Por ejemplo, por estas fechas se cumplen 20 años del autogolpe, que se dio el expresidente Serrano Elías allá en el ‘93. Recuerdo las marchas multitudinarias para que no fuera reconocida esta acción, y a la vez no dejo de rememorar, para qué negarlo, las lágrimas del expresidente Espina Salguero cuando retornó a la patria, muy compungido él, y mostró su arrepentimiento en el Aeropuerto. Es tan surrealista la cosa, que Serrano no sólo es ahora un preclaro habitante de la floreciente Panamá, criador de caballos pura sangre, sino además, es también un autor de best-sellers. Paradójica situación, que son sus mismos compatriotas los mayores compradores de su obra. Es decir, aún después de tanto tiempo sigue drenando los bolsillos de los chapines.
Si nos situamos en el presente, tenemos sobrados temas para hablar. Pese a que llevamos un año y medio de un gobierno cuyo partido se autoproclama de “mano dura”, la violencia sigue campeando por todos lados. Porque para los ilusos que creen todavía en los políticos, debe empezar a aclararse que cuando existe una democracia, por muy endeble que ésta sea, no puede salirse a matar indiscriminadamente a todos los supuestos delincuentes.
Además, para quienes viven apasionados por las modas, los carros, los puntos y los premios, ya empezamos a tener nuestros protagonistas. Para ello sólo basta con entrar al mundo de los y las funcionarios célebres y sus gustos, y reconocerlos en sus perfiles. Averiguaremos así qué se puede adquirir con nuestros impuestos, pues sus salarios al menos, salen de éstos.
Para los más exigentes en el campo jurídico y social, también tenemos un mundo para todos dividido, no de ahora, que no es momento de confundirnos con falaces relatos, sino desde el inicio de nuestra historia. Nos unen odios y amores en la política, en la economía, en la cultura, en nuestras según parece, irreconciliables diferencias.
Basta mirar cómo el juicio por genocidio finalmente levantó el interés de algunas conciencias a favor o en contra, y en medio de ese alboroto, el General logró salirse –quizá definitivamente− de ese laberinto. Imagino que dentro de 50, quizás cien años, de repente podrá saberse la verdad con mayúsculas. Quiénes hicieron esto, quiénes aquello. Ya sin pasiones ni condenas reales ni imaginarias. Cinco generaciones después, tal vez la Historia, la nuestra, pueda verse con otros ojos. Con la conciencia limpia de lo que realmente fue, de lo que efectivamente pasó. Para ese entonces, ya nadie tendrá que defender a nadie, ya nadie saldrá ni directa ni indirectamente perjudicado, mucho menos beneficiado. Las víctimas, por supuesto, también habrán sido olvidadas.
Cosas no del destino sino de los malabares del poder y del dinero, mientras que Ríos Montt fue casi liberado aquí, Portillo está prisionero allá. Dicen los medios locales que la voz del Pollo Ronco fue “un susurro” cuando se declaró no culpable de los delitos por los que se le juzgarán en Estados Unidos.
Tengo la sensación un poco extraña, no sé, que muchos ahora se sienten también en la mira. Creen que si se llevaron al exmandatario, por qué no se los llevarían a ellos. De ahí que se levanten críticas, se hagan comentarios absurdos por no decir risibles sobre lo que debió haber sido y no fue.
Y Portillo está allá, en el centro del imperio, probando la hiel de las cárceles sin privilegios. ¿Es culpable? Tanto como el resto de nuestros políticos, y disculpas por si anda por allí algún ave rara, de ésas que pese a todo se han mantenido puras e intactas, que debe haber, pues no hay regla sin su excepción, dicen.
Guatemala es un país del que se puede hablar mucho. Atmosfera emocionante la nuestra.
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