China es actualmente el mayor acreedor del Ecuador. Los bancos de Importaciones y Exportaciones (EXIMBANK) y de Desarrollo Chino han otorgado al Ecuador alrededor de 7,600 millones de dólares en los últimos diez años, a través de las compras adelantadas de crudo, créditos de libre disponibilidad, y la construcción de mega proyectos de generación eléctrica. Estos recursos han ayudado al gobierno de Ecuador a superar su déficit presupuestario durante los años de la crisis económica.
El caso ecuatoriano es un ejemplo de la política china en la región. De acuerdo a un reciente informe de la CEPAL, China es el mayor destino de exportaciones para Brasil y Chile, y el segundo para Argentina, Costa Rica, Cuba y Perú. Adicionalmente, empresas chinas arriendan importantes extensiones de tierra en Argentina, dedicadas a la producción de alimentos. Esta política de inversiones se ha visto acompañada por una ofensiva diplomática para desplazar a Taiwan de la región, comprando aliados a través de las inyecciones de capital, e inclusive, estadios de fútbol, como el inaugurado en San José de Costa Rica en marzo de 2011.
Con un crecimiento del 8.7% en 2009, mientras las economías de los países desarrollados se hundían, el modelo chino se ha basado en paquetes de estímulo interno, que han incluido una apuesta por la expansión crediticia. Ese mismo año, China desplazó a Alemania como el mayor productor mundial de mercancías, y de acuerdo a estimaciones de The Economist, en 2018, China superaría a los Estados Unidos como la mayor economía del mundo. Siguiendo a la CEPAL, China podría desplazar a la Unión Europea como el segundo socio comercial de América Latina para mediados de esta década.
La influencia de China se extiende a toda la región del Asia-Pacífico. En el contexto de la actual crisis económica, las esperanzas de Australia están puestas en que la economía china no sea severamente afectada por la recesión que se espera en los Estados Unidos y Europa. Un reciente estudio realizado por The Age, uno de los mayores diarios australianos, lanza una señal de optimismo entre economistas de ese país, quienes consideran que la economía china no se desacelerará en demasía, lo que permitiría a Australia mantener su propia prosperidad, basada en la provisión de materias primas a Pekín.
Pese a todas estas señales de oportunidad, la relación comercial entre China y América Latina se podría caracterizar de manera muy clásica: Latinoamérica exporta recursos naturales y materias primas, y las importaciones desde China devuelve bienes manufacturados. La CEPAL sugiere que el reto esencial de los países latinoamericanos debería concentrarse en preparar de manera coordinada un escenario técnico propicio para la suscripción de compromisos políticos que permitan contar con un marco para atraer la inversión en áreas como comercio, infraestructura, e intercambio tecnológico, mientras se implementan medidas para generar un valor añadido a los productos latinoamericanos.
El componente político de esta relación no debe ser perdido de vista. Washington seguramente mirará con recelo la presencia china en una región en la cual muchos regímenes le son adversos. Por otra parte, entre las élites locales ha surgido la esperanza que la llegada de capitales chinos, les permitan deshacerse de esos “incómodos” entes de cooperación que exigen cumplir con estándares en derechos humanos y laborales, así como elevar las cargas tributarias a cambio de inversión.
Seguramente veremos todavía mucho desarrollo de esta historia, que acaba de empezar.
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