Sandra Torres y Alejandro Giammattei han empezado en cero la carrera hacia la segunda vuelta por la presidencia de la república, aunque, en la primera concurrencia a las urnas, 504,906 votos separaron a la abanderada de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) del ungido de Vamos por una Guatemala diferente.
Medio millón de sufragios parece una cantidad irreversible de cara al balotaje del 11 de agosto, además de que la jornada del 16 de junio deparó que la UNE obtendría 105 corporaciones municipales y que Vamos solo 29, resultados aún no oficializados por el Tribunal no Supremo Electoral.
Otros números relevantes del proceso indican que, de 8,150,221 personas empadronadas, 5,066,455 participaron con votos válidamente emitidos. Es decir, 3,083,766 se abstuvieron de atender el llamado del TSE.
Vale señalar que la cita de hace cinco semanas generó 208,726 votos nulos, 458,999 en blanco y 59,504 inválidos, sufragios que, agregados a los tres millones y fracción ausentes, alcanzan números para ilusionar a Giammattei y poner en alerta a Torres, pues a los titulares de esos votos se les puede persuadir de modificar su postura.
Dicho panorama motiva que los equipos de campaña y los candidatos pasen los días que los encaminan hacia la fecha más importante de 2019 inmersos en un tablero de ajedrez, sopesando cada movimiento y con calculadora en mano para operar adiciones o restas, según corresponda.
En ese sentido, la enorme distancia que dividió a Torres y a Giammattei puede ampliarse, reducirse o incluso remontarse, máxime que la política es el arte de lo posible y que se han visto muertos acarreando basura. Así las cosas, el pronóstico la favorece a ella, pero él se aferra a las probabilidades.
Con esa idea, la parada inicial ha sido analizar el saldo de la primera vuelta, en la que la cosecha de Winaq, casi 230,000 votos, y la del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), 456,000, representan un caudal poderoso. Sin embargo, no se observan lazos comunicantes con Giammattei, y menos después del resbalón de este cuando censuró el radicalismo del MLP.
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Torres, con lo poco que le queda de inclinación a la izquierda, podría tener asidero en una parte de estas agrupaciones, pero más parece que esos 700,000 votos también quedan lejos para ella.
Los 181,000 votos del oficialismo, los 268,000 de PAN-Podemos, los 260,000 de Visión con Valores y los 500,000 del Partido Humanista sí suenan a moneda de cambio, y eso ilumina los ojos de Giammattei y frunce el ceño de Torres, quien, en contraposición, sí puede presupuestar que entre los pequeñitos saldrán sufragios para sus activos. Por supuesto, en ningún caso el endoso es automático a pesar de la movilización masiva, que siempre está a la orden.
Frente a lo expuesto será clave qué digan o hagan en temas de coyuntura. Por ejemplo, sobre la repentina compra de los aviones Pampa III, Torres promete enjuiciar a Jimmy Morales, en tanto que Giammattei pide explicaciones, de forma que una y otro no dejaron ir esa oportunidad para llevar agua a su molino.
Giammattei eleva la voz y no suelta la tecla cuando se trata de penetrar las defensas de Torres, quien, por su lado, juega su papel y no se engarza en polémicas que la desgasten. Seguramente el candidato perseguidor aguarda un debate, ya que es un terreno que domina más que la favorita. Sin duda, un cara-cara puede ser un canal para incidir en el voto indeciso y en el indiferente.
Un detalle destacado será el impacto que tendrán las campañas de desprestigio en el coliseo virtual, donde primero se lincha y luego se pregunta. De hoy en 30 días, entonces, Guatemala volverá a las urnas, lapso en el que, como todavía falta mucho por ver, escuchar y leer, Torres, Giammattei y sus asesores tienen todo para alcanzar el objetivo o perderse en el intento.
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