Se trata de la llegada, por primera vez a Guatemala, de las Abuelas de Plaza de Mayo, quienes vinieron de la Argentina. Durante varios días las visitantes se reunirán con organizaciones de derechos humanos enfocadas en la búsqueda de personas detenidas desaparecidas.
Ellas, al igual que las Madres de Plaza de Mayo, se organizaron en 1977 en el marco de la dictadura militar en Argentina. Las madres, quienes se encontraron por primera vez el sábado 30 de abril de ese año, dieron vida a una acción que se ha mantenido a lo largo de las décadas transcurridas. A partir de octubre de 1977, cada jueves a las 3:30 de la tarde se reunían en la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, y marchaban en círculo alrededor de la pirámide que se encuentra en el lugar. En muchas ocasiones fueron reprimidas, pero no dejaron de marchar, siempre con la cabeza cubierta con un pañuelo blanco, que se convertiría en símbolo de esa lucha.
Y como las madres, también las abuelas lucían el pañuelo en la cabeza, prenda elaborada al inicio con tela de pañal para simbolizar la ausencia del retoño que buscaban. Las madres buscaban a hijos desaparecidos y las abuelas a la descendencia de aquellos, pues muchas de las hijas estaban en avanzada gestación —lo que hace presumir que dieron a luz en cautiverio—, en tanto que también hubo niños secuestrados junto con sus padres. El símbolo del pañuelo ha cobrado tal significado que en la Plaza de Mayo hay un círculo de estos pintado en el piso como recordatorio de los millones de pasos que las madres y las abuelas han dado en reclamo de su progenie.
Las abuelas calculan que más de 400 niños fueron arrebatados de sus familias biológicas, algunos dados en adopción a familias de militares. A junio de este año, las abuelas habían recuperado 130 nietos y nietas. Con verdadero esfuerzo detectivesco, buscando en hospitales y archivos, siguiendo pistas con paciencia de abuela, han logrado identificar a sus chicos y chicas y han podido ofrecer la oportunidad del reencuentro con la familia.
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Es por ello que la llegada de la legión del pañuelo blanco es bienvenida con agradecimiento y también con la gigantesca ternura que su incansable y tenaz lucha de abuelas inspira, sobre todo en este país que reporta el vergonzoso dato de más de 5,000 menores desaparecidos también en el marco de la acción contrainsurgente del Estado, que significó la desaparición forzada de más de 45,000 personas.
Las distintas organizaciones que en Guatemala buscan a los niños desaparecidos dan cuenta de que se ha logrado el reencuentro de 996, poco menos de una quinta parte del total. Uno de los casos emblemáticos de este reencuentro es el de Óscar Ramírez, un niño sobreviviente de la masacre de Dos Erres en 1982, en Petén. Mientras, entre los más de cuatro mil aún sin encontrar está el Niño de Guatemala, Marco Antonio Molina Theissen, arrebatado de los brazos de su madre a los 14 años por un comando militar.
Las abuelas llegan a Guatemala en un momento crítico no solo por lo grave de la inestabilidad política, sino porque hay una marcada intención de negar el pasado y de impedir que las víctimas y los sobrevivientes escriban su historia. Ellas, que son memoria viva de la lucha por la justicia y por la dignidad, son también un referente para toda persona que quiere entender el valor de la dignidad y de la persistencia en la búsqueda de un ser querido detenido desaparecido.
Junto con las organizaciones y personas que en Guatemala han sostenido el persistente esfuerzo de buscar a quienes fueron arrebatados de sus hogares por la oprobiosa estrategia de desaparición forzada, las Abuelas de Plaza de Mayo son un ejemplo a seguir. Por eso, queridas Abuelas de Plaza de Mayo, ustedes son más que bienvenidas a esta tierra adolorida, que es capaz de sonreír aun en medio de la más profunda amargura.
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