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Antes de «la doctora Hatch» las vasijas no contaban su historia

Hace dos años, la Comisión Sociocultural de La Antigua Guatemala creó la Orden Marion Popenoe de Hatch. Fue ella quien recibió la primera condecoración.
Una pregunta que tengo siempre es ¿qué están haciendo los políticos? Nunca lo entiendo. Yo siempre digo que hay que inventar un gobierno para Guatemala...El carácter de Guatemala necesita diferente tipo de gobierno.
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Antes de «la doctora Hatch» las vasijas no contaban su historia

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• Nacida en Guatemala, el trabajo de Marion Popenoe de Hatch es un referente para los arqueólogos del mundo que estudian a los mayas.
• Cuando inició su trabajo, existían pocas técnicas para estudiar vasijas. Sus experimentos ayudaron a crear protocolos estandarizados.
• Sus estudios demuestran cómo una pieza ordinaria como una vasija de cerámica puede retratar la vida de una comunidad antigua.
• La arqueóloga intentó estudiar el sitio arqueológico Kaminaljuyú (ubicado bajo la ciudad de Guatemala), pero las colonias y centros comerciales lo impiden.

Marion Popenoe de Hatch siempre tuvo preguntas sobre el porqué el ser humano actuaba de ciertas maneras, en la arqueología encontró las respuestas. Han pasado más de 45 años dedicados a esta ciencia y a ese ejercicio de cuestionar y resolver.

Próxima a cumplir 89 años, Popenoe de Hatch, o «doctora Hatch», es un referente de la arqueología guatemalteca. Sus decenas de publicaciones, ponencias y congresos evidencian su ímpetu por los estudios de los antiguos mayas del altiplano y la costa sur de Guatemala.

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En 1930 cuando los esposos Wilson Popenoe, botánico y agrónomo estadounidense, y Dorothy K. Hughes, arqueóloga inglesa, vivían en Guatemala, nació Marion Popenoe Hughes, fue la penúltima de cinco hermanos nacidos entre las aventuras exploratorias de sus padres por los bosques de Centroamérica. Dos años después, tras la muerte de su madre, Popenoe se trasladó a vivir a Estados Unidos.

A los 12 años llegó a Honduras, cuando se progenitor impulsaba la Escuela Agrícola Panamericana «Zamorano». Más tarde regresó a Guatemala para seguir con sus estudios del nivel medio. En este lapso se interesó por el trabajo que hacía su madre, tras revisar sus libros y escritos sobre las distintas civilizaciones del mundo, su curiosidad aumentaba.

«El ambiente aquí era de muchos libros, los arqueólogos pasaban a veces y tenía permiso de ir con ellos al campo. No sé cuándo empezó, pero siempre estaba alrededor de ello» comenta la arqueóloga.

Cuando fue momento de estudiar la universidad, ella quería especializarse en museos, pero sus consejeros le decían que no era buena idea porque era algo para estar encerrada. Al final, se decidió por estudiar un B.A. en Relaciones Internacionales en la Universidad de California, Berkeley. Se graduó en 1953. Sin embargo, su necesidad por encontrar respuestas no tuvo eco con esta decisión.

«De joven tenía muchas preguntas, muchos por qué. No encontraba respuestas, leí historia y no las encontré ahí. También botánica porque me gustaba mucho el bosque lluvioso. Terminé la universidad sin respuestas».

El momento que le ofreció los primeros chispazos a sus dudas, fue cuando leyó un libro sobre antropología. Quedó fascinada, dice. Así se abrieron las puertas a la arqueología. Recordó los trayectos que Edwin M. Shook, un arqueólogo y erudito de la civilización maya, daba a ella y a sus compañeros de secundaria. Fue él quien le ofreció trabajar, pero antes era necesario que Popenoe se especializara en arqueología, por lo que volvió a Estados Unidos para ingresar de nuevo a la Universidad de California.

En 1970, y tras quedar viuda, obtuvo el B.A. en Antropología, cuatro años más tarde el doctorado. Hacia 1975 regresó definitivamente a Guatemala y empezó a trabajar con Shook.

Para esta entrevista, Popenoe de Hatch, recibió a Plaza Pública en su residencia en La Antigua Guatemala. Una típica casa antigüena de techos altos, jardines y muebles de estilo colonial. Despacio se acomoda en un sofá de su amplia sala. Contrario a lo que se pueda pensar, no hay ningún objeto arqueológico en ese espacio. Así, empieza su relato sobre su historia en la arqueología.

¿Recuerda el primer sitio en el que trabajó?

