Nacionalizar el Estado, es decir, que las instituciones públicas obren para el bien social y no para el bien de unos cuantos. Y, por otro lado, universalizar las políticas sociales, como camino para construir la igualdad y el bienestar.
Las otras dos claves tienen que ver con la necesidad de ejercitar un cuerpo estatal cuyos músculos han sido cercenados o están atrofiados, lo que retarda sus pasos. Pero además, es clave que el Estado tenga capacidad de hablar, escuchar y mediar con la sociedad.
1) Ejercitar los músculos atrofiados de lo público. La idea del Estado pequeño, de mantener con salarios poco atractivos a los empleados públicos, de dejar la planificación por un lado y los presupuestos por otro, junto con la poca generación de información sobre condiciones de vida y la casi nula evaluación de resultados de las políticas públicas, han terminado por atrofiar en muchos sentidos los músculos que el Estado tiene para construir el bienestar de la población.
Frente a esta realidad, la institucionalidad necesita repensarse para hacer frente a todos los desafíos, de corto, mediano y largo plazo. Hace falta un servicio civil que atraiga y retenga a los mejores; instituciones que evalúen el impacto de la política pública y permitan saber si lo que se hace se puede hacer mejor. Todo esto en sintonía con un plan de desarrollo, su planificación y el presupuesto que lo haga avanzar de la buena voluntad política, del discurso, a la acción.
Toca ampliar el espacio de acción del Estado, para que el primer contacto de lo público con los guatemaltequitos del futuro no sea por medio de un policía, sino con una enfermera o una trabajadora social.
No se puede pretender que en el estado actual del Estado, las cosas marchen de maravilla. Es necesario reconstruir los músculos perdidos y ejercitar los músculos atrofiados.
2) Informar, dialogar, escuchar y consensuar con la sociedad. ¿Cómo podemos llegar a ese país que soñamos? ¿Cuánto cuesta? ¿Cómo vamos a ajustar los ingresos públicos? ¿Cuánto me toca aportar a mí y quién se está haciendo la brocha? ¿Qué impacto ha tenido lo que el Estado ha hecho? ¿Qué tan desiguales somos?
Hoy, el Estado subsidia la actividad maquilera, las zonas francas, la minería, el café, el azúcar, las aguas gaseosas. A unos les dice que no paguen impuestos, a otros que paguen lo que les nazca del lingote (no sé si me explico), y a otros los amamanta evitando la entrada de competidores.
Necesitamos que el Estado informe sobre lo que hace y deja de hacer con nuestros recursos. Antes de sentarnos a dialogar debemos tener la información adecuada que permita construir un lenguaje común en torno a los grandes temas de este país: el desarrollo rural, la tenencia de la tierra, la explotación minera, la calidad educativa y su pertinencia cultural, el acceso oportuno a los servicios de salud, la transformación productiva para el desarrollo y lo que debemos hacer frente al calentamiento global.
Legitimar la política fiscal es un punto de partida para hacer madurar la democracia y fortalecer el Estado. Como muy bien apuntan pensadores de la talla universal de don Edelberto Torres-Rivas, la democracia no es compatible con Estados débiles. Pero la democracia tampoco es compatible con ciudadanos conformistas, apáticos o individualistas.
Si de verdad duele tanto pagar impuestos o si de verdad pensamos que este aporte sirve para construir algo que es de todos, entonces debemos ser ciudadanos más activos: participar, preguntar, evaluar y decidir sobre el camino más apropiado para la construcción de una nación en la que quepan, sin discriminación y sin limitación alguna, todos los proyectos de vida pasados, presentes y futuros.
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