Sí, como lo oye. El sobresalto que me ha provocado escuchar las insinuaciones que usted hace sobre alguien a quien usted se refiere con un tonito sarcástico como Ehl Pre-see-den-teh. Quizá sus radioescuchas habituales no hayan caído en la cuenta de quién hablaba usted en ese lenguaje críptico que le caracteriza. Pero, déjeme decirle, usted a mí no me engaña.
Como le digo, estaba yo en mi cama, ya empashamado y habiéndome despachado un vaso de leche con chocolate que suelo beber antes de ir a reposar en los brazos de Morfeo. Decidí entonces poner un ratito la radio para que me acompañara en la transición de la vigilia al sueño profundo. No suelo hacerlo, y creo que después de escuchar sus temerarias insinuaciones, no podré volver a dormir mientras dejo la radio sonando bien quedito, a manera de las nanas que cantaba mi madre –Dios la guarde– antes de dormir cuando era chico.
Estaba en esas cuando sus imprudentes aseveraciones me han indignado más allá del umbral del insomnio.
Y puesto en la disyuntiva de continuar mascullando mi rencor en contra de su persona o sentarme a desahogar mis enojos febriles, he optado por lo segundo. Así que heme aquí, con la espada desenvainada para pedirle cuentas, Mr. Baldwin.
Yo entiendo, asumo más bien, que usted tiene un programa en la radio pública en un pueblo en medio del desierto que se llama Night Vale. Y, si es como todos los demás programas de la radio pública, es normal que cada cierto tiempo pasen el sombrero para chantajear a sus oyentes a fin de que suelten algo de dinero para que ustedes continúen haciendo algo que claramente disfrutan y, déjeme decirle, no produce nada. ¿Cuántos ipads, cuántos automóviles, cuántas bayonetas se han hecho en su programa? Ninguna, ¿verdad?
Pues eso. Entiendo que ande de pedigüeño. Pero lo que no me cuadra es que así, sin aportar más pruebas, diga que en el transcurso de la media hora que dura su programa, haya recibido $45,000 de una persona a quien usted identifica como un “líder mundial”, pero de quien se reserva revelar su verdadera identidad.
Hasta allí, todo bien. Lo que sí es imperdonable es que luego añada usted, con ese desparpajo y con su vocecita meliflua que lo caracteriza, que se va a limitar a decir: “Muchas gracias, Ehl Pre-see-den-teh, Mano Dura, Cabeza y Corazón”. (Está en inglés, pero yo sé que usted va a entender)
Quien tenga oídos que oiga, ¿no cree? O, ¿acaso hay otro Mano Dura? ¿O se ha pensado usted que los guatemaltecos son ingenuos o, hablando mal y pronto, que son pendejos?
Porque más claro no canta un gallo, Mr. Baldwin. Está claro que usted se refiere al general de la paz, a uno que alguna vez se hizo llamar Tito, a Ehl Pre-see-den-teh!
Y quizá para usted $45,000 son poca cosa. Quizá para usted esa cantidad de dinero es lo que le hacía falta para seguir sacando adelante ese su programa que usted tiene. Pero en Guatemala es un montón de dinero.
No es que los guatemaltecos sean unos muertos de hambre que no tengan $45,000. Y menos aún que el hombre a quien usted acusa de andar de dadivoso por las ondas hertzianas sea un desarrapado. No me cabe duda de que él puede, si quiere, darle eso y más.
Lo que no tiene sentido es que habiendo tantas necesidades en el país, usted tome un dinero que puede ser mejor invertido.
Porque son 360,000 quetzales lo que usted asegura que ha recibido de él. Y con eso, para que lo pueda usted dimensionar, se pueden comprar tres motos como la que usa ese señor a quien usted alude para promocionar el uso del chaleco de los motociclistas. Se pueden comprar unos 18 fusiles para la policía al precio de la vez pasada que compraron, una bandera un poco más grande que la que hay en una base militar en la capital o casi 1,300 bañeras para bebé como las que compró el ministerio de gobernación el año pasado.
Así que me va a usted a explicar cómo puede dormir tranquilo habiendo recibido dinero de alguien de un país donde hay tantas necesidades como las que le he dicho anteriormente. ¿Cómo? ¿Ah?
Pero en fin, allá usted y su conciencia. Porque al final es al Altísimo al que va a tener que rendirle cuentas. ¿Sabe? Hay un ojo que todo lo ve.
Me despido sin más, esperando haberle hecho reflexionar.
Atentamente,
Un guatemalteco consternado.
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