Sí, aún estudiaba en Berkeley, el doctor Shook dijo que tenía un sitio para investigar en Cobán. Unos amigos tenían un cultivo de té. Cuando sembraban árboles encontraron un depósito de cerámica, un pozo. Como quería estudiar todo, me invitó a trabajar con él. Yo tenía dos niñas y conseguí una señora que las cuidara durante un mes. Llegué en avioneta a Cobán. Me dieron un camión que se quebró el primer día. Había una estación militar, estaba empezando el conflicto, eran los setentas. Ellos utilizaban el pozo como letrina. Me dieron dos jóvenes para excavar y empecé por la parte que no habían tocado. El doctor Shook leyó mis notas y me dijo, «ya ve, siempre hay un reto y hay que resolverlo». Fue la primera experiencia. Saqué la cerámica tal como había aprendido y lavé los tiestos. En aquel tiempo no había tantos reglamentos, llevé los tiestos a Berkeley para estudiarlos. Tenía un profesor ceramista de Perú, entre sus consejos y los de Shook, fui analizando.

¿A partir de ahí empieza su gusto por la cerámica?

Cuando me gradué, tenía la esperanza de ir a Petén por la cerámica policromada. Empecé con el doctor Shook aquí en La Antigua. Cuando vine había un montón de tiestos, todo burdo café, del sitio Monte Alto (Escuintla). Me dijo que lo separara, pero para mí todo era igual, no era lo que tenía de ilusión. Poco a poco empecé a ver las diferencias. Ahora soy especialista en esa cerámica.

¿Y qué nos dicen esos restos de cerámica al analizarlos?

Esto es lo que habla del pueblo, no la cerámica fina e importada, aunque también tiene información. La cerámica habla porque la gente estaba haciendo cosas. Ya teniendo ese tipo y las variaciones, se puede ver lo que es anterior, se puede ver la secuencia de un sitio. En esta época el sitio fue abandonado, ¿por qué? ¿qué pasó?, toda la historia desde el inicio es fascinante. Esos burdos de color café me abrieron el mundo a la arqueología, a la cerámica. Todavía sigo, hay tanto que hacer, cada complejo (cerámico) es diferente. Ahí está la información que no está en libros, porque nadie analiza la cerámica. También hay que ver qué sitios están en relación con ellos, se divide un grupo del otro, hasta llegar al posclásico, al momento de la conquista, cuando están los kaqchikeles. Entonces están las crónicas etnohistóricas, el Memorial de Sololá, los títulos, que son pocos pero que tienen detalles.

–Para Popenoe fue un verdadero reto analizar los restos que otrora fueran vasijas completas. La carencia de una metodología específica para esta cerámica, la hacía experimentar y cruzar distintas técnicas y métodos para obtener información.

Solo se describía, veían que era similar, que las formas cambian con el tiempo. Por ejemplo, los soportes cambian y son indicios de una época. En Petén la cerámica tenía fecha por las estelas, así se fechaba. Hay cosas de moda, las formas de los soportes (una especie de patitas), formas de asas, de bordes.

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Hubo un grupo en Estados Unidos que decían que debía ser un método más científico, no solo describir. Así empezó la estructura que todos los alumnos aprenden ahora, que se copió del método de la biología. Empieza con el detalle, que es la variedad, que hacen un tipo. Los tipos hacen un grupo, y estos una familia, etcétera. Esa es una jerarquía. La falla es que la biología es estructurada con base a los ancestros homínidos.

Yo estoy escribiendo sobre todo lo que he hecho en el Altiplano y la Costa Sur, no sé si vaya a ser útil o no. Petén es aparte. Por ejemplo, en el Posclásico (900-1524 d.C.) está la expansión Quiché, pelean por más territorio. Quieren tomar una ruta de intercambio con Petén. En Alta Verapaz se ve que los bloquean para que no lleguen a Petén, no los dejan pasar. Eso nos lo dice la cerámica, no los textos jeroglíficos.

–En 1979, unos años después de volver al país, Popenoe empezó a impartir cursos de arqueología en la Universidad del Valle de Guatemala. Gracias a sus gestiones, en 1982 fundó la Licenciatura en Arqueología en la misma casa de estudios. Inmediatamente fue nombrada directora de la carrera. Una de sus primeras alumnas, Matilde Ivic, empezó a ayudarla en el laboratorio y en la elaboración de documentos. «Muchas veces ella escribía en inglés, su lengua materna, cuando había que publicar en español yo la ayudaba con las traducciones», comenta Ivic.

Realizó sus prácticas de arqueología en el proyecto Kaminaljuyú-San Jorge, que dirigía Popenoe en ese momento. Posteriormente trabajaron en los proyectos Miraflores, en la ciudad de Guatemala, el Mesak en Retalhuleu, y en la coordinación del Tomo I de la Historia General de Guatemala. «Tuvimos el privilegio de tenerla como mentora más que catedrática. Siempre estaba dispuesta a enseñarnos, puso lo mejor en bibliografías a nuestra disposición».

