En 2013, el presidente guatemalteco Pérez Molina le dijo a Univisión1 que cuando estuvo al mando de la Dirección de Inteligencia Militar él mismo interrogó a El Chapo Guzmán en Guatemala en 1993. Este exoficial militar cuenta que así supo que habían frustrado una operación del narcotraficante en El Salvador. «Él dijo que iba a dar información importante si se le dejaba ir, y la información que nos dio era que en el puerto Acajutla, en El Salvador, él iba a recoger cinco toneladas de cocaína», reveló el general retirado. «Nosotros inmediatamente trasladamos la información para Inteligencia en El Salvador», y allá «capturaron esas toneladas que él dijo».
Pérez Molina aseguró que la Dirección de Inteligencia (D-2) detuvo a El Chapo cuando se dirigía desde la capital guatemalteca a El Salvador, y que ni siquiera logró salir de Guatemala. Sin embargo, Carrillo Olea afirma que el Centro de Planeación para el Control de las Drogas (CENDRO) «le avisó al gobierno de Guatemala que Guzmán Loera había cruzado la frontera, y que de ahí se había dirigido hacia El Salvador». El general mexicano dijo que el narcotraficante sí llegó a El Salvador, y que los militares guatemaltecos lo capturaron en el momento en que regresaba a Guatemala. ¿Por qué la contradicción? Es un misterio. Carrillo Olea dijo que El Chapo quizá pasó incluso por Honduras, mientras intentaba evadir a las autoridades.2
Ahora Héctor Rosada cree que la captura de El Chapo fue un simple asunto de mala suerte. «El Chapo no venía para Guatemala, iba a Honduras, según dicen», parece que pasó a El Salvador «y se regresó por algo, y en ese regresón, ¡pas! Lo agarraron», dice el politólogo. Esta versión coincide con la de Carrillo Olea. Si el exmilitar mexicano ubicó a El Chapo en San Cristóbal de las Casas, era factible que este desde allí se dirigiera a Guatemala y recorriera el noroccidente del país vía San Marcos o Huehuetenango, Alta Verapaz e Izabal, para llegar a la frontera este de Guatemala y a Honduras.
¿Por qué Honduras? Por un posible vínculo con el traficante hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros, quien fue proveedor de Miguel Ángel Félix Gallardo, el Padrino y Jefe de Jefes, para quien El Chapo trabajó hasta su captura en 1989. Matta Ballesteros tenía contactos en el cártel de Medellín, y la Agencia Federal Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) lo conocía bien, pero la D-2 no tenía idea de cuán prolífico era el narcotráfico en Honduras y si había vínculos entre ese país y Guatemala. Un exjefe de Inteligencia Militar revela que desde 1991, entre el noroccidente de Honduras y el nororiente de Guatemala, había propiedades con extensiones en ambos países que «prácticamente eran tierra de nadie». Sin embargo, según él, la relación de narcotráfico entre Guatemala y Honduras se identificó hasta 2008, «después de la caída de Juancho León», un narcotraficante guatemalteco que los Zetas asesinaron en marzo de ese año. Esto, 15 años después de la captura de El Chapo en Guatemala y siete años después de su fuga en 2001 de una cárcel mexicana. Pero en 1993 Honduras tampoco estaba en el radar, por lo que la atención se centró en El Salvador.
«Total, llega a El Salvador», afirmó Carrillo Olea con seguridad, respecto a El Chapo.
Nos comunicamos con El Salvador, y a ellos les tiemblan las piernas. Las autoridades informan: «Sí, aquí está detectado». Nosotros les decimos: «Deténganlo». Y no lo detienen; nada más lo asustan, como si fuera una rata. Le hacen notar que ya lo vieron. Después se regresa a Guatemala.
El 16 de octubre de 2009,3 el exmilitar mexicano le relató esta historia a la periodista mexicana Anabel Hernández, quien la incluyó en su libro Los señores del narco, publicado en noviembre de 2010.
