Como un tercer punto, yo agregaría lo simbólico que resulta que sea Venezuela el contexto del surgimiento del término cesarismo democrático.
Vamos por partes.
Es un error común confundir el proyecto Chavista con el totalitarismo cuando en realidad, es una suerte muy sui-generis de autoritarismo democrático. Simple, si el Chavismo fuese totalitario no habría elecciones, no habría oposición –respirando–, Capriles habría desparecido hace mucho y no habría ahora que convocar a elecciones. El Chavismo podría jugar con reglas mucho más favorables.
Sin embargo, el punto de debate es más profundo.
En el mismo espíritu que caracterizó a Norberto Bobbio durante su participación en el Partido Político Partito d'Azione, vuelvo a preguntarme si es posible generar una síntesis entre el liberalismo y el socialismo. Como lo distingue Bobbio acertadamente, debiésemos hablar de liberalismo por un lado (para referir al discurso que privilegia las libertades políticas sacramentales conjuntamente con la noción de limitaciones al poder) y el ´liberismo´ por el otro (como aquel discurso que centra todo su interés en el libre intercambio de bienes). La meta es arribar lo más cerca posible a una sociedad mucho más horizontal a través de la dinámica democrática que impida la personalización del sistema. ¿Es esto posible?
Bueno, allí están las experiencias europeas, la de los socialismos democráticos europeos, la del PSOE, de la Izquierda Republicana, la Centro-Siniestra italiana o el socialismo de Hollande.
Pero esos socialismos son reflejo de sociedades donde hay un mínimo común básico de debate con buena voluntad (cosa que la Venezuela pre-Chávez jamás conoció). La Venezuela de Carlos Andrés Pérez (por citar un referente) era una Venezuela que aceptaba cómo perfectamente ´naturales´ (y sin indignarse) las diferencias más abismales. Esa polarización en lo cotidiano Chávez la llevó al plano político. Pero no la creó él.
Las mansiones más impresionantes al lado de las casuchas más humildes (´y todo ok´…); el Estado en manos de liberales o conservadores turnándose el poder manteniendo las regalías del petróleo en los estamentos. ´Y a la guatemalteca´, todo seguía nítido… hasta que un día las cosas cambiaron.
En la mejor representación del cesarismo democrático, esa expresión que refiere al autoritarismo (en citación al Brumario de Marx) pero en el giro que le otorga el venezolano Laureano Vallenilla:´un autoritarismo que crea patria, nación y rompe los pequeños caudillismos pero lo hace desde la democracia formal´ es allí donde entra Chávez. Un militar nacionalista, popular, cristiano y con un proyecto muy claro de reivindicación.
De no haber habido una Venezuela tan brutalmente estamental, no hubiese habido un Chávez autoritario. Habría tal vez un Mujica. Pero aunque autoritario, hasta donde sepamos, no ha metido masivamente a sus opositores a un estadio o puesto en un avión para desaparecerlos. Si ha moldeado los poderes a su imagen y semejanza es algo tan criticable como la forma en que Pinochet pasó encima de las libertades políticas o el autoritarismo de Uribe o el personalismo de Voldermot perdón, digo Berlusconi. Lo menos importante son las metas que se persigan como planes programáticos. Lo que vale es el respeto de las libertades político-sociales, de las voces opositoras y minoritarias adentro de un proyecto, ya sea de izquierda o derecha. Pero esto es algo que ni izquierdas ni derechas entienden claramente en la región.
Refiere muy bien Boyer al preguntar: “¿Cómo explicar las imágenes que se han visto en la televisión? ¿Cómo es posible ver tanta gente en la calle, llorando a su líder?” Simple afirma Boyer: ´Buena parte del presupuesto petrolero se puso a disposición de las grandes mayorías, lo que en el pasado quedaba en manos de pequeñas minorías´.
Si tan sólo la oligarquía venezolana pre-chavista hubiese entendido que había que compartir un ´poquito más la riqueza y abrir la participación sin sovietizar la palabra social´. Eso era todo.
Releyendo la Filípicas, refiero al momento cuando Marco Antonio llora amargamente luego que el Senado (con Cicerón y Catón a la cabeza) desconoce al Tribuno de la Plebe, institución inviolable y sagrada que defendía a la plebs romana. Por ello, Cayo Julio al recibir la noticia decide cruzar el Rubicón. Leído esto desde la posición de extrema derecha o clase mediera en Guatemala, Cayo Julio era un Chávez.
En realidad, el error histórico de las oligarquías es no saber entender que el pastel alcanza para todos.
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