La sabia metáfora del hombre y el pez ha sido atribuida al sabio musulmán Maimónides, a Confucio, a la Biblia, y sobran quienes dicen que se trata de un antiguo proverbio chino.
Dice el popular refrán: «Dale un pez a un hombre y comerá un día. Enséñale a pescar y comerá toda la vida». En su forma original significa que deben enseñarnos a valernos por nosotros mismos para que no nos volvamos dependientes.
El problema es que la interpretación mediatizada nos dice otra cosa. De ser una benéfica parábola pasó a ser una terrible falacia («engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien»). La expresión pasó de ser un bastón para ayudar al hambriento a ser el garrote con el que vamos a golpearlo y a culparlo de su hambre. El refrán se tergiversa para justificar —y hasta para otorgarle mérito moral— a las posiciones que se oponen a la protección social de las personas más vulnerables. En el mundo cristiano se están negando la caridad y la compasión. Para otros es un desperdicio de recursos, un mal uso de sus impuestos (como si puntual y celosamente los pagaran) y una medida populista (a la que recurrirán sin sonrojo si les significa votos).
Su nuevo significado es: hay que negar el alimento al hambriento y ponerlo a trabajar. Que el parásito aprenda a ganarse el pan con el sudor de su frente.
Juguemos a ser sedientos aprendices de la pesca, que no queremos molestar a nadie con nuestra hambre. ¿Qué necesitamos? Ríos, lagos y mares. Artes de pesca (hilos, anzuelos, atarrayas, redes). Acceso a aguas no contaminadas donde haya peces. Cayucos, lanchas a motor, remos. Instructores de pesca. Leyes que apoyen nuestra actividad. Posibilidad de congelar los peces para poder llevarlos al mercado antes de que se pudran (fábricas de hielo, hieleras, congeladores). Caminos para ir al mercado, mercados…
«Enséñale a pescar». ¿A quién se dirige el consejo? En principio, a quien pensaba darle un pez. Es decir, al Gobierno, al prójimo, a las organizaciones de desarrollo, a la comunidad, a la familia.
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Ya vimos que, para ser enseñados, necesitamos algunos bienes y servicios. El gran problema es que el Estado, según la misma Constitución Política, se constituye para proporcionar esas cosas básicas a toda la población (carreteras, educación, salud, etcétera). La tragedia es que, debido a su captura por la corrupción y la impunidad, ha fallado en su misión. Con seguridad, si realizara sus obligaciones, la cantidad de personas necesitadas de un pez para comer un día sería muchísimo menor y los pescadores serían más de los que son ahora.
Entonces, ¿cómo puede aplicar el sobado refrán si no ha tenido la capacidad de enseñar a pescar?
Que no se tergiversen estas palabras. Esto no es una apología del asistencialismo ni una justificación para quienes no quieren trabajar, pero sí chupar despiadadamente de la teta del Gobierno (que superan en número a los pobres que malreciben un pez de vez en cuando).
No se trata de regalar a quien no merece ni se esfuerza. ¡Es todo lo contrario! Se trata de dar una mano a la Guatemala profunda, a quienes no conocen lo que es ser un ciudadano con iguales derechos y obligaciones. Si un esforzado campesino pierde su cosecha por razones ajenas a su esfuerzo y voluntad, ¿se le debe negar una mano para recuperarse y continuar su desigual lucha? Si una madre no tiene ni siquiera zapatos para emprender el camino entre cerros y llevar a su bebé a vacunar, ¿se le debe negar un subsidio para transporte y otros gastos que le harán posible el viaje?
Negar ese pez es cínico, cruel e inhumano. Va contra las enseñanzas de todas las religiones. No se pide más que facilitar una oportunidad. Serán pocas las personas que lean esto y jamás en su vida hayan necesitado de una mano, de un apoyo, de recursos para un nuevo impulso. De eso se trata, no de culpar al pobre por su pobreza y condenarlo a vivir en ella por generaciones.
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