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Comenzar a vivir (20 años del Nobel a Rigoberta Menchú)

"Yo creo que el racismo en mi persona es el ataque frontal a lo que hago, si me acerco a algún alcalde de la ciudad, ya piensan que estoy poniéndome al servicio de ese alcalde, no piensan que a ese alcalde le conviene ponerse al servicio de un premio Nobel."
"Yo he ganado tres juicios contra la discriminación porque de nada sirve que yo diga eso es racismo, es discriminación, si no tengo fundamentos jurídicos, si no tengo un caso ganado, y yo aproveché una condición de víctima, si usted quiere verlo así, cuando me agredieron en la Corte de Constitucionalidad, y con eso gané el juicio."
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Comenzar a vivir (20 años del Nobel a Rigoberta Menchú)

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Rigoberta Menchú, como el resto de los seres humanos, es la suma de sus propias contradicciones: ha estado en el centro de exaltadas polémicas, ha despertado odio y prodigado esperanza; ha sido el recipiente por excelencia de las más torvas manifestaciones verbales de un racismo que, en Guatemala, ha servido para justificar fortunas y matanzas. Y en medio de tanto ruido, Rigoberta Menchú es, quizá sobre todo, una voz que no consigue escucharse claramente. ¿Y qué tiene esa voz qué decirnos hoy? En principio, y para ponernos al día, lo que dijo hace veinte años, a poco más de nueve mil kilómetros del sitio en donde se encontraba su audiencia natural.


El pueblo de Guatemala se moviliza y está consciente de sus fuerzas para construir un futuro digno. Se prepara para sembrar el futuro, para liberarse de sus atavismos, para redescubrirse a sí mismo. Para construir un país con una auténtica identidad nacional. Para comenzar a vivir.

Rigoberta Menchú, Discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz, Oslo, 1992.

2012, la muerte del viejo sol 

Contémonos (otra vez) esta historia: el ejército disuelve a tiros una protesta. El escenario es la cumbre de Alaska, en el corazón del altiplano guatemalteco. Son ocho los muertos: todos campesinos, todos indígenas, todos miembros de los 48 cantones de Totonicapán. No han siquiera devuelto los cadáveres a los parientes, cuando algunas voces asustadas comienzan a preguntarse si no significarán estas muertes el primer aviso de la resurrección de un demonio. Un demonio verde que se creía enterrado, tapiado bajo el peso de los Acuerdos de Paz.

Ricardo Falla, sacerdote jesuita, algunos días después, no duda en calificar lo acontecido como “la primera masacre del ejército tras la firma de la paz”.

En medio de las lamentaciones, se abre paso la figura de Rigoberta Menchú para acompañar los velatorios y anunciar que apoyará las denuncias en contra del gobierno. Cuando la escena del crimen ha sido oficialmente clausurada y la curiosidad de los fiscales satisfecha, Rigoberta Menchú se acerca al sitio en donde murieron los manifestantes y encuentra en el suelo casquillos calibre 5.56. “Eso es lo que interesa, compañeros, la evidencia, para demostrar la verdad”, proclama después. Algunas personas, sin embargo, la acusan de haber contaminado la escena del crimen.

Por su parte, el canciller Harold Caballeros, la cara visible del gobierno en el mundo, declara en una reunión con embajadores: “reconozco con dolor de que en ciertas latitudes ocho muertos es una cosa muy grande, o sea, no es tampoco, aunque suena muy mal decirlo, pues todos los días tenemos el doble de muertos de ocho, entonces como que tampoco es como una llamada de atención tan grande”. Rigoberta Menchú tarda poco en calificar al canciller y ex candidato presidencial de racista, de fascista y pide su renuncia: “Después de estas malintencionadas y desafortunadas declaraciones, el canciller no debe seguir representando al Estado guatemalteco en el exterior por su pensamiento antidemocrático y discriminador”.

El diario elPeriódico, en su perfil de Facebook, publica una entrada sobre las declaraciones de Menchú y la hace acompañar de una foto de 2011, en donde la premio Nobel llora la muerte de su amigo Facundo Cabral. Cientos de personas se aglomeran para comentar, para darle likes a su propio racismo, el más visceral, ese que sale de las tripas, del bajo vientre, el más irracional, el más bruto, el que necesariamente solo puede recordarnos montículos de humeante ceniza humana. El poeta Julio Serrano reproduce en su blog una parte de los más de ochocientos comentarios que recoge la entrada. Copio, clasifico y pego (y para evitar la agobiante y reiterativa tarea editorial de colocar “sic” en casi cada palabra, se asume que la ortografía y la sintaxis son responsabilidad de los autores de los “comments”, o ya de plano del sistema educativo en Guatemala): 

1. Los que no son capaces de concebir otro destino para una mujer indígena que el de la manufactura de tortillas o el empleo doméstico:

Eli Renee: vieja ridícula  que busque oficio mejor y si no tiene nada que hacer yo le doy en mi ksa me hace falta quien me ayude a barrer y trapiar.

Martha de Ramazzini: Payasa... imaginence  a esta de presidenta... Yo la contrato para que sea presidenta para los quehaceres del hogar.

Lisbet Marilu Portillo Recinos: Que baya a seguir hachando tortillas y que el salario que hoy tiene así de gratis lo utilicen para dar empleo a quien lo merece. 

2. Los aficionados a la historia:

Nery Fernando Anleu: ridicula... jajajajaja que me denuncia a mi tambien. Gente como ella que vive del pasado para surcar las heridas en el presente no deberian de existir. Indigena Retrograda

José Alfonso Lopez Castillo: Q coma mil carreteras de m..,. Esa India q se ganó su premio Nobel con puro engaño Pq ella fue una gran guerrillera y además con esa su cara de odio y resentimiento ojos saltados como la Torres con hambre de pisto y con ganas de fregar a los q le dan de comer a este pueblo India sucia.

