«Ignorantes», «insensatos» y «poco educados» son los adjetivos menos agresivos que han proferido muchos guatemaltecos después de enterarse de que la candidata Thelma Cabrera, del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), obtuvo más del 10 % del total de votos en la elección presidencial. Reacciones abruptas, superficiales y emocionales que denotan poco conocimiento de la realidad nacional y escaso análisis del contexto electoral.
Se trata de una noticia preocupante, cierto, sobre todo porque unas horas después de las elecciones este partido había desconocido las elecciones generales luego de obtener una sola diputación y ninguna alcaldía. Ahora bien, es necesario tratar de explicar las causas de este fenómeno electoral y, mucho más importante, reflexionar sobre los pasos que se deben seguir ante esta situación.
Primero, el voto de Thelma Cabrera en el área rural es racional. La mayoría de sus votantes proviene de la estructura del Codeca, compuesta por muchos campesinos desposeídos que se dedican a la agricultura de subsistencia, que se veían agobiados por la tasa de alumbrado público exorbitante que se incluía mensualmente en su factura de energía eléctrica o que simplemente no contaban con ese servicio. Los afiliados del MLP votan por ese partido porque no tienen mucho que perder y porque este representa una esperanza de mejorar su calidad de vida. Les gana la desesperanza.
Para muchos, Thelma Cabrera representa la única oportunidad factible de mejorar su calidad de vida. Para otros, en las áreas urbanas, es un símbolo de la población excluida. Por eso votaron por ella en parajes lejanos de Alta Verapaz y en el área metropolitana de las dos ciudades más grandes del país.
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Este fenómeno debe encender una alerta entre empresarios, activistas y académicos, así como entre aquellos ciudadanos que defendemos las libertades fundamentales, la democracia y el Estado de derecho. Es claro que el MLP tiene una propuesta política antisistema que pretende refundar el Estado a la boliviana para dar paso a un régimen institucional ad hoc para un proyecto de corte socialista: un proyecto no deseable para Guatemala.
Ahora bien, quedan cuatro años para las próximas elecciones, cuatro años en los que se deben procurar reformas significativas al régimen institucional y de funcionamiento del Estado. Bien lo advirtió el profesor Jorge Mario García Laguardia durante un foro realizado recientemente en la URL: el sistema está agotado. Ya no funciona la lógica conservadora, pues esta cobra sentido cuando las virtudes de un régimen son considerables, por lo que se evita el riesgo de reformas, que pueden ser contraproducentes. Pero por estos días vemos que miles de guatemaltecos inclinan la balanza hacia una refundación del Estado, hacia un cambio radical.
Cada día son más aquellos para quienes no tienen sentido los conceptos de democracia, libertad de expresión o Estado de derecho. Por sus cosechas perdidas, sus niños desnutridos y la esperanza que se apaga. Thelma Cabrera no lo supo capitalizar lo suficiente, pero entre tanto cuadro quizá haya alguien que lo logre y que tenga un poco más de carisma. Entonces ya no habrá vuelta atrás. Entonces, ante la amenaza populista, muchos querrán poder volver en el tiempo.
Nuestras élites deben poner las barbas en remojo y meditar a conciencia sobre si se deben impulsar reformas significativas que impacten mejorando la calidad de vida de los más desfavorecidos, que van a votar por la dinamita, por romper el sistema desde sus cimientos, cuando ya sea difícil detenerlos. No esperemos a que sea demasiado tarde.
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