Guatemala se encuentra precisamente en esta coyuntura.
No solo por los casos de corrupción que están ventilándose, sino también por aquellos otros que se dieron durante el recién pasado conflicto armado interno y que aún no han sido juzgados, pero que dentro de poco empezarán a serlo.
Esta es la situación que se da con el caso Sepur Zarco, cuyo juicio comenzará el 1 de febrero del próximo año. Sucede que entre 1982 y 1983 se instaló el destacamento militar Sepur Zarco con fines de recreación para los soldados. Como eran los años crudos del conflicto armado interno, sin haber realizado investigaciones ni mucho menos juicios (recordemos que hasta los peores terroristas han gozado de este derecho), parece que los soldados entraron a las comunidades vecinas, se llevaron a los hombres con el pretexto de su presunta participación con la guerrilla y trasladaron a las mujeres al destacamento, donde fueron violadas tanto de manera individual como colectiva. Además de ello, fueron obligadas a cocinar para sus agresores y a lavar su ropa. Esto sucedió durante seis meses. Pasaron décadas y todo parecía haber quedado allí.
Por supuesto estas mujeres, algunas de las cuales fueron asesinadas y otras sufrieron crueles torturas, incluyendo a varias niñas, no solo no pudieron contar su historia, pues muchas no hablaban español, sino que además no contaron con ningún apoyo psicológico ni legal ni con nada ni nadie que las ayudara a reconstruir lo que quedaba de sus vidas.
Yo no sé lo que sienten los otros cuando saben de hechos de esta naturaleza, pero a mí se me hace cuesta arriba pensar en cómo me habría sentido si me hubiera tocado vivir algo semejante. Ellas, por ser indígenas y pobres, fueron ultrajadas, utilizadas como esclavas sexuales, rebajadas a una condición infrahumana. Han sentido desde entonces un dolor que no les ha permitido reconstruirse ni individual ni colectivamente. Porque hechos así destruyen no solo la vida de una, sino de varias generaciones. De toda una comunidad y de sus alrededores. Del país entero. De todos nosotros.
Hay dos acusados, Francisco Esteelmer Reyes Girón,a quien se le imputan los delitos contra deberes de la humanidad en sus formas de violencia sexual, esclavitud sexual y esclavitud doméstica, además de asesinato y delitos contra deberes de la humanidad por tratos humillantes; y Heriberto Valdez Asij, quien está acusado por desaparición forzada y por delitos contra deberes de la humanidad en su forma de violencia sexual. Ambos guardan prisión desde 2014. Finalmente empezarán a ser juzgados el 1 de febrero de 2016.
¿Por qué, además de lo obvio, es tan importante este juicio? Porque será la primera vez en el mundo que este tipo de delitos se juzgarán en un tribunal nacional, y no en una corte internacional de derechos humanos.
Como muchos otros guatemaltecos, espero que el juicio sea justo, transparente, y que la ley impere. Espero también que finalmente estas mujeres y su comunidad, así como Guatemala, pese a los retrocesos, avancen al menos un poco en la vía judicial y que aquellos que han cometido atropellos y delitos paguen por sus acciones, en este caso de lesa humanidad.
Más de este autor