Ha trascendido la intención del Ejército de Guatemala de comprar aviones militares, de fabricación argentina o checa, supuestamente con la intención de fortalecer la capacidad del país para combatir el narcotráfico. El vocero del Ejército, coronel Óscar Pérez, detalló a la prensa que evalúan las ofertas recibidas y que la compra dependerá de la asignación que el Congreso de la República le apruebe al Ministerio de la Defensa Nacional en el presupuesto para 2020. Además, se deben cumplir los controles que impone la Ley de Contrataciones del Estado.
Guatemala no es un país que pueda mostrar un rostro orgulloso ante el mundo. Pese a sus bellezas naturales y al valor de mucha de su gente, es una vergüenza mundial que la mitad de sus niñas y niños menores de cinco años sufran desnutrición crónica infantil. Son alrededor de 890,000 infantes a los que a tan corta edad ya estamos condenando de por vida por los daños cerebrales que la desnutrición ocasiona.
Pese a ser urgentes y desesperadamente necesarios, los esfuerzos del Gobierno de Guatemala por luchar contra la desnutrición infantil son insuficientes. Los programas contra la desnutrición infantil que ejecutan los ministerios de Salud Pública y Asistencia Social, Educación y Desarrollo Social, al igual que otras entidades estatales, se financian principalmente con impuestos. Sin embargo, la carga tributaria, la principal fuente de financiamiento de los programas gubernamentales contra la desnutrición infantil, está registrando una caída en picada, que tocará el 9.7 % en 2019 y, si no se hace nada, hasta el 9.5 % en 2020, el nivel que tenía en 1999. Un retroceso de 20 años.
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Sin duda, en Guatemala han nacido poetas, compositores, pintores, artistas, científicos, pensadores y muchas otras personas de gran talento. Pero ¿cuántos Jesuses Castillo, Marianos Valverde, Marthas Bolaños, Josés Domingos Bethancourt, Saras Curruchich, Sebastianes Hurtado, Ricardos Arjona o Germanes Alcántara habrá entre esos 890,000 menores condenados por la desnutrición infantil? ¿Cuántos Manueles Josés Arce, Migueles Ángeles Asturias, Angelinas Acuña, Humbertos Ak’abal, Juanes Diéguez Olaverri? ¿Cuántos Rafaeles Yela Günther, Rodolfos Galeotti Torres o Efraínes Recinos? ¿Cuántos Aldos Castañeda, Rodolfos Robles, Ricardos Bressani, Fernandos Quevedo, Julios Gallegos, Concepciones Toriello, Gustavos Ponce o Luises von Ahn? ¿Cuántos Andreses Curruchich, Élmares Renés Rojas, Carlos Mérida, Robertos González Goyri, Zipacnás de León o Manolos Gallardo?
Precisamente por nombres como estos y por muchos otros más da coraje, vergüenza y rabia pensar que en esos 890,000 niños desnutridos se nos están yendo valores que serían verdaderos motivos de orgullo para Guatemala. Da horror lo que los estudios técnicos advierten: al ritmo actual de reducción, ¡Guatemala no podrá erradicar la desnutrición infantil ni en 90 años!
¡Vamos! No seamos un país estúpido y egoísta. No permitamos que el Gobierno perpetre el crimen de comprar esos onerosos aviones militares en vez de hacer lo que debe para rescatar a los niños guatemaltecos desnutridos.
Porque, además, es justamente en compra de armas como se han producido algunos de los peores actos de corrupción. Nada garantiza que esa compra estará libre de los tradicionales sobornos y sobreprecios, peor en el muy corrupto gobierno de Jimmy Morales, que, por cierto, incumplió su promesa de campaña de reducir en 10 puntos la incidencia de la desnutrición crónica en menores de dos años.
No creo que dos avioncitos hagan la diferencia en la lucha contra el narcotráfico. En cambio, un plato de comida, salud y educación para cada niña y niño harán sin excepción una diferencia sustancial en Guatemala.
El Congreso no debe incluir en el presupuesto la compra de aviones.
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