Zurama Cecibel Meda Salanic: Pero cuando los indigenas eran reclutados por la guerrilla para atentar contra la vida de los guatemaltecos, por eso si no llora, las personas indigenas son muchas veces las mas malas desentimientos y no lo digo por racista, porque tengo origenes indigenas porque soy guatemalteca. y los militares solo actuaron para regresarlos al orden. por revoltosos.

Li Mas: hipocrita la india!!! ganando dinero con la memoria de sus antepasados, eso si llora sangre...

Claudia Rp: Comunista!!!!! 

3. Los reflexivos aficionados a la antropología, la sociología, la genética y la observación de los fenotipos:

María Olga Palmieri Sarg: los indigenas se aprovechan de su condicion para siempre querer aparecer como victimas, son traicioneros, ciertamente los hay que no, pero los que viven en aldeas alejadas son vulnerables al engaño, muchos de ellos no saben ni para que ni a donde los llevan a cambio de promesas monetarias. habria que empezar por cambiar eso y darles educacion, asi dejarian de ser tan manipuladores.

Cecy Pont: Que señora tan ridícula!!! Los indígenas son aún más racistas. Quien los manda hacer protestas, a parte de eso son violentos. De verían de investigar más y tomar el testimonio de personas q fueron amenazadas por ellos y hasta autos destruyeron ahí si no dicen nada esta señora.

Hector Gaitan: Esta señora tiene cara de maldad.

Diego Tejeda: Que busque que hacer esa señora, al final indígena tenía que ser!

Sergio Iván: Racista??? Racista es ir a la tortilleria y que ellas se burlen de nosotros en una lengua que ni entendemos! 

4. Los analistas políticos:

Enoc Gudiel: quiero el hueso será. ahora todo es racista, más racista ella.

Antonio Cerna: apareció la doñita esta...deplano ya se le acabo la plata del nobel que ganó y no compartió con su gente.

Erick Vielman: Esa majunche y sus lágrimas de cocodrilo! Pena Ajena!

Claudia Samayoa Castillo: Es mejor ser racista que hipócrita....

Giancarlo Loemehoffer: Coma mierdas india cerota y repisada con todo respeto a la nia menchu . la  mas  maldita de las mayas....muerase  señora con todos los gobiernos arma escándalos ya basta de retrogrados  comunustas  como usted!!! ya basta....guatemala  merece evolucionar si mataron a 8 indigenas  fueron también revoltosos usted no se da cuenta vieja maldita que Guatemala  sr  estanca por gente idiota como usted india igualada coma mierda. 

5. El comentario inclasificable:

Carlos Fernando Salazar Franco: hojala la agarre en 13 baktum y la desaparesca. 

6. En medio de tal avalancha, algunos solitarios objetores dejan consignadas sus posturas, desde aquellas que con sonrojo abogan por las bondades de la buena educación, como este:

Yoshua Calderon: Mucha no se pelen tampoco cuidemos las palabras ustedes tienen que tener cultura no pueden tratar asi a las personas! 

7. Hasta estas otras, menos amables:

Darwin Estuardo Burgos Sierra: Ojalá que a toda la gente que critica a Rigoberta Menchú, le quemen a sus familiares ante sus propios ojos y los torturaran sin ellos puedan hacer absolutamente nada; haber si siguen opinando lo mismo?

Renato Lopez: Cuanto racista hijueputa en este paisito y lo peor de todo es que se la llevan de cristianos. Aleluyas y cucuruchos llenos de odio, a pero para celebrar el Baktun y todo eso ahí si son descendientes de los Mayas. Hipócritas.

Luis Alberto MB: Que bueno que la discriminación y el racismo son delitos, aquí hay varios que con sus comentarios bien "profundos y sustentados" se pueden ir al bote, sin olvidar que quedan como unos completos ignorantes. Independientemente si haga algo o no, merece respeto como cualquier persona más sin importar su etnia ni nada por el estilo. 

Dejando un poco de lado la pregunta sobre cuán representativos de los sentimientos de la sociedad guatemalteca son los comentarios copiados arriba, los primeros son una muestra, en todo caso, de la supervivencia de ese racismo crudo, explícito, que ni siquiera el maquillaje de la corrección política ha sido capaz de esconder. Y lo que sorprende no es tanto que sean proferidos, para encontrarse violencias semejantes, es suficiente un rápido repaso por las secciones de comentarios de las ediciones digitales de los periódicos. Lo que sorprende, lo que a uno lo deja frío, es que las personas arriba citadas no se han ocultado detrás de ninguna clase de anonimato, basta pinchar sobre los nombres para ingresar a sus perfiles y saber dónde se educaron, quiénes son sus amigos, cómo celebran las fechas importantes, si han cambiado de pareja o si continúan con la misma desde hace años, quiénes son sus padres, sus hijos, qué detestan, que les gusta, cómo viven. Quiénes son. No hablan veladamente, no se arredran, están dispuestos a mostrar en público sus vísceras y a rubricar el odio con nombre y apellido.

Rigoberta Menchú, como el resto de los seres humanos, es la suma de sus propias contradicciones, ha estado en el centro de exaltadas polémicas, ha despertado odio y prodigado esperanza, su nombre carga sobre sí mismo, para bien y para mal, el peso de otros nombres (cito de memoria): Vicente Menchú, CUC, EGP, Máximo Cajal, Elizabeth Burgos, David Stoll, Miterrand, Alfred Nobel, Ríos Montt, Óscar Berger, Acteal, EZLN, Dr. Simi, Evo Morales, Winaq, Baldizón (y quién sabe cuántos más). Y el enjambre de comentarios desatado por una entrada en Facebook, en donde se menciona su nombre, nos recuerda que también ha sido, todavía es, el receptáculo simbólico, por excelencia, de las más torvas manifestaciones verbales de un racismo que, en Guatemala, ha servido para justificar fortunas y matanzas.