Ambas trabajan hoy en el departamento de arqueología de la Universidad del Valle. Posteriormente Popenoe donó su biblioteca personal al departamento, más de 5 mil libros para la consulta de estudiantes e investigadores. Aunque la arqueóloga ya no ejerce la docencia, siempre está dispuesta a recibir a estudiantes y aclarar sus dudas, cada lunes que llega a la universidad.

***

Kaminaljuyú, la ciudad que yace bajo la ciudad de Guatemala, es uno de los sitios más antiguos que edificaron los antiguos mayas. Ocupada durante al menos dos mil años, fue un importante epicentro económico y cultural de Mesoamérica. Durante su mayor apogeo llegó a controlar gran parte del tráfico comercial del altiplano guatemalteco y la costa sur. Sus impresionantes hallazgos fueron puestos en evidencia durante la década de 1920, cuando empezaron a encontrarse magníficos monumentos y construcciones de barro. Quienes en ese entonces se dedicaban a hacer ladrillos y tejas, aprovecharon para desmontar las pirámides y convertir el barro en productos para la construcción.

La pérdida paulatina de los vestigios de Kaminaljuyú, primero por el paso del tiempo, luego por saqueadores, por la expansión y urbanización de la ciudad, ha puesto en alarma a los arqueólogos que han estudiado el sitio. Entre ellos se encuentra Popenoe. Para ella representa demasiado, no solo para la sociedad sino para ella misma. Sus investigaciones durante las décadas de 1980 y 1990, la posicionaron como una experta respetada en el análisis de la cerámica. Sus hallazgos e interpretaciones reconstruyeron gran parte de la historia prehispánica de la ciudad.

Quienes la asistieron en este proyecto, recuerdan su disponibilidad para enseñar. «Cuando nos dio clases en la Escuela de Historia (de la USAC), impartió cerámica y epigrafía. Es una gran persona, una científica dedicada. Meticulosa en sus procesos de excavación», destaca Donaldo Castillo, arqueólogo y catedrático de cerámica prehispánica en la Universidad de San Carlos, quien fuera alumno, auxiliar y asistente en Kaminaljuyú de Popenoe.

Kaminaljuyú es un sitio importante para usted, ¿cómo fue excavar y analizar la antigua ciudad?

No tenía nunca suficiente tiempo. Ahí ya no hay dónde excavar, solo unos espacios pequeños. Las empresas lo convirtieron en colonias y centros comerciales. Hay tantas preguntas, por ejemplo ¿tuvo Kaminaljuyú un mercado público? Es una pregunta importante. Yo creo que no, los mercados empiezan con la influencia teotihuacana. En arqueología primero hay una pregunta. Algunos dicen que fueron xincas, o poqomam, yo creo que fueron choles. Pero necesito todo el sitio para analizar. Ahora dicen que había diferentes etnias. Yo no estoy de acuerdo. Dicen que había gobierno compartido, yo veo que la cerámica es igual en todo el sitio. Dicen que llegaron extranjeros y se casaron con locales, pero esa no es toda la respuesta, porque hay costumbres, casas diferentes, grupos, pero no hay información sobre eso.

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En el canal descubrí los tablones, ¿para qué eran? Para fiestas, ¿por qué? Porque es un cacicazgo y no un Estado. En los cacicazgos los gobernantes tienen que dar fiestas para mantener la unidad. Hay controversia en que si Kaminaljuyú era Estado o cacicazgo. Mi posición es que no califica como Estado, Teotihuacán sí lo era. Kaminaljuyú era muy avanzado sí, pero no en estructura de Estado. Mis colegas se oponen violentamente. Si tenía mercado era Estado, porque para mí los mercados públicos van con el Estado, en el preclásico no hay. Shook sabía mucho de Kaminaljuyú, nunca encontró nada, le pregunté varias veces. Eso me indica que probablemente no tenía mercado público en el preclásico. Era mercadería itinerante, con mecapaleros en diferentes estaciones.

¿A qué se refiere cuando dice que sus colegas se oponen violentamente a sus teorías?

Los arqueólogos pelean unos con otros, es horrible, esconden su información. No hay coordinación entre grupos. En la Universidad de San Carlos traté con una clase a la que habían tratado mal, vinieron y me dijeron que necesitaban profesores, yo acepté. Cuando terminaron, pelearon con los de atrás. No entendieron nada. Todavía siguen peleando. A mí me encanta tener alumnos de la San Carlos, fueron años felices, pero pelean. Deberíamos trabajar juntos, buscar alrededor de una pregunta, por ejemplo, si Kaminaljuyú fue un Estado o no. A mí nunca me preguntan en las pláticas, no hay feedback, comentarios, nada. Lo que me dicen a mí es «no estoy de acuerdo», y punto. Pero ¿por qué?, ¿en qué estoy fallando?, ¿qué es lo que no sé? No hay mesas redondas para discutir. Hay mucho ego, solo quieren salir en el periódico. Su meta es tener el sitio más grande, más viejo, más importante. Ese no es el objetivo.

