En palabras de Augusto de la Torre, la región latinoamericana estaría comenzando a moverse de una situación de ingresos medios, a convertirse en una región de clase media “que es una cosa distinta”.
De acuerdo al informe del Banco Mundial, la clase media en América Latina se ha incrementado en un 50% en los últimos diez años, incorporando en la última década, a más de 50 millones de personas a este grupo de la población. Este crecimiento sería una consecuencia de la combinación de un aumento del PIB, la disminución de la pobreza, y una mejoría en los ingresos de los hogares.
¿Qué es la clase media? Al no existir una definición uniforme, la respuesta depende de a quién se pregunte. Para los economistas, el criterio viene dado por los ingresos –con un límite inferior de US$ 10 y superior de US$50 al día. Para un sociólogo o politólogo, el factor educación secundaria terminada, la propiedad de un bien inmueble, o un empleo manual son los elementos distintivos. Para algunos analistas políticos, como Moisés Naím del Carneige Edowment for International Peace, la clase media constituye un motor de cambios en las estructuras de poder tradicional, al provocar y realizar cambios sobre la base de la demanda de servicios y bienestar.
Varias reflexiones han surgido alrededor de este informe. Se considera que este crecimiento de la clase media se ha visto favorecido por la bonanza que ha conocido la región, en medio de la crisis económica mundial, especialmente en función del incremento de la demanda de materias primas por parte de China, cuya clase media también ha experimentado un importante crecimiento en los últimos años.
Algunos economistas han empezado a expresar su preocupación por la sostenibilidad de este crecimiento, y varios profesionales de las ciencias sociales han empezado a reflexionar sobre el marco de garantías sociales y las posibles transformaciones que una clase media podría exigir en la región.
El informe en mención propone una “fotografía” de la clase media latinoamericana: las cabezas de los hogares tienen más años de escolaridad, viven en centros urbanos y se desempeñan en un empleo formal en la empresa privada, en los sectores de servicios, salud o educación. Los hogares de clase media tienen menos hijos, que van en su casi totalidad a escuelas privadas. Las mujeres participan en el mercado laboral. La clase media no trabaja en el sector público. De hecho, los ricos serían con mayor frecuencia quienes se emplean en ese sector.
El optimismo y los debates interminables estarían servidos para los espacios académicos, de no ser porque en el mismo informe, el Banco Mundial identifica en América Latina lo que denomina como una “cuarta clase”, que de hecho es el sector mayoritario en la región (38% del total de la población). Este grupo, que vive entre la pobreza y la clase media, con un ingreso de entre US $ 4 y US $10 al día, se constituye por aquellos hogares que por su estructura de ingreso, tendrían una probabilidad relativamente alta de vivir episodios de pobreza en el futuro. El Banco Mundial ha optado por adjetivar a este grupo como “vulnerables”. Los grupos vulnerables se caracterizan por la poca escolaridad, viven en medios rurales, y urbano marginales, se desempeñan en empleos precarios y de bajos ingresos en la economía informal, no gozan de protección de la seguridad social… todo un canto a la exclusión, al estilo Ciudad de Dios.
Pese a los rimbombantes anuncios sobre la clase media, el informe del Banco Mundial parecería haber redescubierto las dimensiones de la economía informal en América Latina, llamándola con un nuevo nombre… y sugiriendo las mismas soluciones desde las políticas públicas para el abordaje de esta problemática: embarcarse en la reforma del sistema de seguridad social, romper el círculo vicioso de la mala calidad de los servicios públicos y los bajos impuestos, abordar la temática de igualdad de oportunidades…
En resumen, si se quiere ver las cosas desde un punto de vista pragmático, estamos como al principio. La mayoría se conforma de excluidos, que ahora denominamos vulnerables, que enfrentan los mismos retos y dificultades para su incorporación al sector principal de la economía… con la diferencia que ahora tenemos más y más educados en la clase media.
Más de este autor