Arropando al Archivo de la PN

Y no pude evitar que mi mente cante en silencio, “Tápame con tu reboso, Llorona, porque me muero de frío…”. La famosa estrofa de la canción sin dueño específico que habla de amor y dolor en tiempos de la Revolución Mexicana. Supongo que esa es la imagen gráfica de lo que trata de decir Meoño.

El AHPN guarda más de 100 años de historia, comprimidos en 80 millones de folios, nos dice Gustavo. El equivalente a 8 kilómetros lineales de documentos administrativos que dan cuenta de estrategias, actuaciones y hechos cotidianos de la Policía Nacional, desde 1881 hasta 1997.

Precisamente este seguimiento diario de los hechos es lo que ha permitido avanzar en procesos de investigación judicial. Por ejemplo, las violaciones a los derechos humanos relatadas en el Informe de la Memoria Histórica se basan únicamente en testimonios, pero ahora gracias a los archivos, es posible comprobar estos hechos. También casos emblemáticos como el de Fernando García, han podido judicializarse gracias a estos documentos.

En mayo del 2011, el Ministerio Público destinó un equipo permanente de análisis archivístico, que se encarga de reunir información, que después utilizan para aportar peritajes técnicos en los procesos judiciales que están realizando. Convirtiendo al AHPN en una herramienta de investigación al servicio de la justicia de este país.

El Archivo también ha apoyado a la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), en los procesos de exhumaciones en cementerios públicos, para identificar víctimas de desaparición forzada que fueron enterradas como XX.

Recientemente, se concluyó una investigación que aporta nuevos datos acerca de los experimentos mediante inoculación directa realizados con seres humanos en los años cuarenta. La información contenida en el AHPN permite evidenciar la magnitud del problema, porque no solo llega hasta los directamente infectados, sino que da seguimiento a las otras víctimas que se pudieron contagiar.

Es evidente la trascendencia del AHPN como patrimonio de la historia y memoria de este pueblo, pero también, como herramienta científica en los procesos judiciales y el consiguiente fortalecimiento del sistema judicial. Arropar el archivo como pide Meoño, no solo es una necesidad, sino que es una obligación de todos nosotros y una deuda con todas las muertes que han quedado en la impunidad.

“Dicen que no tengo duelo, Llorona,

porque no me ven llorar.

Hay muertos que no hacen ruido, Llorona,

Y es más grande su penar”.