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Carol Zardetto: “La hegemonía de la cultura occidental está en disputa”

El miedo al terrorismo nos hace olvidar que el Estado puede ser gran agente del terror también.
Hay circunstancias en que resulta heroico pagar el precio de defender la dignidad, de convertirla en un valor absoluto, porque, desafortunadamente, ese precio es la muerte.
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Carol Zardetto: “La hegemonía de la cultura occidental está en disputa”

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La autora conversa con el escritor José Luis Perdomo Orellana sobre La ciudad de los minotauros, su más reciente obra. Una novela sobre migración, tecnología y multiculturalidad.

Nueva York como una reflexión sobre las diferentes dimensiones de la ciudad global, pero también esa Guatemala que la cultura dominante nos ha enseñado a no ver. Una sociedad contemporánea que se forja a base de hambre y de obesidad. Esa es la temática que aborda La ciudad de los minotauros (Alfaguara, 2016) novela recién publicada por Carol Zardetto.

El protagonista principal de tu nueva novela, de entrada, se siente un “feliz exiliado” al aterrizar en la Babilonia neoyorquina. El poeta argentino/mexicano Juan Gelman decía que todos los seres humanos, se percaten o no, nacen exiliados, y que millones son a quienes durante generaciones enteras se les exilia de la educación, de la salud y de los tres tiempos de comida. ¿Hay exilios felices? ¿No está confundiendo Felipe Martínez el jet lag con la felicidad”?

Yo creo que el exilio puede ser una liberación, si uno lo escoge. En el texto, exiliarse significa marcar una distancia con la pertenencia impuesta por el nacimiento. Familia, nación, son esferas que no escogemos. También están las decisiones de vida que nos atrapan. Resulta interesante pensar que podemos salir de esos entornos que son necesariamente restrictivos y darnos la oportunidad para redefinirnos. Eso para mí es un feliz exilio.

Luego de la condena aduanera posmoderna que incluye quitarse los zapatos, los cinchos y de paso el respeto por uno mismo, Felipe se pregunta si tanta docilidad ante lo invasivo es un retorno al fascismo. ¿Qué ves en esto?

Me parece que el miedo al terrorismo ha impuesto muchas limitaciones a la esencial libertad humana. Con cierta mecánica de pensamiento puesta en marcha, a un policía se le dan tres gotas de poder y se convierte en la encarnación de un nazi. El miedo al terrorismo nos hace olvidar que el Estado puede ser gran agente del terror también. Y bajo la presión del miedo podemos llegar a cometer el gravísimo error de renunciar a nuestros derechos civiles.

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¿Es “humana” la “asepsia” que hay en “la magia del internet”?

No es humana de la manera en que concebíamos “lo humano” antes del internet. Lo virtual ha creado mundos de fantasía con los que muchos se sienten cómodos. La creación de la propia imagen (el “selfie”) les resulta embriagante, así como la desesperada apertura de sus espacios de intimidad, un mundo construido a base de “likes” y de “seguidores”. No cabe duda que las comunidades virtuales tienen sus luces y sus sombras, pero una cosa de la cual carecen es de la presencia del otro. Y esto es... inquietante. Por eso, en mi novela, cuando Felipe encuentra que Toni es una mujer y no un hombre, como presuponía, habla de la distancia entre la imagen virtual y la realidad de la presencia... con sus implicaciones.

¿Habrá Trump, el recién electo presidente de Estados Unidos, leído alguna vez el poema de Emma Lazarus que en una de sus líneas dice: “Dame tus muchedumbres cansadas... pobres, anhelando ser libres”?

Estados Unidos no ha sido nunca un cobijo de migrantes de la tierna manera que expresa el poema de Emma Lazarus. Los migrantes han sido la carne de cañón de esa cruel batalla del capitalismo por imponer la hegemonía del dinero. Trump solamente es un alfil dúctil para los intereses que están detrás. Pero... el sueño americano sigue ejerciendo un encanto indiscutible. La economía utilizó la mano de obra esclava, y ahora la migrante, para producir ganancias que favorecen a pequeños grupos privilegiados. Es la lógica de los imperios, de la plantación o de la producción masiva (call centers incluidos). El desafío contemporáneo es generar otra manera de pensar la economía. Y de admitir que los seres humanos somos (y tenemos el natural derecho a ser) migrantes y nómadas. Que el “establecimiento” o el “establecerse” no es necesariamente un referente de la seriedad, de la dignidad, o de la vida creativa (en contraposición a productiva).

La multiculturalidad. ¿Cómo tocas este tema?

Me parece que estamos en un momento crucial pues la hegemonía de la cultura occidental está en disputa. De hecho las masivas migraciones son la señal de una nueva era de gigantesco mestizaje cultural. Intenté dibujar ese paisaje en mi novela.

Frente a la exhibición “Masacres del siglo XX”, el personaje principal de La ciudad de los minotauros reflexiona en que “El trágico destino del hombre común —mujer o niño— marcha hacia un fin único y predestinado: la aniquilación. Es el siglo XX”. ¿No lo son también los siglos anteriores y el posterior al XX?

Seguramente. La historia humana pareciera ser la historia de la guerra. Pero la revolución industrial, el capitalismo, la globalización, impusieron un ritmo particularmente perverso sobre la depredación de los recursos naturales y de todos los humanos que se colocan en el camino de ese objetivo. Además, contemplar la barbarie del siglo al cual uno pertenece resulta perturbador. Cada uno de nosotros pertenece a su contemporaneidad. Por eso, la historia contemporánea es una herida abierta mientras que la pasada quizá sea una cicatriz.

