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Los mexicanos son, en muchos aspectos, un espejo grande de lo que los guatemaltecos podríamos ser, tanto en lo bueno como en lo malo.  En la ciudad más poblada del mundo, al igual que en Guatemala, la corrupción y la violencia son la regla. Al prender el televisor se escuchan noticias sobre muertes y la lucha contra el narcotráfico, en las calles los narcocorridos, en los periódicos se lee sobre corrupción y  alianzas entre partidos políticos y el narco, no hay espacio para la esperanza de un mejor candidato porque la gente ya está harta.

En Guatemala estamos a unos días de que el presidente electo tome posesión e inicie el nuevo gobierno. Esto genera altas expectativas de cambio, estamos a la espera de las soluciones que para nuestro país tiene el nuevo Señor Presidente, el nuevo Mesías. Sin embargo, en el fondo todos sabemos que no hay mucho qué hacer, que la clase política es siempre igual.

El político en México y en Guatemala es la persona que responde a intereses de quien lo llevó al cargo, sea el narco, las iglesias, los empresarios o algún otro grupo de poder. Nadie llega sin el apoyo de estos grupos porque nuestro sistema electoral está hecho para que eso suceda y porque nosotros los votantes lo permitimos. Y como no hay almuerzo gratis, llegar al poder tiene un precio, los políticos tienen una agenda preestablecida que les permite un espacio pequeño de acción fuera de la ya determinada por los grupos de poder. Es ahí donde la democracia pierde credibilidad, porque a nosotros, los ciudadanos, no nos queda de otra más que esperar porque en ese pequeño espacio se haga algo bueno.

Oh! y ahora ¿quién podrá ayudarme?  Nadie más que nosotros mismos, cuando los habitantes de Guatemala nos convirtamos en ciudadanos empoderados vamos a darnos cuenta de que ser ciudadano es estar consciente de los beneficios de vivir en sociedad. Que vivir en sociedad no es hacer lo que nos convenga a nosotros en ese momento pasando sobre quien sea porque quiero y puedo.

La Constitución Política de Guatemala establece cuáles son los derechos y deberes ciudadanos. Casi nadie los conoce y muchos menos son aquellos que vuelven esas palabras en realidad con sus actos. Para nombrar solo algunos de los que establece el artículo 136 están: servir y defender a la patria, cumplir y velar porque se cumpla la Constitución, trabajar por el desarrollo de los guatemaltecos, contribuir a los gastos públicos, cumplir con las leyes, entre otras. Ser ciudadano no es una cuestión del diente al labio, es hacer no decir. Ser ciudadano es una tarea que cuesta pero que garantiza la convivencia en paz y armonía, o al menos ese es el ideal democrático.  

En lugar de poner todas nuestras esperanzas en el nuevo presidente, considero que debemos empezar nosotros los habitantes a ser menos inconscientes de los deberes que como ciudadanos tenemos. De esta forma los políticos tal vez se transformen también en ciudadanos y tengan como prioridad la construcción de un nuevo país.