Pero en 2012, tan seguro estaba todavía este exmilitar mexicano de cuanto decía, que repitió la anécdota en una entrevista con la periodista mexicana Carmen Aristegui, en CNN en Español.
Carrillo Olea, creador en 1989 del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), un servicio de inteligencia mexicano, dijo que México era parte de un sistema interamericano de inteligencia que permitía el intercambio de información y el contacto con Guatemala y todos los países centroamericanos. El quid pro quo les facilitó la comunicación con la D-2 guatemalteca para seguirle la pista a El Chapo. «Lo ubicamos en El Salvador», le dijo el exmilitar mexicano a Aristegui.4 «Las autoridades salvadoreñas no quisieron entrarle al toro, pero hicieron el ruido suficiente para que este señor regresara a Guatemala.»
Si había una razón atrás de la inacción de los salvadoreños para capturar a El Chapo, no era el miedo hacia el narcotraficante. La Policía Nacional de El Salvador estaba en un proceso de transformación a la profesional Policía Nacional Civil, como parte de los acuerdos de paz. Pero esta policía civil todavía tenía algunos cuadros poco idóneos, por eso permanecía bajo la lupa, en especial de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL). Poco antes, la policía salvadoreña había capturado a un narcotraficante colombiano y, sin trámite legal alguno, lo entregó a autoridades estadounidenses que lo llevaron en un vuelo directo hacia Es- tados Unidos. Según el periodista costarricense Lafitte Fernández, ONUSAL criticó «el servilismo hacia la DEA… y las violaciones de derechos humanos».5 Con ese escarmiento de antecedente, y como a México le urgía ponerle las manos encima a El Chapo, Fernández explica que los salvadoreños encontraron la salida en «espantarlo» para que huyera hacia Guatemala. Así trasladaron el dilema a las autoridades guatemaltecas. Pero no todos en la D-2 se afanaban con los legalismos, y algunos oficiales se limitaron a cumplir órdenes. Bueno, más o menos.
Ante los diversos testimonios que ubican a El Chapo en El Salvador, asombra la insistencia de Pérez Molina respecto a que el narcotraficante no llegó a ese país, si se considera que él era el director de la D-2. Esta contradicción obliga a preguntar cuán presente estuvo en realidad en la operación de captura en Guatemala, considerando que algunas fuentes recuerdan que desapareció durante varios días después del Serranazo. Más de 20 años después, Pérez Molina se niega a hablar del asunto aunque el periplo de El Chapo en El Salvador parece un hecho.
Bajo el titular «La historia no contada de El Chapo Guzmán en El Salvador», Fernández narró cómo este narcotraficante «acompañado de unas chicas y de sus amigos mexicanos que trajo a El Salvador» escuchó «mariachis en la plaza El Trovador, en San Jacinto», un sitio de diversión en la capital salvadoreña. Durante horas pidió baldes de cerveza, tequila por botella, y encargó una canción tras otra a los mariachis salvadoreños. «Canten como me gusta, con fuego en el pecho», les decía, mientras les entregaba billetes de cien dólares. Llevaba, oculto en maletas, «poco menos de dos millones de dólares en efectivo para sus gastos».6 Esos gastos incluían el pago a salvadoreños que le garantizaban su seguridad mientras él se divertía, entre ellos, dos militares.
Pero El Chapo ya ebrio, con la cabeza orondamente cubierta por un sombrero charro, no advirtió que a distancia varios sujetos lo fotografiaban, a él y a su séquito. Quizá por ello, luego la prensa reportó con tanta certitud que lo acompañaban su novia María del Rocío del Villar Becerra y sus cómplices de lavado de dinero y escoltas Martín Moreno Valdez, Manuel Castro Meza, Baldemar Escobar Barrasa (o Barraza) y Antonio Mendoza Cruz. La prensa también relató que ampliaron el grupo de parranda con prostitutas que El Chapo mandó a traer de prostíbulos cercanos. Y es que semejante juerga tenía un propósito para el narcotraficante: celebrar que sus amigos y escoltas le salvaron la vida en el aeropuerto de Guadalajara unos días antes.