La (in)certidumbre citada lleva a Felipe a preguntarse “¿Podemos seguir caminando por este mundo, indiferentes, sumisos, defendiendo con precariedad la pequeñez de la sobrevivencia?... ¿Qué nos hará entonces humanos?”. ¿Está la respuesta en los saldos de un humanismo que ya va de salida, si no es que ya se fue incluso de las aulas universitarias en todo el planeta?

Yo creo que esas preguntas son válidas y seguirán siendo válidas. Me interesa particularmente esta: ¿Qué nos hace humanos? Son cuestionamientos que no pueden pasar de moda. En esa parte que citas de mi novela, intento cuestionar el problema que plantea el “mundo de imágenes” en el cual vivimos. Bajo su imperio, corremos el riesgo de sentir una especie de irrealidad en las cosas más horrendas y eso constituye un factor de peso para que se normalicen. Tanto Virginia Woolf como Susan Sontag hablaron del tema en sus ensayos (Tres Guineas, Ante el dolor de los demás, respectivamente). Por otro lado, contrariamente a lo que afirmas, me parece que vivimos una época en que el concepto “ciudadanía” se ha convertido en un poderoso aliado del rescate de valores humanos y de reconocimiento a los derechos de la naturaleza. La gente común recién aprendiendo a usar un poder que sí tiene: el número. Si hablamos de la sobrevivencia como instinto, es indudable que su fuerza arrolladora puede en un momento dado someter la dignidad. Hay circunstancias en que resulta heroico pagar el precio de defender la dignidad, de convertirla en un valor absoluto, porque, desafortunadamente, ese precio es la muerte.

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A Felipe le resulta fácil amar a los otros en un poema de Whitman, pero se le dificulta hacerlo en el tedio cotidiano masificado. En esa bifurcación Felipe está acompañado por millones. ¿Hay algún antídoto para neutralizar ese estupor?

Sí. El antídoto es el amor. El problema es que esa palabra nos causa escozor. Somos unos tremendos descreídos del poder que tiene el amor al otro, la felicidad de los verdaderos encuentros. Someter la vida al tedio y la masificación es una responsabilidad compartida. Y quizá ese es uno de los temas de mi novela. Felipe viaja a Nueva York a romper con eso. El problema es que no sabe realmente dónde está el camino y antes de hallarlo hará un viaje al inframundo de sus propias limitaciones.

El poema “Howl” de Ginsberg lleva a Felipe a pensar en el “misterioso manuscrito” que encontró en una librería del East Village de un adivino indígena guatemalteco, un “Contador de los Días”. ¿Cuál es la conexión entre Felipe y Shas? ¿Cuál es su desconexión?

La conexión entre Felipe y Shas es territorial: ambos viven en un pequeño país que se llama Guatemala y los unen las contradicciones históricas ocurridas en ese punto geográfico. Sin haberlo buscado, Felipe y Shas están implicados. Es la realidad que provocó la Colonia. Y es importante resaltarlo porque los eventos históricos siempre están generando minotauros (en este caso, la confusa participación de diversas generaciones en los resultados de algo tan extremamente violento como lo fue la conquista de América por Europa). La normalización de este hecho obtuso es igual al acto del Rey Minos: esconder un esperpento (para utilizar el término de Valle Inclán) entre las altas paredes del laberinto. Por eso, develar la conexión entre todos los Felipes (mestizos) y todos los Shas (indígenas) que pertenecen a esta realidad que hoy llamamos Guatemala, es uno de los ejes principales y quizá la razón más importante para que sea leída la novela. Hay que abrir la puerta y que salga el minotauro para que podamos verlo con claridad. En cuanto a la desconexión, hay que afirmar que se trata de una grieta profunda. Un sistema de producción que tiene como premisa la segregación racista hace eso. La hegemonía cultural (que es la lógica del racismo), impone prohibiciones al encuentro con el otro. Y todos terminamos cooptados por fantasías perversas. El racismo alimenta una superioridad estupidizante y violenta. En medio de esa atmósfera tóxica hemos vivido. Digámoslo claro: el racismo es irracional y, desde el punto de vista ético, inaceptable.

La sociedad “obesa” con la que Felipe se topa en Nueva York tiene todo a la venta: budas, máscaras africanas, cuadros renacentistas, fotos, sacralidad, arte, culturas milenarias... adquiribles fácilmente tras un “golpe de tarjeta Visa”. ¿Hay algo que Nueva York no pudo comprarles a Whitman, a Dorothy Parker, a García Lorca y a Felipe Martínez?

Yo creo que nada puede realmente comprarse, porque poseer algo es una fantasía. Particularmente, no podemos poseer aquello que compramos. Whitman, Dorothy Parker y Lorca, quizá lo tenían claro. Felipe Martínez no tiene intención consumista... pero tiene, como todos, deseos fálicos que no han sido traídos a la consciencia. En la novela, esa será una razón de peso para que destruya mucho de lo que cree amar. Cuando hablo de deseos fálicos me refiero al intento de ejercer poder sobre los otros y sobre el mundo: conquistas, apropiaciones, violaciones, centralizaciones y, en general, una hegemonía, una verticalidad del pensamiento, la emoción y los valores. El deseo fálico es uno de los temas de La ciudad de los minotauros, y, según lo señaló el documentalista Michael Moore, quizá la razón escondida en el reciente triunfo de Trump que tanto miedo ha provocado.

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