Y en medio de tanto ruido, Rigoberta Menchú ha sido, quizá sobre todo, una voz que no consigue escucharse claramente. ¿Y qué tiene esa voz qué decirnos hoy? En principio, y para ponernos al día, lo que dijo hace veinte años, a poco más de nueve mil kilómetros del sitio en donde se encontraba su audiencia natural. 

El discurso de recepción del Nobel: una charla con Rigoberta Menchú 20 años después. 

La historia anterior (la matanza en la cumbre de Alaska, las posteriores declaraciones del canciller, y las hordas digitales que se aglomeraron después en torno a una frase y una foto de Rigoberta Menchú publicada en Facebook) ocurrió en 2012.

El año del Oxlajuj B’ak’tun. El año de la muerte del viejo sol.

520 años después de la llegada de los europeos a América.

27 de la apertura de la democracia en Guatemala.

16 de la suscripción de la paz firme y duradera.

20 años después de que Rigoberta Menchú Tum, una indígena maya quiché de 33 años, pronunciara, en Oslo, el discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz, un tour al corazón de nuestras tragedias seculares y una reivindicación de la esperanza. Para contrastar con el presente, lo dicho por ella entonces, nos sentamos a conversar. Con café y champurradas, como debe ser. Antes de comenzar, la premio Nobel suspira profundamente. Ha de ser extenuante, después de tanto camino recorrido, colocar al presente delante del espejo del pasado y sacar conclusiones. Por mi parte, no tengo intenciones de interrumpirla, de atravesar preguntas innecesarias para obtener ¿qué respuestas?, de mutilar el entusiasmo. Lo que sigue es la voz de Rigoberta Menchú. Nada menos. 

Considero este Premio, no como un galardón hacia mí en lo personal, sino como una de las conquistas más grandes de la lucha por la paz, por los derechos humanos y por los derechos de los pueblos indígenas, que a lo largo de estos 500 años han sido divididos y fragmentados y han sufrido el genocidio, la represión y la discriminación (…) Al valorar en todo lo que significa el otorgamiento del Premio Nobel, quiero decir algunas palabras en representación de aquellos que no pueden hacer llegar su voz o son reprimidos por expresarla en forma de opinión, de los marginados, de los discriminados, de los que viven en la pobreza, en la miseria, víctimas de la represión y de la violación a los derechos humanos. Sin embargo, ellos que han resistido por siglos, no han perdido la conciencia, la determinación, la esperanza. (Rigoberta Menchú, Discurso de recepción del Premio Nobel de la Paz, 1992). ¿Qué significó para la Guatemala de entonces el premio Nobel de la Paz? ¿Qué significa hoy?

—Fue un detonante, un momento en que la atención mundial se enfoca en Guatemala. Pienso que no se podrían haber hecho los informes Memoria del Silencio de las Naciones Unidas y el informe Guatemala Nunca Más de la Iglesia Católica si no fuera por esa atención tan global que se generó sobre Guatemala.  Incluso creo que la fuerzas políticas, las organizaciones sociales, los movimientos de pueblos indígenas y las organizaciones de derechos humanos no tuvimos la capacidad de aprovechar bien esos escenarios que de repente se nos abrieron. No tuvimos la capacidad, porque atacar los elementos del miedo, de la desorganización, el sufrimiento, el dolor, no es tan sencillo. O sea, asimilar el impacto de nuestra realidad ha sido una batalla enorme, desde que soñamos en el exilio con que alguna vez iba a haber paz en Guatemala. Yo estaba viendo las políticas institucionales de la fundación, y una de las metas que yo me proponía hace 20 años como persona, como mujer maya, es que algún día moriría en mi país. Se imagina usted lo que reúne eso…  o sea, yo decía que juraba al mundo y a los pueblos, que mi meta número uno era que algún día moriría en Guatemala. La guerra estaba tan impregnada en nuestra propia aspiración de sueños, que me llevaba a pensar en eso. Entonces, cómo en tan corto tiempo vemos escenarios tan grandes como llevar a los responsables del genocidio a la Audiencia Nacional de España, definir los crímenes que se cometieron acá, levantar la base de datos de los hechos. Hace 20 años, el único testimonio escrito y escrito con todas las de la ley, era Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Ningún otro testimonio crujía en el corazón de las instituciones, la academia, la política… incluso nosotros habíamos avanzado en hacer filmaciones sobre las Comunidades de Población en Resistencia, sobre refugiados. ¿Pero dónde estaban las voces? ¿Se escuchaban las voces de ellos? No. Entonces ver la diferencia entre hace 20 años y ahora, ¡no hombre!, somos afortunados, somos héroes y heroínas que hemos triunfado, estamos verdaderamente orgullosos de nuestras batallas, aceleramos un proceso y hoy estamos acá. Ahora, ¿muchas de las condiciones cambiaron? No, yo creo que se mantiene un alto porcentaje de la filosofía clasista, colonizadora y antisocial en el sistema. Los Acuerdos de Paz no cambiaron la esencia de la impunidad en Guatemala, el sistema totalitario, no cambiaron al ejército. Obviamente hay nuevos escenarios, si, rompimos unas dicotomías: los pueblos indígenas, o eran víctimas o eran victimizados, pero jamás fueron reconocidos como líderes, como dirigentes, como transformadores, como poseedores de una filosofía de cambios con experiencia a lo largo de 500 años. Nunca se nos vio como actor, se nos vio como víctimas. Esa concepción aún está, pero sí hay más elementos para poder decir: les guste o no les guste, somos actores. 

