Con 211 entidades afiliadas, la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) tiene más membresía que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que reúne a 193 estados. Una surgió en 1904 y la otra en 1945; la primera ejerce influencia por medio de una práctica que atrae multitudes de aficionados y genera negocios millonarios, no siempre transparentes, y la segunda, se enfoca en procesos políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales.
Respecto del ente rector del balompié, sus actuaciones trascienden lo deportivo, pues da más peso al lucro y a la política que al balón, proceder bastante cuestionado. Precisamente, en el torneo cuatrianual que es su barco insignia, no se olvida la oscuridad que envolvió la Copa Argentina 78, lo turbio de la Corea-Japón 2002 y la estela de sobornos en la que está por subir el telón.
La realidad es que el futbol es un deporte en el que la trampa está más próxima que en cualquier otra competencia. Por ejemplo, el mínimo golpe de aire causa que un jugador se retuerza de dolor. Faltas y agresiones fingidas son usuales a pesar de que en buena parte de los certámenes se utiliza el denominado VAR (Video Assistant Referee, por sus siglas en inglés). Por cierto, imaginemos cómo se verían un boxeador o un beisbolista si reaccionaran como un futbolista al ser golpeados por los puños del rival o una pelota bateada que puede alcanzar una velocidad de 190 kilómetros por hora.
También se suscitan pasajes divertidos, como el lugar común en las declaraciones después de una derrota: «no queda más que seguir trabajando para corregir estas desatenciones...» O la falsa modestia: «no importa quién meta los goles, lo importante es que el equipo gane». ¿Quién va a creer que a un delantero no le preocupe el mérito de la diana, si en su currículo resaltan las conseguidas?
Una de las postales que evidencia la inconsistencia de las afirmaciones de los futbolistas se produce cuando en las entrevistas invariablemente se tocan la oreja. Este gesto, en materia de comunicación no verbal significa duda, mentira o nerviosismo. Es importante señalar que las y los políticos cuidan este detalle, porque a diferencia de los futbolistas, acostumbran recibir entrenamiento antes de hablar.
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Y el futbol no está al margen de descomponer nuestro idioma. Aún se lee o escucha «barrerse a los pies», para aludir un achique del guardameta o el último recurso defensivo. El yerro estriba en que la metáfora no necesita la redundancia de mencionar las extremidades inferiores, ya que no se corre de cabeza. Más reciente ha sido el uso de «apertura por la derecha/izquierda», el cual incluía un verbo inexistente que a fuerza del incorrecto bombardeo penetró el arco de la Real Academia Española y paró aceptándolo, aunque solo en referencia a cuando se abre una cuenta bancaria.
Para quienes disfrutan del balompié y acento sudamericano, especialmente del argentino, es probable que hayan asimilado o estén en camino de copiar la absurda construcción: «lo vio a Messi…” Nombro al 10 de la albiceleste para explicar una irregularidad gramatical. Lo correcto es «vio a Messi…» o, «lo vio…»
Antes de terminar, un pase corto. En algunos programas de televisión anuncian las alineaciones con el cintillo «El XI titular». Es oportuno recordar que los números romanos sirven para identificar siglos, dinastías, eventos conmemorativos, como la XXII Copa citada, entre otros, en los que también es válido emplear los arábigos. Sin embargo, no es buena opción para indicar la cantidad de elementos. Por eso no se escribe los XII apóstoles, los XIV ministros o las VII maravillas del mundo antiguo.
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