Mendoza Cruz, un exmilitar conocido con el alias El Primo Tony,7 y Moreno Valdez acompañaban a El Chapo cuando ocurrió la balacera en el aeropuerto de Guadalajara, el 24 de mayo de 1993. Mendoza Cruz fue un militar destacado en Tepic, Nayarit, el chofer y escolta de El Chapo, y uno de sus lugartenientes más fieles. Moreno Valdez era su contador. Llegaron en un Century azul blindado. Algunos reportes indican que ocho escoltas protegían a El Chapo; otros, que seis. Unos viajaban en el vehículo. Otros vigilaban el perímetro del lugar a pie.
Un reporte de Univisión reveló que escucharon los primeros disparos después de estacionar el vehículo en la entrada de la terminal aérea.8 «“¡Corre, corre, porque hay gente armada!”, le gritó Mendoza Cruz a El Chapo», según el reporte. El capo se avalanzó al suelo y gateó hasta entrar al aeropuerto. Lo protegió Mendoza Cruz. Dos pistoleros de El Chapo murieron en la balacera. Al menos dos de los sobrevivientes huyeron con él: Mendoza Cruz, que sacó a El Chapo del aeropuerto en medio de la refriega, y Escobar Barrasa, quien junto a El Chapo, El Güero Palma, y otros sujetos, protagonizó un ataque armado en la discoteca Christine de Puerto Vallarta, Jalisco, seis meses antes contra los hermanos Arellano Félix.9 Los hermanos llegaron al aeropuerto de Guadalajara para volver a Tijuana, después de que buscaron infructuosamente a El Chapo para vengarse por el ata- que en la discoteca. Nadie se explica cómo este sujeto escapó ileso sin más ayuda que la de sus escoltas desarmados. Por eso, a El Chapo no le faltaban razones para celebrar, aun si en ese momento era el prófugo más famoso de México.
Mientras El Chapo celebraba, el general Carrillo Olea le informó a las autoridades de El Salvador que el narcotraficante estaba en ese país. La DEA también sabía dónde estaba; le seguía la pista. Si había montado el operativo para capturarlo en Guatemala, era lógico que siguiera sus pasos hasta allí.
Ante estos indicios y relatos, la versión de Pérez Molina de que el prófugo nunca llegó a ese país se va quedando sin sustento. El único detalle con eco es que otras fuentes indican que para finales de mayo había un masivo cargamento de cocaína en El Salvador y tenía como destino México. Las declaraciones oficiales del abogado mexicano José Alfredo Andrade Bojorges10 revelaron que sí existía tal cargamento, pero que El Chapo no era el designado para supervisar su recepción. Andrade Bojorges tenía una amistad cercana con Sergio Aguilar Hernández, abogado de Amado Carrillo Fuentes, alias El Señor de los Cielos y líder del cártel de Juárez. Quizá por eso supo que este capo le ordenó a El Chapo dejar la plaza de Guadalajara y marcharse a Nayarit, bajo la supervisión de Héctor El Güero Palma Salazar.
Según el abogado Andrade Bojorges, El Chapo trabajó para Carrillo Fuentes en Guadalajara. Supuestamente, le supervisó el transporte de algunos cargamentos. Pero Michael Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la DEA, y exagente especial encubierto en México, asegura11 que El Chapo nunca trabajó para Carrillo Fuentes y que en 1993 ambos tenían posiciones establecidas en el narcotráfico. «Realmente no necesitaban uno del otro, pero es posible que ocasionalmente cooperaban al compartir corredores de trasiego, protección, etcétera», dice Vigil.