Continuamos leyendo el discurso: La madre tierra es para nosotros, no solamente fuente de riqueza económica que nos da el maíz, que es nuestra vida, sino proporciona tantas cosas que ambicionan los privilegiados de hoy. La tierra es raíz y fuente de nuestra cultura. Ella contiene nuestra memoria, ella acoge a nuestros antepasados y requiere por lo tanto también que nosotros la honremos y le devolvamos con ternura y respeto los bienes que nos brinda. Hay que cuidar y guardar la madre tierra para que nuestros hijos y nuestros nietos sigan percibiendo sus beneficios. Si el mundo no aprende ahora a respetar la naturaleza ¿qué futuro tendrán las nuevas generaciones? Aquí tal vez tendría que hacer una pregunta relacionada con la debacle ecológica, pero prefiero tomar otro camino. En entrevista con el diario el Periódico, Carla Caballeros, directora ejecutiva de la Cámara del Agro, afirma que, según la teoría económica, ningún país se ha desarrollado con base en el agro. Y luego, ante la pregunta de si se debe repartir tierra responde, como es fácil adivinar, que no, “como tampoco máquinas de coser o fábricas”. Los recursos se obtienen, continúa, “mediante los mecanismos del mercado”. Andrés Castillo, presidente del CACIF, afirma en otra entrevista: “Hemos visto inversionistas que han decidido invertir en nuestro país, sobre todo en energía eléctrica y minería. Creemos que si logramos unir esfuerzos con el sector público, deberíamos ver esas inversiones generarse de una forma más rápida (…) Sin embargo, los inversionistas están viendo mucha burocracia y lentitud en los trámites. Por ejemplo en licencias, estudios de impacto ambiental…” Le leo el fragmento de su discurso y Rigoberta sabe que, sea como sea planteada mi pregunta, el tema de la tierra es uno solo.

¿Sigue siendo el acceso a la tierra uno de los problemas vertebrales de nuestra sociedad?

—Totalmente, primero no solo sigue siendo, es que es la única fuente de vida, la única fuente de existencia de la humanidad, es la única manera en que podemos vivir los humanos: respetando profundamente que somos hijos de la tierra y sin ella no tenemos otro planeta que nos dé el oxígeno, la existencia y la calidad de vida. O sea, esa visión de que la tierra es nuestra madre no es sólo un discurso de los pueblos originarios, esto es algo profundo: desde el primer momento que respiramos, el primer oxígeno, todos los seres vivos, desde ese momento, nos implantamos en el útero de la tierra y nadie puede vivir sin el útero de la tierra. Pasarán miles de años y nos darán la razón. No solo es una consigna. Ahora, si vemos los problemas de la tierra, los problemas de los sistemas, hace 20 años todavía prevalecía el acarreo de los indígenas hacia las fincas agroexportadoras, la tierra fue una fuente básica del propio conflicto que aquí se vivió, la propia guerra. ¿Hoy qué es lo que se ha modificado? Se está modificando el hecho de que ya no solo es el acarreo de los campesinos hacia la Costa, sino es el apoderamiento por los mismos poderes, incluyendo ya poderes militares, de la tierra. Es decir, la ocupación de tierra por parte de las fuerzas económicas, la ocupación de tierra por parte de fuerzas militares, es un hecho, por eso el tema territorio y tierra hoy vuelve a ser tan profundamente álgido y tan conflictivo, más incluso que en aquellos años en que solamente teníamos minifundistas y no nos habían secuestrado todavía la mayoría de nuestras tierras. Hoy la pelea es por territorio. Además, la presencia del ejército no es solo estratégica, no es solo que los militares estén cuidando a los propietarios de las tierras, es que entre ellos hay militares. O sea, actualmente si usted va a Huehuetenango y pregunta quiénes son los dueños de los cerros donde aspiran explotar oro, plata, los treinta y dos minerales que ya tienen en la agenda los empresarios guatemaltecos, usted va a encontrar que ya no son solo terratenientes civiles, viejos oligarcas los supuestos dueños de estas tierras, sino militares como el actual presidente, que aprovecharon la guerra para anular las tierras comunitarias y los derechos sobre tierras comunitarias, aprovecharon los últimos tiempos para supuestamente comprar derechos o propiedades interminables en Guatemala. Antes el ejército jugó el papel solamente de cuidador de las oligarquías, le pagaban al ejército para que cuidara sus fincas. Hoy la diferencia está en que los militares son socios del negocio y eso es grave y por eso el problema de la tierra no ha disminuido. El tema de la minería no se trata solamente de extracción. Es que a veces confunden las luchas de los pueblos indígenas. Nosotros no estamos en contra de la energía, no estamos en contra de un bien que rinda para la vida. No se trata de eso, se trata de que han robado los derechos sobre nuestros territorios, han desconocido nuestros territorios y se los han repartido con planes y estrategias mancomunadas con las golondrinas transnacionales que lo único que pretenden es sacar la riqueza del país. Estamos en contra de estos nuevos grupos y el ejército no solo está cuidando negocio ajeno, el ejército está distribuyéndose para cuidar negocios ajenos y los propios negocios. 

(1992) —Los indígenas estamos dispuestos a combinar tradición con modernidad, pero no a cualquier precio. No consentiremos que el futuro se nos plantee como posibles guardias de proyectos etnoturísticos a escala continental. En un momento de resonancia mundial en torno a la conmemoración del V Centenario de la llegada de Cristobal Colón a tierras americanas, el despertar de los pueblos indígenas oprimidos nos exige reafirmar ante el mundo nuestra existencia y la validez de nuestra identidad cultural. Nos exige que luchemos para participar activamente en la decisión de nuestro destino, en la construcción de nuestros estados-naciones. Si con ello no somos tomados en cuenta, hay factores que garantizan nuestro futuro: la lucha y la resistencia; las reservas de ánimo; la decisión de mantener nuestras tradiciones puestas a prueba por tantas dificultades, obstáculos y sufrimientos; la solidaridad para con nuestras luchas por parte de muchos países, gobiernos, organizaciones y ciudadanos del orbe. ¿Participan hoy los pueblos indígenas en la construcción de su propio destino?

