Y la colonialidad política –la lógica del ejercicio de poder–, es inagotable y, por lo tanto, crucial para entender el alto nivel de colonizados que estamos al no romper con el bloque de poder colonial, formado por oligarquías económicas, ejército, religión y políticos, enmarcado en relaciones de corrupción, violencia y racismo.
Finalizando el tema abordo al ejército, determinante de la colonialidad y el colonialismo, garante de la dominación. En el caso de los países latinoamericanos, me atrevo a formular que el ejército es el Estado.
La invasión de 1,524 fue posible por el ejército español, su tecnología de guerra y la ideología militar: expansionista, racista, violenta y al servicio del poder y de la iglesia. Casi todos los momentos claves de la historia del Estado guatemalteco han sido preñados, concebidos y dados a luz con la venia del ejército. Los enfrentamientos entre élites oligárquicas coloniales, liberales y conservadores, se resolvieron por la vía militar; por ejemplo, las guerras de separación y unificación de Centroamérica, que peleaban intereses económico-coloniales.
La creación de la República de Guatemala, con Rafael Carrera; el Sexto Estado y la revolución liberal de 1871, tuvieron como actor principal y determinante al ejército, que acá se profesionalizó. La dictadura de Ubico fue militar. La revolución de octubre tuvo a militares en el triunvirato que posibilitó un hálito de democracia, aunque de corto plazo.
Militares hicieron fracasar la primavera democrática y fueron quienes dieron luz al emergente movimiento subversivo de 1963 con Yon Sosa y otros oficiales, luego perpetraron el genocidio y la represión. Hay un documento poco publicado, de los comandantes militares del país, dando su visto bueno al gobierno de Julio César Méndez Montenegro, con la condición de que no afectara al ejército, esto dentro de una larga sucesión de militares en el gobierno.
El ejército posibilitó el paso del poder de Mejía Víctores a Vinicio Cerezo, y creímos que los militares se reducirían a sus cuarteles. Y así fue, pero para hibernar y volver esporádicamente a la discusión sobre el Estado, como en el caso de los Acuerdos de paz. De 1985 al 2012, estuvieron invisibles, pero no inactivos. Después de 27 años volvieron al poder con Pérez Molina. Y los gobiernos siguientes, Jimmy Morales y Giamattei: civiles militarizados.
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Esa colonialidad, se refiere también a la sociedad guatemalteca, de mayoría conservadora, también militarizada. Ejemplo, los desfiles con sus bandas que se llamaban de guerra, sus gastadores emulando al ejército alemán, con rifles de madera y revestidos de símbolos militares y la población en general emocionada aplaudiendo, olvidando que la educación es para formarse críticamente no para marchar militarmente. Los concursos de bandas abundan más que los concursos científicos y culturales.
En lo internacional, Evo Morales, fue defenestrado por el ejército que le juró lealtad como su comandante y, hoy, ese mismo ejército acompaña el nuevo presidente Luis Arce Catacora. A Lula, en Brasil, su ejército no lo defendió del ataque de la derecha extrema. Pinochet, se hizo dueño de Chile sin importar la democracia. En México, López Obrador, recién ha dado amplio poder al ejército que paulatinamente está abarcando más funciones en la misma medida en que el narco abarca el territorio total de México:
«En el último mes, el Congreso mexicano aprobó dos reformas a la Guardia Nacional para que las Fuerzas Armadas tomen el control de este cuerpo policial antes civil, las cuales confirman el avance de la militarización en el país.
Durante las últimas dos décadas, más de 200 funciones que ejercían agencias estatales civiles han sido trasladadas a las fuerzas armadas.» [1]
Concluyo reflexionando que, en los planteamientos políticos de partidos de oposición, no hay ninguna referencia al ejército en caso de llegar a gobernar. Incluso en documentos que plantean la plurinacionalidad o refundación del Estado, está ausente la propuesta de la continuidad de éste u otro ejército. Y está omisión es grave ya que, según la historia, es el ejército el que dirá sí o no a la refundación del Estado, dada la debilidad ciudadana de una sociedad colonizada.
Creo, que la colonialidad política nos enajena, nos hace desprender los pies de la tierra y soñar utopías inalcanzables.
[1] The Washington Post. 15 de octubre de 2022
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