La atípica falta de mediciones públicas, que usualmente permiten a los candidatos afirmar frente a sus partidarios que el triunfo está confirmado, han convertido la campaña en un juego de imágenes, en las cuales es fundamental transmitir, visualmente, la sensación de seguridad en la victoria.
Y en ese empeño, nos encontramos a los finalistas de la primera vuelta, utilizando discursos y herramientas muy similares: por ejemplo, enfocarse en el votante del interior, usando a los alcaldes ...
La atípica falta de mediciones públicas, que usualmente permiten a los candidatos afirmar frente a sus partidarios que el triunfo está confirmado, han convertido la campaña en un juego de imágenes, en las cuales es fundamental transmitir, visualmente, la sensación de seguridad en la victoria.
Y en ese empeño, nos encontramos a los finalistas de la primera vuelta, utilizando discursos y herramientas muy similares: por ejemplo, enfocarse en el votante del interior, usando a los alcaldes electos como los campeones locales de sus causas. Todos juntos en la tarima, tomados de las manos en actitud de triunfo para los fotógrafos.
Desde los afiches, uno de los candidatos ha dejado de mirar al cielo. Ya no es un mesías sobre un fondo rojo, con la visión del iluminado. Sus anteojos de cristales ahumados han sido reemplazados por otros sin sombra, y ahora mira de frente, con una mirada que busca directamente al conductor o al peatón, desde un fondo blanco que busca generar la impresión de un liderazgo joven y conciliador. Del otro lado, al parecer el photoshop pudo sacarle una sonrisa al general, que suaviza la imagen de la mano dura, y busca transmitir la seguridad y la serenidad del líder maduro que transmite la confianza en un triunfo que estaría asegurado...
Los dos candidatos se presentan como hombres con una trayectoria exitosa, que conocen a su país y su gente, comprometidos como están en servir a su nación. Líderes que transmiten seguridad, y que tienen planes para transformaciones profundas, a través de la combinación de su experiencia con fórmulas novedosas. Por cierto, todo esto se armoniza con ataques al contrario en las apariciones en cada municipalidad, y posiciones moderadamente conciliadoras en las apariciones televisadas.
Estamos asistiendo cada día a la incómoda aplicación de una estrategia de saturación de los espacios, que tiene inundados los medios de comunicación y las calles de Guatemala con las ofertas de cada partido. Esta estrategia persigue que un tema se repita permanentemente, sin importar su coherencia, que viene a ser secundaria a la finalidad de su repetición.
El bono 15 parecería estar ganando la batalla en este apartado, con un mensaje fácil de entender y una promesa que se dirige al ciudadano común, llamándolo a no perder una oportunidad de aquellas que el mercado de trabajo no ofrece. No importa cuán errado puede parecerle a los analistas económicos, pero el mensaje sigue ahí, seguramente ya instalado en el subconsciente de muchos votantes. Y el caso del bono 15 es un reflejo de la “flexibilidad” de una campaña que ha sumado otras muchas campañas –entre otras, el empleo del PAN, la ruedita de colores de la UCN, y la coherencia de la izquierda académica, que pacta con quien ofrece la pena de muerte, pero jamás con militares.
En este ambiente, las acusaciones de populismo han resucitado un fantasma en mi subconsciente. Cualquier referencia a Abdalá Bucaram no me provoca una sonrisa. En el Ecuador de 1996, la lógica del votante, como lo expresaban en sus conversaciones muchos conductores de taxi, fue elegir a Bucaram, con la perspectiva que el país “se joda o se componga”. Han pasado 14 años del golpe de estado de 1997, que acabó con el saqueo más descarado de las arcas públicas ecuatorianas. Y usted estimado lector, podrá sospechar que el Ecuador no se compuso.
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