—En algunos casos, pero en la mayoría de los casos es de nuevo un diseño de plan contrainsurgente, que criminaliza absolutamente todas las luchas de los pueblos indígenas y que pervierte totalmente el tema de la hambruna y la pobreza. Son nuevos mecanismos para el sometimiento. O sea, aquí, si ese discurso hace veinte años, se hubiera convertido en una llamada de atención para encontrar nuevos mecanismos, para construir escenarios de diálogo, de discusión, y promover, por ejemplo, solo ese sagrado derecho que hemos conquistado a nivel mundial y es el de la consulta, si solo hubiera sido capaz el escenario de la paz firme y duradera de proponernos un mecanismo real y verdadero para la consulta, yo le diría que estaríamos en la gloria, porque lo que haríamos a partir de ahora sería promover consensos, sería de estar de tú a tú en una mesa, no necesitaríamos guerra armada para que hubiera una contraparte que defienda las demandas sociales. El problema es que estamos a la intemperie, el problema es que actualmente no tenemos ningún otro mecanismo más que el impulso de consultas unilaterales, de parte de las comunidades como lo que ha pasado en Zipacapa, lo que está pasando en el Polochic. Todos los megaproyectos, los megaproyectos transnacionales con socios nacionales oligárquicos y militares, esos megaproyectos los están haciendo ellos a su manera y los pueblos están a la intemperie, porque la consulta no es vinculante al sistema legal. Cuántas consultas se hicieron  donde el pueblo entero dijera que no, que no da permiso para la extracción minera. La propia reforma constitucional se ha planteado como medida distractora a los temas fundamentales, todo el mundo está pendiente de que si se va a hacer reforma, que si no se va a hacer reforma, y el presidente en un determinado momento retira sus propuestas. Eso es una distracción absoluta de la verdadera esencia de los problemas que en algunos lugares ya ha cobrado sangre. 

—Si los gobiernos continúan negándose a atender las demandas sociales, ¿cuál es el peor escenario que usted vislumbra?

—No quiero hacer escenarios, simplemente decir  que el sueño que tenemos es incrementar la participación plena, eficiente de los pueblos indígenas en la toma de decisiones, si no se tiene una verdadera participación en toma de decisiones yo veo que aquí la batalla es una batalla que tarda mucho. También de hace 20 años a esta parte, yo tengo un punto de vista diferente: no veo a los pueblos indígenas como los más fracasados, los más golpeados, los más victimizados, más bien estoy maravillada con cómo las civilizaciones ancestrales han triunfado en todos los tiempos, o sea, tuvimos que tener estrategias de alianza tan extraordinarias para que, después de Atanasio Tzul, se viniera a ganar y ganar y ganar tiempo y hoy tenemos nuestros idiomas, nuestra identidad, nuestros guías espirituales, tenemos nuestros territorios aún, porque no lo han quitado todo, ni lo van a quitar, porque no lo vamos a permitir. 

(1992) —Es posible que algunos centros de poder político y económico, algunos estadistas e intelectuales, todavía no alcancen a comprender el despertar y la configuración promisoria que significa la participación activa de los pueblos indígenas en todos los terrenos de la actividad humana, pero el movimiento amplio y plural desencadenado por las diferentes expresiones políticas e intelectuales amerindias terminará por convencerlos que objetivamente somos parte constituyente de las alternativas históricas que se están gestando a nivel mundial. ¿Es necesario, para que estas “alternativas históricas” se concreten, que llegue al poder un miembro de los pueblos indígenas?

—Si no hubiera llegado Evo Morales a Bolivia, probablemente la historia hubiera tomado otro ritmo, pero esa no es la ley general, puede ser que los movimientos sociales, que ya estamos creando nuevos escenarios, tengamos que fortalecer nuestra condición de movimiento y nuestra interlocución política. Nunca vamos a tener un aliado absoluto de los pueblos indígenas, todo es batalla. Si usted ve, aunque sea en el seno de la izquierda, tenemos una y otra vez que poner la agenda y eso es lo que estamos haciendo. Aún en el corazón de los sectores democráticos más progresistas, que ven la lucha de clases como su opción, todavía tenemos que permearlos de la parte ancestral y de la parte de reconocimiento de derechos específicos de los pueblos indígenas. Solo el concepto de pueblos aún no se utiliza en los aliados naturales, no digamos en otros sectores que hasta ahora nunca nos han visto como aliados, sino como enemigos, como adversarios. De lo que estoy segura es de que la juventud es más avispada que nosotros y tiene más condiciones de ser un actor natural y no un actor forzoso. 

— ¿Lo anterior qué significa? ¿Qué el racismo es tan poderoso que es capaz de contaminar incluso el interior de los movimientos progresistas, a pesar de ellos mismos?

—Significa sobre todo una falta de visualización y de conceptualización y de una voluntad política que no va a ocurrir por decreto, va a ocurrir mediante un proceso de convivencia, de tú a tú, igual que como les pasó a las mujeres: hace veinticinco, treinta años, las mujeres no eran vistas como un actor número uno, hoy las mujeres están avanzando en su posicionamiento tanto en la empresa privada como en las instituciones públicas y en la política. Los pueblos indígenas son vistos todavía como la masa necesitada, pero no como los protagonistas número uno. Entonces hay un ciclo generacional que va a tener que ir agotándose y hay un nuevo ciclo de juventud que va a tener que abrir nuevos espacios. Mi hijo no tiene la noción de Guatemala que tuvimos nosotros, porque ya tuvo amigos ladinos, y él no ve las cosas de la misma manera, cada vez que hace una fiesta se recuerda de sus amigos, pero no se recuerda de sus amigos pensando en que el otro no lo invita porque no quiere que lo vean con él por su grupo étnico, porque ya creció en otro espacio y es ahí donde están las esperanzas. 