Sea cual fuere el caso, El Chapo ignoró la orden de Carrillo Fuentes, se marchó a Guatemala y El Salvador, y en su lugar envió a Tepic, Nayarit, a Moreno Valdez, uno de los sujetos que lo sacó del aeropuerto de Guadalajara. Se desconoce si Moreno Valdez fue a Nayarit antes de acompañar a El Chapo a Guatemala y El Salvador.
La rebeldía de El Chapo quizás explique por qué el 25 de mayo de 1993 El Señor de los Cielos le ordenó a El Güero Palma «detener dos toneladas de cocaína en El Salvador» que tenían como destino México, y
«que se comunicara con la gente que estaba vigilando a El Chapo».12 Palma y Carrillo Fuentes estaban reunidos en una residencia de este en Cuernavaca, Morelos, en compañía del abogado Aguilar Hernández. Se presume que él le relató la historia después a Andrade Bojorges. Este abogado dijo luego que Carrillo Fuentes proporcionó información para la captura de El Chapo Guzmán, en El Salvador y Guatemala, por medio de El Güero Palma, quien a su vez la facilitó a autoridades mexicanas.13
El abogado de la Arquidiócesis y Arzobispado de Guadalajara, José Antonio Ortega, también se dedicó a difundir la versión del abogado de El Señor de los Cielos: dijo que Carrillo Fuentes «entregó detalles de la ubicación de Guzmán». Agregó que «por la entrega pactada con Amado Carrillo Fuentes, lo tuvieron que entregar».14
Creer en esta versión significaría que la D-2 de Guatemala no tuvo mérito alguno en el operativo de ubicación y captura, y que incluso hasta Estados Unidos se sirvió de la información que salía de El Señor de los Cielos para cazar a El Chapo. Esto habría sido un déjà vu de cuanto ocurría con Pablo Escobar en Colombia, cuando los Perseguidos por Pablo Escobar (PEPES), que incluían a sus acérrimos enemigos del narcotráfico, filtraban a las autoridades colombianas detalles de la ubicación de Escobar para que lo capturaran o lo mataran en un enfrentamiento.
Aun así, Carrillo Olea no se la creía. «No es así porque restaría mucho el mérito de la operación», le dijo a Univisión. «Tendría yo que decir es una mentira muy cínica.»
Pero si Carrillo Fuentes sabía que El Chapo estaba en El Salvador y pensaba que era una bomba de tiempo, seguramente no lo quería cerca de la carga, y una forma de alejarlo era delatarlo, entregarlo. No obstante, El Chapo no se afanó. Llegó a El Salvador y se permitió una noche de juerga, sólo para luego revelar los detalles
de la carga a los militares en Guatemala días después.
Ahora, un detalle no coincidía: la declaración del abogado Andrade Bojorges revelaba que la carga que le preocupaba a Carrillo Fuentes era de dos toneladas. Pero Pérez Molina dijo que El Chapo le habló de un cargamento de cinco toneladas, y que al trasladar la información a El Salvador, las autoridades incautaron la droga. Luego, mientras el narcotraficante ya estaba bajo la custodia mexicana, la prensa salvadoreña publicó la incautación de seis toneladas de cocaína en la bodega San Jorge, en la calle San Antonio Abad de San Salvador, mas ninguna captura. Algunas publicaciones se referían a dos toneladas o 2 000 kilos.15 Si las cinco toneladas que menciona Pérez Molina, o las seis que indican algunos reportes de prensa, eran el dato correcto, es probable que la carga completa tuviera varios dueños y que a Carrillo Fuentes sólo le pertenecieran dos toneladas. También es probable que alguien aquí mintiera.
El trasiego de cocaína por la costa sur de El Salvador permaneció vigente nueve años después, luego de la primera gran fuga de El Chapo de la cárcel en 2001, y aún permanece vigente. Ese país y Guatemala son parte del puente de cocaína entre Colombia y México que los cárteles colombianos y mexicanos montaron en Centroamérica. Y este es un capítulo del narcotráfico que la captura de El Chapo en Guatemala no cambió.
