Algunos vecinos lo saben: la pareja de la disputa, que siempre ha tenido sus dulces y sus amargas, terminará la discusión y aunque sea a disgusto regresará a casa, pues el divorcio no es una opción. Estos pleitos son parte de su vida. Han movido la sala para el comedor y el comedor para la sala ya muchas veces y saben que siempre será temporal. A la primera oportunidad pondrán de nuevo los muebles como a cada quien le gusta.
A todo esto, al shute no le quedará casa que arreglar ni mueble que mover.
Lo anterior es lo que me vino a la cabeza al pensar en la ardiente campaña por la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica.
Personas de quienes no sabía desde hace mucho tiempo me han hecho el honor de incluirme en sus comunicaciones. Recibí correspondencia de Canadá, México, Brasil. Las redes arden con historias maquilladas que no hacen más que desacreditar al candidato demócrata o al republicano.
La ética es de mal gusto en esa campaña: mientras más bajo se pegue, mejor. Personas que presumen de objetividad son totalmente ciegas a los defectos de su candidato y dan crédito absoluto a cualquier libelo contra el oponente. Por supuesto, ninguna de ellas votará en las elecciones, pero no escatiman fluidos gástricos ni palabras viscerales para intentar influir en otras personas que tampoco votarán. Así de devaluado andan en estos días el sentido común, la ecuanimidad y (oh, paradoja socarrona) el respeto a la soberanía ajena.
Y hablando de soberanía, esta significa que tú no te metes en lo mío y yo no me meto en lo tuyo. En nuestro país, la soberanía se usa como sombrero de rodeo: el jinete se lo quita o se lo pone según brinque el toro o el caballo. Lo tiene puesto al comenzar, para la foto, y se lo pone al terminar, para lo mismo, pero, mientras la bestia se revuelve, será un instrumento para no caerse. ¡Vaya! Resulta que no es un cimiento de la estructura, sino una prenda de quita y pone.
[frasepzp1]
La pareja imaginaria son los dos partidos que se han repartido históricamente la presidencia y los poderes de aquel Estado. Ningún otro los ha saboreado. Los dos partidos existen gracias al otro. ¡Ah! Y ninguno ha sido, en la práctica, socialista. Para que surja un presidente socialista, primero tendrán que desaparecer ambos partidos, cosa que no se ve venir mientras sean la potencia mundial que son.
Es cierto que tienen estilos diferentes de blandir su cetro imperial y que eso termina afectando a países de su cercanía geográfica y cuenca económica. Sus tolerancias e intolerancias son más concentradas o diluidas según quien esté a cargo, pero sus intereses de fondo han sido, son y serán los mismos.
Y mientras nosotros desperdiciamos seso, tinta, saliva y ancho de banda para meternos en pleitos ajenos, el rancho arde. Guatemala ocupa infames lugares en casi todas las listas creadas para caracterizar libertades, progreso, equidad, democracia, gobernabilidad, bienestar social, competitividad y pare de contar. Estamos en las manos de emprendedores consorcios criminales compuestos sin ningún asco por indignos pero poderosos empresarios, mafiosos criminales, predicadores lavanderos, militares, partidos políticos, propietarios de medios de comunicación y funcionarios públicos, todos emparentados con la ambición desmedida y la falta de escrúpulos amalgamadas por la codicia. Sí, lectores y lectoras, el rancho arde hasta sus cimientos mientras nos entretenemos en pleitos ajenos.
Recuerdo los ingenuos pero sabios consejos que daba una señora a cualquier pareja joven que quisiera escucharla: «Miren: pleitos y diferencias siempre habrá. Por algo son hombre y mujer, para empezar. Lo importante es que manejen bien sus conflictos. Con mi marido pensamos que, sin importar el tamaño del pleito, nunca nos pelearemos de la cintura para abajo».
Así que dejemos tranquila a la parejita norteña y, si de verdad creemos en la soberanía como fundamento de esta nación multicultural, dediquémonos a restregar y a limpiar nuestra propia mugre. Créanme. Nadie lo hará por nosotros.
Más de este autor