En nombre del buen gusto, me abstuve de mencionarle el asunto de los comentarios en Facebook. Necesitaba saber, sin embargo y en primera instancia, si Rigoberta Menchú se reconocía como el “receptáculo simbólico, por excelencia, de las más torvas manifestaciones verbales de un racismo que, en Guatemala, ha servido para justificar fortunas y matanzas”. Si se reconoce como tal, sabemos también que no ha cargado con los ultrajes pasivamente. En 2003, Rigoberta Menchú visitó la Corte de Constitucionalidad para impugnar la inscripción como candidato presidencial del General Efrían Ríos Montt. Después de la audiencia, todavía adentro de las instalaciones de la corte, Juan Carlos Ríos Ramírez, nieto de Ríos Montt, secundado por otros eferregistas que blandían sus manos (los tres dedos del logotipo del partido) muy cerca del rostro de la Premio Nobel, le gritó, entre empujones y con expresión amenazante: “regresá a vender tomates a la Terminal”. Al día siguiente, Rigoberta Menchú presentó una denuncia en el Ministerio Público. Hubo un juicio. Lo ganó ella. (Ahora pienso que peores insultos vertieron los “comentaristas” citados al principio. Quizá ni siquiera están al tanto, como dijo Luis Alberto MB, de que “con sus comentarios bien ‘profundos y sustentados’ se pueden ir al bote”, o cuando menos tener que pagar una indemnización). 

— En el mismo discurso que hemos venido releyendo, usted dijo: fue precisamente en mi país donde encontré de parte de algunos las mayores objeciones, reservas e indiferencia respecto al otorgamiento del Nobel a esta india quiché. Tal vez porque, en América, sea precisamente en Guatemala en donde la discriminación hacia el indígena, hacia la mujer y la resistencia hacia los anhelos de justicia y paz, se encuentran más arraigadas en ciertos sectores sociales y políticos. Al margen del racismo estructural que sufrió usted en su infancia y juventud, el que la hizo la mujer que es, ¿cómo sufrió el racismo después de haberse convertido en una figura pública?

—Yo creo que el racismo en mi persona es el ataque frontal a lo que hago, si me acerco a algún alcalde de la ciudad, ya piensan que estoy poniéndome al servicio de ese alcalde, no piensan que a ese alcalde le conviene ponerse al servicio de un premio Nobel. Yo he ganado tres juicios contra la discriminación porque de nada sirve que yo diga eso es racismo, es discriminación, si no tengo fundamentos jurídicos, si no tengo un caso ganado, y yo aproveché una condición de víctima, si usted quiere verlo así, cuando me agredieron en la Corte de Constitucionalidad, y con eso gané el juicio. Y no basta haber ganado el juicio, había que empujar otros casos y afortunadamente hemos ganado tres casos en tribunales. Casi por tres años, en la corte, me repitieron los mismos argumentos: los abogados de los racistas, decían: mi defendido no le dijo india sucia, no le dijo que se fuera a la Terminal, y mientras decía eso me señalaba una y otra vez con el índice. Y yo les hacía una sonrisa, porque sabía que ellos iban a ser condenados, ellos iban a ser criminales racistas, pero yo no los iba a convencer con mis ideales. Mucha gente me dijo, mire Rigoberta, eso es realmente doloroso porque esto es un ataque espiritual, esto es denigrante, esto es insoportable, y yo dije, la ventaja es que no soy yo la criminal. Yo quiero demostrar quiénes son los criminales.

— ¿Qué es el racismo? ¿Cómo lo definiría según su experiencia?

— Hace años, desde que comencé a participar en el Comité de Discriminación y Protección a las Minorías en Países Colonizados de las Naciones Unidas, empecé a comprender que el racismo, la discriminación, el odio, la envidia, es una enfermedad mental, es una enfermedad psicológica, es una enfermedad espiritual, es una miseria humana que se desarrolla a través de los tiempos. Mucho de ello es hereditario, es herencia de otros ancestros, y el joven, el niño, creció pensando que esos son sus valores y convierte eso en sus valores. Es peor que la guerra, en la guerra te dieron un arma y te enseñaron a usarla, y hubo un tiempo para empezar a creer que el arma te salva y te protege y vas a disparar contra el que se mueve. Pero eso se acaba. En cambio, esta enfermedad es crónica, y no me sorprenden sus dimensiones. Yo soy un guía espiritual y soy la primera que tengo que saber que es una enfermedad espiritual y que es una enfermedad humana y por lo tanto hasta para mí es muy importante, después de actuaciones como esta, en donde te odian, te machucan, tener mi manera de limpiar esas energías, yo tengo meditaciones, yo tengo mi ceremonia maya, yo tengo mis espacios. Yo creo que es importante el capital espiritual que uno tiene, de lo contrario, yo pienso que sería ponerse en el mismo nivel y si uno se pone en el mismo nivel posiblemente no podríamos vivir, no se podría vivir, sería una enfermedad crónica con la que uno podría contaminar a muchos otros. 

Rigoberta Menchú guarda silencio unos segundos, baja la vista, parece estar calculando la medida, el peso justo de las palabras que acaba de pronunciar. Parece que el entusiasmo se le ha desinflado. Me devuelve la vista y continúa:

— Tenemos un mundo decadente, la decadencia es global, la decadencia espiritual, material, social… eso sí yo lo he visto de cerca en estos veinte años, la decadencia humana es de tal magnitud que hace veinte años yo sentía que era menos su impacto.

— No vamos para mejor entonces…

Yo creo que todo tiene que tocar fondo, igual que cualquier situación, hay mucha gente hoy que sabe que ha vulnerado sus tejidos, tejido social, tejido personal, su organismo, y a pesar de eso no cambia su vida, a pesar de que el cigarro sabe que le va a dar cáncer de pulmón, no cambia su vida, y a pesar de que sabe que tiene pendiente un problema de diabetes, no cambia su vida, y consume, consume hasta llegar a la diabetes. Yo creo que este es un tiempo de pérdida de memoria, hay una humanidad que pierde su memoria y entonces asumirá el futuro quizá con berrinches, quizá con violencia, quizá con arrebatar, tal vez con militarismo, con imposiciones. Si nosotros no tomamos conciencia de esa decadencia podemos imaginar el mundo como una burbuja de fantasías, pero la realidad es la realidad, la realidad te toca la piel, si uno está con la realidad, sabe que nada es fácil en este mundo. 