Fragmento del libro El Chapo Guzmán: La escala en Guatemala, de Julie López (Temas de hoy, 2016), reproducido con autorización de Editorial Planeta Mexicana.
NOTAS
1 Gerardo Reyes, «Otto Pérez, habló por primera vez con Univisión sobre la detención de El Chapo en 1993» [en línea], Univisión Investiga, 8 de noviembre de 2013 (minuto 00:55) . [Consulta: 21 de enero, 2016.]
2 Anabel Hernández, Los señores del narco, México, Grijalbo, 2010, p. 23.
3 Ibid., p. 20.
4 Carmen Aristegui, «El Chapo se fugó hace 11 años. No conviene capturarlo. Jorge Carrillo Olea» [video en línea], CNN en Español, 23 de enero, 2012. [Consulta: 17 de diciembre, 2015.]
5 Justo 10 años después, en septiembre de 2003, El Salvador volvería a hacer exactamente lo mismo con el guatemalteco Byron Berganza, a quien la policía salvadoreña entregó sin chistar a agentes de la DEA, quienes el mismo día lo enviaron en un avión de la agencia hacia Estados Unidos, donde fue condenado por narcotráfico y en la actualidad cumple una condena de 22 años de cárcel. La versión oficial de entonces es que Berganza entró de forma ilegal a El Salvador y lo expulsaron, pero no a su país de origen sino a las manos de la DEA. Véase Lafitte Fernández, «Especial: La historia no contada de El Chapo Guzmán», en Diario1.com [en línea], 23 de febrero, 2014 <http:// diario1.com/zona-1/2014/02/la-historia-no-contada-de-el-chapo-guzman-en-el-salvador/>. [Consulta: 18 de diciembre, 2015.]
6 Idem. Lafitte Fernández también publicó en Guatemala el libro Crimen de Estado, acerca del asesinato de tres diputados salvadoreños del Parlamento Centroamericano y su chofer en 2007 en Guatemala, y la vinculación del móvil con el narcotráfico y con autoridades policiacas en el múltiple crimen.
7 Los exmilitares que estuvieron al servicio de El Chapo [en línea], en Univision.com, 16 de marzo, 2014. [Consulta:
20 de diciembre, 2015.]
8 Casto Ocando y María Antonieta Collins, El eterno fugitivo: Salto a la fama [en línea], en Univision.com. [Consulta: 17 de diciembre, 2015.]
9 Cayetano Frías Frías, «Cumplió El Güero Palma su sentencia relativa a portación de arma de fuego», en La Jornada [en línea], 27 de diciembre, 1997. [Consulta: 17 de diciembre, 2015.]
10 A. Hernández, op. cit., pp. 27-33. El abogado Andrade Bojorges rindió su declaración el 9 de marzo de 1999 ante el Ministerio Público Federal, la cual está asentada en la averiguación previa SE/001/95. Según Hernández, la declaración forma parte de la investigación del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. El abogado publicó en 1999 el libro Historia secreta del narco. Desde Navolato vengo (México, Océano, 1999), acerca de Amado Carrillo Fuentes.
11 Michael Vigil, entrevista vía correo electrónico, 19 de diciembre, 2015.
12 A. Hernández, op. cit., p. 32.
13 Ibid., p. 42.
14 Gerardo Reyes, «El Chapo. Episodio 3: El eterno fugitivo: arresto y fuga» [en línea], Univisión, s. f. / Julio César Sánchez, «Otto Pérez Molina sí recibió dinero del Chapo, aseguran especialistas en narcotráfico» [en línea], IJS News, México, 8 de septiembre de 2015 (minuto 00:33). [Consulta: 21 de enero, 2016.]
15 L. Fernández, op. cit. Óscar Trabanino, «El Salvador debe de estar en la mira de los EE.UU.» [en línea], <http://www.mombu.com/culture/el-salvador/t-el-salvador-debe-de-estar-en-la-mira-de-los-eeuu-6543621.html>. [Consulta: 21 de diciembre, 2015.]