Los registros de los mundiales anteriores han dejado algunas pinceladas de críticas sobre el manejo mediático del asunto, los costos en los que se ve involucrado el Estado anfitrión, así como algunas cuestiones relacionadas con la corrupción. Pero tan sólo han sido tocadas por los medios de manera superficial y pasajera. Inclusive en Sudáfrica 2010, la opinión pública aludía a un exponencial crecimiento económico del país.
Pero eso no ocurre con Brasil. Desde hace aproximadamente un año, las críticas al manejo económico, la desigualdad y brecha social han llenado las editoriales de los diarios del mundo e inclusive las calles de las ciudades brasileñas en señal de protesta. ¿Por qué sucede en el país de la samba y del fútbol? Quizá porque aún no hay mundiales de tal envergadura para la samba y también porque Brasil no es por excelencia el país del fútbol.
No obstante, la masa crítica de los acontecimientos se refleja en que son los mismos organizadores, jugadores y complejo futbolístico quienes cuestionan el mundial en Brasil. Pero más allá de ellos, los profesores, transportadores y policías se han unido a la misma voz. Hay, efectivamente un salto cualitativo porque se gestó la sinergia entre grupos organizadores y movimientos ciudadanos.
No es para menos, pues los problemas de Brasil no son nuevos, tan sólo están quedando al descubierto al mismo tiempo. Por ejemplo, el 30% de los 11 millones de habitantes de São Paulo vive en condiciones inadecuadas, el déficit de vivienda es un problema que enfrenta el gobierno sin mayor respuesta concreta, más de 2 mil familias han sido desplazadas a la periferia del estadio inaugural del 12 de junio. Por otro lado en Rio de Janeiro se han dispuesto manuales de policía exclusivos para el Mundial, generando una oleada de críticas que van en contra de los códigos y disposiciones constitucionales, es más, se decretarán festivos los días que haya partidos en la ciudad.
El Mundial representa una gran amenaza para Brasil. El evento de fútbol ha logrado desnudar los problemas estructurales de la nación, y ha dejado en tela de juicio la vocación de potencia que presumía hace algunos años Brasilia. Por otra parte, las amenazas pululan de norte a sur. La cantidad de turistas, los vuelos internacionales, la entrada y salida de elementos al Estado provocarán un caos ambiental que ya ha sido advertido.
Gracias al fútbol, Brasil ha demostrado que ese deporte es para los grandes. Es más, que Brasil aún no es grande y que como lo advirtió en algún momento el general Charles de Gaulle y posteriormente Stefan Zweig “Brasil es el país del futuro, y siempre lo será”.
En últimas, Brasil vivirá dos mundiales, uno de fantasía y otro de realidades.
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(*) César Augusto Niño González es Máster en Seguridad y Defensa Nacionales, asesor e investigador. Profesor de Relaciones Internacionales.
Publicado en Asuntos del Sur, 4 de junio de 2014.
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