«¿Sobre qué escribís?», me preguntan. Básicamente, sobre política para la gente y el reto de fortalecer la democracia, si bien Visa para un sueño fue originalmente concebida para compartir reflexiones y análisis de una inmigrante chapina de primera generación en el Norte. El título me lo robé de la famosa canción de Juan Luis Guerra. Y no es que considere que con emigrar a los Estados Unidos se saca una la lotería y se consigue el sueño americano, mito cada vez más cuestionado.
En realidad, no hay visa alguna que pague el precio de dejar una sociedad y empezar desde cero, cualquiera que sea la circunstancia (forzada o voluntaria) de partir, solo para después descubrir que nunca se ha partido, sino que se termina viviendo en mundos paralelos. Me pregunto cuántos más sufren de este tipo particular de bipolaridad. Seguramente más de lo que pensamos, pues todos somos migrantes o nómadas en algún grado.
Con el tiempo me doy cuenta de que me he dado a la tarea de escribir para comparar realidades y soñar con propuestas de sociedades menos excluyentes, donde el pacto político-social sea el de hacer asequibles las oportunidades de prosperidad para todos sin distingo alguno y preservando nuestra casa común, que es el planeta.
Contrario a los que desearían amurallarnos, la rapidez de la información no hace más que derribar muros y hacernos a todos, de alguna forma, pontífices en el significado original del término pontifex en latín, o sea, los encargados en la antigua Roma de construir puentes. Gracias a las nuevas tecnologías me apetece la idea de crear puentes de entendimiento, acercamiento e intercambio entre realidades tan distintas, pero con rasgos en común. ¿Cómo se convive en sociedades que siguen produciendo desigualdad, violencia, racismo y modelos políticos y económicos casi agotados? ¿Hay alternativas cuando las propuestas políticas progresistas parecieran estar en retroceso?
Repaso algunos temas de mis columnas, y el balance, como todo, tiene claroscuros. Escribí sobre la efervescencia de los nuevos movimientos sociales a raíz de la Primavera Árabe de 2011, aunque no resolvieran completamente la suerte de países sumidos por décadas en regímenes autoritarios, donde las instituciones siguen siendo muy frágiles y letales, lo cual constatamos al ver el caso de Siria.
Comenté sobre las desigualdades, la austeridad y los aspectos positivos del segundo mandato de Obama, aunque estos no calaran en esas mayorías silenciosas que ahora optan por que un régimen plutocrático nacionalista blanco les devuelva ese derruido sueño americano con Trump. La política de la(s) identidad(es) hierve cada día más.
Observé con optimismo a la ciudadanía organizada alrededor de Ocupa Wall Street, #RenunciaYa y #JusticiaYa en Guatemala. Dichos esfuerzos fueron exitosos en cuanto a concientizar sobre la corrupción, la avaricia, las propuestas neoliberales, y derrocar un gobierno, pero las propuestas políticas electorales y la capacitación de nuevos políticos todavía están en construcción, con obstáculos ligados a sus respectivos sistemas político-partidarios, todavía dominados por intereses corporativos y por atavismos ideológicos.
Dentro de los temas migratorios (reforma que equivocadamente pensé que vendría en el segundo mandato de Obama) destaqué el ímpetu de los jóvenes inmigrantes indocumentados por cambiar la narrativa migratoria y las asertivas campañas por los derechos culturales y de la diversidad sexual como base para ensanchar la democracia. Pero, como acabamos de atestiguar, estos se volvieron sinónimos de preferencias y privilegios culturales para la extrema derecha, cuando las políticas de inclusión no le quitan nada a ninguno, sino que son beneficiosas desde todo punto de vista, sobre todo económico.
¿Qué nos espera en los próximos cinco años? Si este periódico lo permite, seguiré tomando el pulso y me daré visa para seguir soñando. Ojala el próximo lustro sea un ciclo al final del cual hayamos intentado desafiar la imaginación, ofrecido esperanza de cambios y propuesto espacios de discusión para una resistencia ciudadana concertada y, con ello, el rechazo de una época reaccionaria todavía incierta.
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