La noche del recién pasado 30 de abril, muchos peteneros vieron una luz que atravesó la atmósfera, escucharon una explosión y luego, sintieron un sismo de mediana intensidad.
La información sobre la caída de un cuerpo celeste fue confirmada por el Comando Espacial Norte de Estados Unidos.
En Guatemala, las posibilidades que se barajaron como causa fueron: 1. Un meteorito proveniente del espacio exterior. 2. Fragmentos de algún satélite que se desplomó y 3. Una nave —avión, transbordador u otra como un avión de guerra— que se hubiere estrellado en algún lugar de Petén. Y no faltó quién asociara los hechos al 13 Bak´tun como predicción del fin del mundo.
Nadie consideró una cuarta contingencia: Una nave volviendo del espacio que habría roto la barrera del sonido sobre Guatemala pero, ¿cómo explicar el sismo?
El director del INSIVUMEH explicó que “a diario caen en el mundo unas 40 toneladas de micrometeoritos”, sin embargo, también manifestó: “Podría ser chatarra espacial”. Un exgobernador de aquel departamento aparentemente fotografió el meteoro y hubo reportes de que, en Honduras, se percibió el mismo fenómeno.
En ese contexto, un amable lector de Altazor me pidió escribir acerca de lo sucedido y por ello, decidí hacer un análisis a la luz de hechos comprobables.
Llama la atención que, después de las primeras noticias, el silencio ha sido la constante tanto en autoridades locales como nacionales.
Si un meteorito se estrelló y hubo un sismo, tuvo que haber quedado, cuando menos, un cráter a la vista en algún lugar de Petén o Yucatán. Asumido el hecho, ¿por qué razón no se ha noticiado?; si fue un satélite o un fragmento de tal, ¿dónde cayó y cuáles fueron y/o son los riesgos?
De satélites descontrolados tenemos mucha evidencia: El 27 de septiembre de 2011 la NASA informó de la caída del Satélite de Investigación de la Atmósfera Superior, que ese mismo año, tomó un rumbo impredecible y según Reuters, cayó a tierra después de 20 años de servicio. Ya estaba fuera de uso. Y en relación a Guatemala, sabemos de los fragmentos que cayeron el año 2003 en varios lugares del país.
Según noticias de prensa, el domingo 27 de mayo de 2003, sobre Jalapa y Escuintla, se oyó una fuerte explosión y luego cayeron del espacio fragmentos metálicos parecidos a esferas, con un eje metálico, supuestamente partes de un sistema generador de energía.
Los desplomes acontecieron sobre el barrio El Calvario, de Mataquescuintla, Jalapa, lugar donde cayó una esfera que describieron “como una bola de lana”. Otra esfera aterrizó descontroladamente en la finca Tehuantepeque, Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla; era más pequeña, su circunferencia no pasaba de 60 centímetros. Y un tercer trozo tomó tierra en una parcela ubicada en el Parcelamiento Velasquitos, de La Democracia, Escuintla. Estaba quemada y tenía un metro 20 centímetros de largo por 60 centímetros de ancho.
La —en ese entonces— agregada de prensa de la Embajada de los Estados Unidos, Kay de Mayfield, explicó que el objeto encontrado en Mataquescuintla, Jalapa, era parte de un tanque de helio perteneciente a un cohete llamado Atlas, lanzado en 1998, propiedad de una empresa privada.
En aquella ocasión, las personas que tuvieron contacto con los trozos de metal desplomados tuvieron irritación en la piel. A la fecha, no hay registro de su estado clínico.
A tenor de lo sucedido desde el 2003 cabe preguntar: ¿Por qué razón se han repetido estos hechos sobre Guatemala cuando la posibilidad de que suceda dos veces en un mismo lugar es infinitesimal? ¿Cuál es la razón del silencio? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias y las complicaciones para los seres humanos y la biota de los lugares alcanzados?
Dios quiera no se haya escogido a Guatemala como un botadero de chatarra espacial o esté nuestra porción de estratósfera en una ruta de ingreso de naves siderales. Las consecuencias podrían ser desastrosas.
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