No son sucesos comunes, pero se comprenden a la luz del Evangelio y de las necesidades de los lugares donde han sucedido.
El primero puede encontrarse como un exordio en la página 3 de la obra Monseñor Antonio de Valdivieso: rasgos para el episcopado latinoamericano, de Gustavo Adolfo Villalobos Brilla, O. P., y corresponde a un fragmento de la carta 9 del obispo Antonio de Valdivieso. Contundentemente reza: «El obispo no es solo para tener mitra y renta, sino para usar jurisdicción, corregir vicios, fundar virtudes y remediar las opresiones que se hacen a sus ovejas. Y cuando no pueda hacer esto, está obligado a dejar su oficio para otro, para quien por ventura Dios lo tiene guardado» [1].
El segundo puede hallarse, a la fecha, en las redes sociales (consigno la versión de Vatican News). Se trata de una de las primeras alocuciones de monseñor Álvaro Ramazzini cuando se enteró de que el papa Francisco lo había nombrado miembro del Colegio Cardenalicio. En un fragmento de su discurso exhorta: «Ser sacerdote significa hacer una opción, y en el caso de [un] obispo, con mayor fuerza una opción por la justicia, por la verdad, por la libertad y por la solidaridad. Y si no estás dispuesto a eso, sacerdote, si no estás dispuesto a eso, obispo, ahí sí, como decía el cantante, toma tu maleta y vete a donde puedas ser feliz». En esta, como decimos los guatemaltecos, también cacharon algunos presbíteros.
Para entender el contexto sociopolítico e histórico que vivía monseñor Valdivieso, ha de saberse que fue el tercer obispo de Nicaragua y que fue asesinado en 1550 por los hijos de Rodrigo de Contreras y María de Peñalosa. Contreras era el gobernador de Nicaragua. Su esposa era hija de Pedrarias Dávila, a quien por sus crueldades se le apodaba Furor Domini. Entre las múltiples desgracias de Pedrarias figura haber sido este quien implantó en América la muerte de seres humanos por el sanguinario método del aperreamiento.
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Antonio de Valdivieso escribió 12 cartas que están debidamente documentadas. En la número 9, escrita el 8 de marzo de 1546 en Granada, Nicaragua, le describe al príncipe Felipe II la situación de la región, a la vez que le narra las felonías que se cometían en la Audiencia de los Confines y, muy particularmente, las injusticias perpetradas contra los pueblos originarios por el presidente de la audiencia, el licenciado Alonso de Maldonado. La misiva tiene 14 argumentos torales, entre los cuales sobresalen aquellos que defienden la dignidad de los indígenas, preconizan el trabajo que debe realizar un obispo y predicen su martirio.
Para entender el contexto sociopolítico e histórico que vive monseñor Ramazzini, basta con leer o escuchar las noticias de nuestro país para darnos cuenta de que la diferencia no es mucha. Se trata de la angustia de existencia que sufren la mayoría de los guatemaltecos. Y el obispo de Huehuetenango, igual que Valdivieso, tiene en contra a símiles de los Contreras, los Pedrarias y otros miembros de aquella jauría del siglo XVI.
Vistos los parecidos de las exhortaciones de los obispos Valdivieso (1546) y Ramazzini (2019), revisé el decreto Christus Dominus sobre el ministerio pastoral de los obispos. Es un decreto del Concilio Vaticano II promulgado por el papa Paulo VI el 28 de octubre de 1965. Menuda sorpresa me llevé al leer los numerales 18 y 21. El primero es atinente a la preocupación especial que los obispos deben tener por cierto grupo de fieles, como los emigrantes y los desterrados (entre otros). El segundo corresponde a la renuncia al ministerio episcopal cuando este no se pueda cumplir.
Así pues, solo me resta pedir para su eminencia, el cardenal Álvaro Ramazzini, la protección del Altísimo y que los mártires de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y San Romero de América (y del mundo) inspiren su nuevo quehacer.
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[1] Villalobos Brilla, Gustavo (2004). Monseñor Antonio de Valdivieso: rasgos para el episcopado latinoamericano. Managua: Editorial Lascasiana. Páginas 3 y 137.
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