Apenas hablamos pero la reunión tenía fauna tan interesante que traté de retener los nombres de la mayoría para agregar al Facebook a todos los que faltaran.
De esa cuenta, unas semanas después estaba Martín invitándome a escribir para Plaza Pública y yo dándole largas al asunto, no tanto porque no quisiera, sino porque me preocupaba eso de tener que escribir semanalmente. Estaba convencida de que la “casaca” se me acabaría rápido y que mi falta generalizada de disciplina acabaría por hacerme quedar muy mal. Conocía este medio en el que leía tanto a amigos como a completos desconocidos. ¿Qué cosa podía tener yo que decir a los lectores de Plaza Pública? A pesar de mis dudas, me picaba el gusanito que guardamos los que tratamos de hacer divulgación científica: si se presenta un espacio, hay que tomarlo. Y ahí estaba un “nuevo espacio”, y ahí estaba yo coqueteándole a la cobardía. Pensé que no iba a aceptar, pero de todos modos escribí un texto con las características que pedía Martín, y fue una noche de miércoles igual que ésta, hace un año –el 28 de agosto–, que le mandé un correo con el “borrador”. Antes de que se me ocurriera arrepentirme me fui de parranda y al regresar descubrí su respuesta donde me informaba que mi primera columna “Caminitos hacia el cosmos I”, saldría publicada la mañana del jueves 29. Casi me da un ataque, entré en pánico porque mi “borrador” necesitaba ser corregido y no iba a poder hacerlo. Finalmente resultó que no estaba tan mal y ya subida en este tren, pues ni modo, a escribir se ha dicho.
Llevo un año en estas, buscando qué decir, cómo decirlo y claro, se ve que me conozco bien porque efectivamente la falta de disciplina hizo su aparición en estos meses en que me he sobrecargado de trabajo y no he sido tan constante con la columna semanal. No es que crea que alguien va a extrañarla, sólo me preocupa no cumplir con una responsabilidad. No soy reportera, analista o escritora, ni tengo formación alguna que me acredite para escribir una columna de opinión, pero descubrí algo: sí tengo cosas que decir. Más allá de la oportunidad que he encontrado para compartir ideas sobre ciencia, género o cualquier otra cosa, más allá de lo que pueda o no aportar a los lectores que me dan su tiempo sin que yo los conozca, hoy quiero hablar de lo que este medio y esos lectores me han dado a mí.
Escribir en este espacio me ha regalado ojos nuevos. Saber que hay que escribir un texto cada semana pone al cerebro en alerta. Ahora todo pasa por el filtro de lo que podría ser compartido, las cosas sobre las que podría opinar, cómo podría mostrar el mundo desde mis ojos, cómo será percibido cuando quede escrito. Y ese mundo se modifica por la retroalimentación del texto interpretado por el lector que se lo apropia. Este “exponerme” me ha acercado a mi familia que quizá aquí se entera de cosas que nunca había puesto sobre la mesa. Me ha permitido descubrir que tengo otra voz que no había utilizado, una voz que tiene otros alcances y, junto con ella, viene la responsabilidad de informarse más y mejor, de cuidar que el mensaje llegue en la forma deseada. Tener que comunicar me ha puesto más en contacto con mi ser profesional, mi ser mujer, mi ser humana, mi ser científica, mi ser guatemalteca. He encontrado una aproximación lúdica a la música buscando títulos. He conocido un equipo de personas creativas y comprometidas que dan soporte a esta plataforma, he hecho el ejercicio de pedir que me busquen inconsistencias, que me corrijan y he estado sujeta a que me critiquen, me amplíen o me digan que están de acuerdo en el mismo medio y ante los ojos de quien quiera verlo.
La buena fortuna de ser parte de este medio lleva un año. Gracias a Martín, por haber confiado en mí, al equipo de Plaza Pública por seguir confiando, a todos aquellos que han contribuido de una u otra forma a estas columnas, a los lectores que comentan y a los lectores silenciosos. Por este hermoso año, a todos, mil gracias.
*Good Fortune, canción de PJ Harvey del álbum Stories from the City, Stories from the Sea (2000).
Más de este autor