Rigoberta guarda silencio de nuevo. No sé cuántos segundos. Espero a que sea ella quien lo vuelva a romper:

— Desafortunadamente, hoy nada puede funcionar si no tienes un presupuesto, la gente me reclama como si yo fuera el rey que reparte bienes y no hay. En estos 20 años la gente me ha reclamado más que los propios presidentes ladrones y corruptos que han robado el país y que han engañado a la gente. La gente a mí me pide escuela, me pide agua potable, me piden medicina y si no les doy se enojan, porque me dicen ¿y usted por qué no está con nosotros?, ¿por qué no nos apoya?, aquí necesitamos 10 casas. Y eso si se lo juro y le juro por mis ancestros, en cada lugar me paro, rápido se organiza la gente y me traen un documento diciendo que la escuela no está pintada desde hace diez años, que ya no tienen sillas los niños y por consenso de la comunidad aquí le entregamos un proyecto, yo les digo, miren hermanos yo no tengo un capital, ni estoy en el poder, ni soy presidente de este país. Sí pero usted lo va a conseguir. O sea, es cierto que cuando yo he podido ayudar, no tengo ninguna reserva en ayudar a una persona, eso dice mucho de mi calidad de vida solidaria, si tengo que ayudar a uno, dos o diez… De nación no, porque no soy Estado. Entonces cómo una personalidad como yo tiene que tener una eterna paciencia para saber cómo están los problemas del país y tratar de no ser grosero con la gente, porque muy fácil podría decir, miren señores vayan a pedirle al presidente por el que usted votó, si para eso votó para el congreso, para el alcalde, vaya pedirle a ellos. Uno podría responder así grosero y ¿qué dejaría?, un rencor, una enfermedad en la mente de la gente. 

El nuevo sol, los siguientes 20 años

—Para abonar a la esperanza, es necesario celebrar el paso del tiempo. ¿Cómo ha celebrado este veinteavo aniversario de la recepción del Nobel?

—Todo este año fue de celebración. Primero porque el premio Nobel se dio en un contexto latinoamericano donde la campaña de los 500 años de resistencia indígena, negra y popular, hizo eco en contra de la celebración del quinto centenario. Yo creo que este año fue un año, primero, de mucha renovación de las luchas de los pueblos indígenas. Segundo, ha sido el año de una evaluación profunda de la Fundación Rigoberta Menchú Tum. Vemos que a lo largo de veinte años ha hecho muchísimos esfuerzos en derechos humanos, educación, participación ciudadana, desarrollo comunitario, y cómo se asocia todo esto con la firma del acuerdo de paz firme y duradera en Guatemala, pero también la firma de la paz en El Salvador. Y todo está coincidiendo en un lapso de tiempo nuevo, culminaremos ya el año esperando el nuevo sol, así que a partir del 20 de diciembre estamos concentrados en dar gracias a nuestros ancestros por todos estos años de vida, en despedir al tiempo antiguo, al viejo sol, como lo llamamos nosotros, y a esperar al niño sol el 22 de diciembre. Creo que la celebración del premio Nobel no es una fecha sino es la gran satisfacción de que las organizaciones de los pueblos indígenas no solo se mantienen en el tiempo sino han librado batallas extraordinarias y enfrentan situaciones de mucho desafío. Al mismo tiempo, hemos visto escenarios como la masacre de Totonicapán que nos ha involucrado de nuevo en contra del militarismo, en contra del autoritarismo, del poder absoluto de los militares y el revivir planes tan nefastos y tan denunciados por nosotros en estos años como los planes contrainsurgentes, que es lo que simbolizan realmente las actuaciones criminales donde participa de nuevo el ejército guatemalteco y el Estado guatemalteco en contra de la población en Totonicapán. 

Ríos Montt, el militar contrainsurgente por antonomasia, enfrenta en Guatemala cargos por el delito de genocidio. Otros altos mandos militares corren una suerte semejante. En agosto, se dictó sentencia en contra de cuatro de los 17 acusados en el caso de la masacre de las Dos Erres. El mundo parece estar cambiando. Rigoberta Menchú ha sido determinante para la concreción de este asomo de justicia. Hace 20 años, le recordó al mundo: como ustedes saben, yo misma soy sobreviviente de una familia masacrada.

—¿Cómo contribuyen a la reconciliación los procesos llevados en contra de militares acusados de genocidio?

—No es reconciliación porque nunca se dio una conciliación. La re-conciliación implica que en algún momento fueron actores comunes. Podemos trabajar en primer lugar una estrategia de conciliación en el futuro, conciliar intereses, alianzas, aunque sean dos o tres puntos en los que nos pongamos de acuerdo. Ahora, conciliar es también una actitud de dos partes, basada en un código de respeto mutuo. El pasado, por otro lado, más vale dejarlo intacto, porque ya no se puede componer. Lo que tenemos que prevenir es que las políticas, las doctrinas que se usaron en el pasado no se repitan en este tiempo. Si se demuestra la culpabilidad de las personas que están enfrentando procesos, no tienen más remedio que se les aplique la justicia. 

—No usemos entonces la palabra reconciliación. ¿Cómo contribuye a la paz que, por ejemplo, Ríos Montt vaya a la cárcel?

