ciencia sociales en general están en proceso de convergencia con las ciencias naturales, gracias a importantes traslapes facilitados por las ciencias cognitivas. Por cierto, la economía va también adelante gracias a la economía conductual.
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Estar impregnados de un pesimismo irreflexivo. Parte del problema de las ciencias sociales en Guatemala es que nuestros marcos de análisis suelen adolecer de una inexistente perspectiva comparada en el tiempo y el espacio. Nos quedamos en el aquí y el ahora, lo cual nos conduce tanto a al pesimismo como al optimismo irreflexivos. Lo he dicho respecto al problema de la violencia homicida en la región. Guatemala está muy lejos de Nicaragua y Costa Rica, ambos con tasa de un dígito, pero tampoco estamos tan mal como Honduras o El Salvador durante la última década.
Carecer de una mínima ética discursiva. El problema es de cierta “impunidad intelectual” pues cada quien puede decir lo que quiera sin enfrentar las consecuencias. En las sociedades donde hay vida académica, todos se cuidan de lo que dicen y de cómo lo dicen, porque sus palabras están bajo el escrutinio de los demás colegas. Esto no sólo aplica a publicaciones en revistas especializadas, sino a intervenciones en conferencias y en medios de comunicación. En Guatemala estamos acostumbrados a que el análisis político es “pura opinión” y todos tienen derecho a expresar sus opiniones. Sin embargo, debemos estar claros que no tenemos derecho a nuestras propias verdades. En inglés se dice mejor: "You are entitled to your opinion, but not your own facts."
En la medida en que todos participemos activamente en el debate sobre la política, incluyendo la interacción con académicos extranjeros, lograremos subir los estándares. Por eso la importancia de los congresos académicos y las publicaciones con revisión entre pares. Recordemos que la ciencia no se basa en la autoridad, sino en la aplicación de un método que nos permite corregir errores –no importa quién los haya cometido. El primer paso es señalarlos.
Confundir los dominios de la República de Guatebolas con el mundo real. Este es el punto central de su crítica a cómo se hace análisis político en Guatemala. La tribuna son los medios de comunicación, las columnas de opinión o los programas de TV y radio, pero el tono de los mismos es el de cualquier conversación de café o bar. Es decir que no se exige rigurosidad en los argumentos. Parte de la responsabilidad es de los mismos periodistas, que dan el mismo peso a la opinión de un experto que a la de un activista. O que para “balancear el debate” convocan a los extremistas, no a los moderados, lo cual sólo magnifica el ruido que no nos deja comprender bien lo que se discute.
Definitivamente los vicios que señalan los colegas deben ser superados con esfuerzos serios de conceptualización, generación de teorías y metodologías que nos ayuden a evaluar esas teorías empíricamente.
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