En El financiamiento de la política en Guatemala, la Cicig ha sabido resumir y explicar la disfuncionalidad del sistema electoral y de partidos políticos. Sin duda, la Cicig vuelve a poner el dedo en la llaga, ya que esa disfuncionalidad es uno de los impedimentos para nuestro desarrollo, el respeto a los derechos humanos y lograr que el Estado cumpla sus funciones básicas. En tanto continúe, dinamizará y perpetuará la tragedia cotidiana en Guatemala: pobreza y subdesarrollo, violencia, impunidad e injusticia, etc.
En este informe, la Cicig no nos dice nada nuevo. Es una colección de secretos a voces que la ciudadanía consciente y crítica conoce muy bien, pero que sacuden a la sociedad. La Cicig recolecta datos e información bien conocida que le permiten retratar por qué la elección de autoridades vía el voto no nos funciona bien como mecanismo democrático para resolver nuestros problemas.
Su lectura confirma cuán podrida está la política partidista en nuestro país y produce un sentimiento de desolación total. El grado de perversidad de los actores que describe Cicig, conocidos todos por ser figuras públicas, es intimidante. Saberlos impunes, gozando de los réditos de sus fechorías y de cómo se han enriquecido y viven cómodamente de lucrar con la desgracia de otros, produce cansancio y desasosiego.
Entonces, ¿es este informe un documento que dice que Guatemala no tiene remedio y que estamos derrotados, vencidos por una gavilla de políticos corruptos, la peor lacra de nuestra sociedad? No, por favor. La sistematización que logra este informe de la profundidad de la podredumbre en la plutocracia imperante debería ser usada como una guía de acción para enfrentarla y derrotarla.
No pienso en mi generación y en las anteriores, que sí hemos sido derrotados una y otra vez por este sistema político inmundo, sino en la juventud de hoy, que no quiere continuar inmersa en la porquería en expansión: en esas muchachas y esos muchachos en cuyas venas fluye valentía y que quieren dejar de sentir miedo cada vez que les roban, que sienten la urgencia de encontrar una forma inteligente, pacífica y valiente de vencer el poder impune y criminal de un arma en la mano de un delincuente.
Jóvenes que no quieren recurrir a la violencia o igualarse a sus agresores, sino que buscan la honestidad y desean vivir bien y en paz. Quieren ser más poderosos que los millones de los financistas de las campañas electorales y los corruptos sin volverse ellos viles y corruptos. ¿Cómo podemos las generaciones adultas de hoy legar a esta juventud viva un país y una sociedad mejor?
Con sus investigaciones y solicitudes de antejuicio, la Cicig nos ha abierto un resquicio de esperanza. Nos ha demostrado que sí se puede desafiar a esta clase de parásitos, lo que para mi generación constituye la última oportunidad de lograr una victoria, cuyos resultados seguro no gozaremos nosotros, pero sí las generaciones venideras.
¿Cómo? Propongo dos áreas puntuales y viables, motivado y basado en los hallazgos y las conclusiones del informe de la Cicig: 1) hacer sentir al Congreso presión ciudadana para aprobar reformas contra la corrupción, en particular exigir la prohibición de que los financistas de campañas electorales sean proveedores o contratistas del Estado, entre otras; y 2) rechazar manifestaciones en contra de las investigaciones de la Cicig, no ceder a las provocaciones a la violencia y, por supuesto, no votar por candidatos señalados de corrupción.
Acá solo dos ideas de cómo usar este informe de la Cicig como una guía para la acción. Seguro hay muchas más. ¡Adelante!
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