—Primero por la dignificación de las víctimas. Luego, en este momento ninguno de ellos tiene el poder de retroceder lo que ocurrió y minimizar el impacto de sus crímenes, es también entonces una gran oportunidad para ellos de dignificarse y dignificar a las generaciones futuras. Con lo que nunca voy a estar de acuerdo es que con lo que uno haya hecho en su época de toma de decisiones, con todas sus facultades, sea extensivo a sus nietos, hijos y futuros, yo pienso que saldar una deuda con el pasado le cae bien a todos, porque si no se extiende, y ¿cómo vamos a castigar a las generaciones venideras si ellos no tomaron las decisiones? 

El mundo está cambiando y la vida continúa abriéndose paso, a pesar de todo. Una última pregunta (una pregunta quizá para medir el tamaño de su esperanza, una pregunta para comenzar a vivir): si usted tuviera 23 años hoy, en el 2012, ¿volvería a posicionarse como lo hizo en el 82 con respecto a la maternidad y al matrimonio? ¿O eran las condiciones de esa época las que la obligaban renunciar públicamente a ello?

Primero estoy clara que no voy a volver a tener 23, y ya nunca más voy a ser soltera. Creo que somos una energía de futuro, pero los hechos son los hechos. Yo estuve creyendo completamente de que nunca tendría un hogar, una familia, porque era la condición de los revolucionarios en mi época, los que creíamos en una transformación, en una lucha, los que jamás íbamos a permitir que quedaran en el olvido nuestros seres queridos… Ni siquiera hubiera creído yo que, en el museo de la memoria de un Premio Nobel, iba yo a poder dignificar la memoria de mis padres, iba yo a poder decir: ellos no tienen tumba pero aquí les doy un espacio para que mis hijos y mis nietos vengan a rendirles un homenaje. Yo deambulé por el mundo hasta los 33 años, esos tiempos me hicieron trabajar intensamente en la superación personal. Qué no hice yo en este mundo, estudié algo de medicina, estudié algo de política, de psicología, y estudié psicología no solo por sanearme a mí misma, sino también por dar un consuelo a aquellos que podían pedírmelo. Conocí a mi esposo. Nos casamos en el año 94, pero yo vivía con él desde el año 92, antes de que anunciaran el Premio Nobel. Nosotros imaginábamos una vida sin otra relevancia en el mundo más que vivir. Mi esposo tiene una vida extraordinaria, creció en una casa hogar, igualmente su familia ejecutada, sus hermanos, sus hermanas, y nunca pensamos ni siquiera en esas formalidades de que casamiento, de tener hijos… Hasta que vienen los hijos y entonces uno sabe que tiene que hacer un hogar. Nosotros no planeamos ni diseñamos nada. Y pienso ahora que mis hijos son mi bendición. Este año cumple mi hijo 18 años y esos 18 años han sido extraordinarios. Eso sí quisiera, volver a la edad de un mes, dos meses de mi hijo, para recuperar ese tiempo con él, y porque el vino en el tiempo en el que el premio Nobel estaba en su mero apogeo, había visitado 29 países del mundo. Incluso cuánto desearía que mi esposo, a estas alturas, y yo personalmente, pudiera lanzarme a esos trajines, vivir de un país en otro en cuestión de horas. Mi esposo aguantó ese tiempo de acompañarme en ese trajín tan grande: él es mi compañero, mi consejero, mi apoyo, recuerda mi agenda, está viendo mi seguridad, mi tranquilidad y qué hermoso es haber encontrado a una persona con la que realmente nos acoplábamos en un camino sin rumbo, sin saber qué viene, solamente haciéndolo bien hoy. Y de ahí mi hijo nos vino a modificar fuerte nuestras vidas, ya mamá y papá. Disfrutamos a mi hijo sus primeros tres años de país en país, de frontera en frontera. Ya a los 4 años qué dolor pensar que se iba a la escuela, qué dolor pensar que iba a empezar una carrera, y hoy vemos que su destino es la Universidad. Él vino a modificarnos. Pero también mi otro hijo que murió, a pesar de que con él convivimos exactamente los meses de embarazo, más tres días de su vida en este mundo. Fue un embarazo muy, muy especial, seis meses en cama y ahí es donde yo empecé a relativizar las percepciones, uno piensa que es indispensable en un lugar, pero se da cuenta de que no lo es. Recuerdo esto, porque siempre le hago honor a la masacre de Acteal en Chiapas, esa masacre que fue tan terrible, tan sentida por mexicanos, latinoamericanos y por el mundo, y yo estaba en cama y no podía levantarme ni siquiera  a la puerta. Y la avalancha de críticas del mundo, porque todos exigían mi presencia en Acteal. ¿Dónde está la Premio Nobel de la Paz, que recibió el premio en nombre de los pueblos indígenas? ¿Dónde está la Premio Nobel que guarda silencio? Algunas interpretaciones de célebres intelectuales, que incluso decían: seguramente la Premio Nobel no habla porque no quiere ofender al gobierno mexicano, tiene pacto con el presidente de México, o gratitud con ciertos políticos del país, y un comunicado de prensa de una premio Nobel no trasciende jamás en los escenarios más conflictivos, no había Facebook en esos años, no había Twitter, y los propios medios silenciaban con tal de tener puntos de distracción. Y uno dice, bueno, esta es la carrera que estamos llevando, pues así tiene que ser. Y hacerle frente porque simplemente yo no podía salir de la cama. Entonces me di cuenta que tomé una decisión correcta. Fuimos con mi esposo donde el doctor y nos dijo: su hijo o el Premio Nobel, usted tiene un embarazo de alto riesgo, si usted opta por su hijo, le recomiendo que vaya a comprar una docena de camisones para que se quede en la cama y si es su Premio Nobel, hay que abortar ese niño. Y nos miramos con mi esposo y dijimos, nuestro hijo, el premio Nobel aguantará para otro día, y a nuestro hijo vamos a darle nuestra vida, nuestro tiempo. Punto. Si esa decisión que tú tomaste con plena determinación es interpelada en un momento, no te queda otra más que sentirte orgulloso por haberla tomado.

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