Aunque en un pedestal, no son pocos los que critican a Nirvana como una banda sobredimensionada. Sus detractores suelen tener como argumento estrella que la muerte de Cobain fue la catapulta para la fama de un grupo más bien regular. Sin embargo, las legiones de fanes que han comprado material recopilatorio de la banda no terminan de digerir esas razones.
A inicios de los noventa, Nevermind se convirtió en un ícono que puso en órbita al grunge. No era para menos: habí...
Aunque en un pedestal, no son pocos los que critican a Nirvana como una banda sobredimensionada. Sus detractores suelen tener como argumento estrella que la muerte de Cobain fue la catapulta para la fama de un grupo más bien regular. Sin embargo, las legiones de fanes que han comprado material recopilatorio de la banda no terminan de digerir esas razones.
A inicios de los noventa, Nevermind se convirtió en un ícono que puso en órbita al grunge. No era para menos: había que estar allí para describir lo que fue salir de la portentosa superficialidad de los ochenta y encontrarse de lleno con ese sonido rabioso salido de Seattle que hizo del caos un ejercicio poético. Ello, sin mencionar la estética ultraelaborada de los peinados ochenteros, que se transformó en la figura desalineada de Cobain.
Nevermind se convirtió en la referencia para hablar de la denominada generación X, aquella que en Estados Unidos salía de la escuela para encontrarse con que las políticas públicas de Reagan y Bush padre —hablando de íconos, los únicos e incomparables ídolos de la derecha latinoamericana— limitaban sus opciones de empleo a barrer la escuela en que te graduaste, lo cual explica por qué la imagen del barrendero en el video de Smells Like Teen Spirit.
Montage of Heck, el documental presentado hace apenas unos meses, muestra la imagen íntima de un Kurt Cobain profundamente afectado por el divorcio de sus padres, alcohólico, que ya había considerado el suicidio en su adolescencia y que fue confrontado por su madre sobre su adicción a la heroína poco antes de morir. El documental explora la persona detrás del fenómeno cultural, y especialmente de mercado, engrandecido por la trágica leyenda del Club de los 27.
¿Qué es lo que nos pone de acuerdo sobre Nirvana, y sobre Cobain en especial? Ese particular ejercicio de elevar la amargura a los altares, de darle forma al dolor que se encarna en la interpretación de Where Did You Sleep Last Night? —por cierto versión de In the Pines, un viejo blues original de Lead Belly— y de Something in the Way en el Unplugged de MTV. Muy lejos del metal, Cobain consiguió llevar sus lamentos a un estado cercano al arte para transmitir frustración, decepción y desesperanza. Tal vez los mismos sentimientos de esa tarde de abril de 1994, hace 21 años.
«… and I swear that I don’t have a gun…», dice Cobain mientras Come as You Are se va apagando en la radio de mi viejo Gol. El semáforo detiene a un vehículo lleno de guardaespaldas junto a una patrulla de la PNC y dos guardias armados de escopetas recortadas que cuelgan en la parte de atrás de un camión de gaseosas. Lírica muy inadecuada para un día cualquiera en Centroamérica, Kurt. Pero Dave Grohl viene al rescate con The Pretender y las cosas comienzan a mejorar.
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