–Su apertura para con sus estudiantes y quien quiera saber sobre arqueología, convertían su residencia en La Antigua Guatemala en un punto de encuentro para los arqueólogos mayistas. O si algún arqueólogo extranjero arribaba, era obligatorio peregrinar a su casa, para además de presentarse, solicitar información y sugerencias. «Llegaban de varias universidades. Mark Johnson, Michael Love, Richard Adams, Arthur Demarest... muchos estadounidenses. La buscaron por su experiencia y porque trabajó con Edwin Shook», señala Castillo, su alumno.

***

–Popenoe sufrió de un derrame cerebral que le hizo disminuir el ritmo de vida. Sobrelleva las secuelas sin dejar de ser minuciosa. Una revisión visual y su desarrollado tacto, le permiten identificar el tipo de cerámica que tiene entre sus manos. Si no bastara con sus dedos y uñas, hace sonar los tiestos para reconocer los sonidos que emanan de los diferentes tipos de barro con que están elaboradas las piezas.

Todo ese conocimiento acumulado le ha sido compensado con el reconocimiento público. En 2010 el Museo Popol Vuh de la Universidad Francisco Marroquín, le otorgó la Orden del Pop y el Premio Hunn, por sus aportes a la arqueología y la historia del país.

Hace dos años, la Comisión Sociocultural de La Antigua Guatemala, dependencia del Consejo Nacional para la Protección de la Antigua Guatemala, creó la Orden Marion Popenoe de Hatch. Fue ella quien recibió la primera condecoración, que desde entonces lleva su nombre. «Sus aportes han sido fundamentales en el altiplano de Guatemala y la Costa Sur. También, y sobre todo para nosotros como antigüeños, por su relevancia y la contribución que tuvo al donar su casa en 2007, la Casa Popenoe. Ella abrió una puerta para la cultura, para el arte y para los estudios universitarios, sobre temas de conservación y protección del patrimonio», puntualizó  Lizeth Morales, coordinadora de la Comisión a cargo de crear el reconocimiento.

En un libro que Popenoe tiene en proceso de escritura, se dedica a reflexionar sobre sus más de cuatro décadas dedicadas por completo a la arqueología. Piensa que la ciencia ha madurado, sin embargo, se lamenta de que las peleas entre el gremio sigan latentes.

«Hay cerebros aquí, pero no se peleen, hay que colaborar», insiste.

¿Cómo ve el panorama actual de la arqueología en Guatemala?

Ha avanzado, es muy positivo, se están haciendo trabajos muy buenos pero necesitamos más ciencia, hay falta de enfoque científico. El enfoque en Guatemala ha sido en el arte, la música, que son excelentes y han contribuido.

¿Hay alguna carencia que observe en la formación de los nuevos arqueólogos?

Lo que siento también y siempre lo he visto, es que necesitamos antropología en las escuelas, más relativismo cultural, entender diferentes costumbres. Un gran error en la Universidad de San Carlos es que separaron antropología de arqueología, es fatal. Arqueología es antropología, el estudio del hombre, la cultura del hombre. No hay antropología suficiente aquí. Mi pregunta siempre fue «¿por qué el hombre hace…?», hay una razón, la antropología busca.

–Por momentos externa sus opiniones políticas, y aunque prefiere hablar poco sobre el tema, se muestra implacable en sus planteamientos.

Una pregunta que tengo siempre es ¿qué están haciendo los políticos? Nunca lo entiendo. Yo siempre digo que hay que inventar un gobierno para Guatemala, que no es como otro país. No sirve la democracia, no sirve la dictadura. El carácter de Guatemala necesita diferente tipo de gobierno. Pero yo no sé cómo, eso lo dejo para los alumnos, para los antropólogos, sociólogos.

Si no hay tierra no hay comida, la población sufre, entonces buscan refugio en las maras y la violencia, tenemos que parar eso. No vamos a ver eso en esta generación, pero hay que hacer algo. Lo que hacemos es para Guatemala, que podría ser un ejemplo, en el que las culturas se entienden, comparten. La antropología entiende lo que es el hombre, pero no ha ayudado con todo ese conocimiento.

¿Por qué es importante que las personas sepan para qué es la arqueología?

Muchos tienen esa pregunta, ¿qué utilidad tiene la arqueología? En parte es para entender lo que estaban haciendo antes, para ver a qué resoluciones llegaron. Por ejemplo, en Takalik Abaj, la misma población duró dos mil años. Otros sitios fueron conquistados o abandonados, pero ahí ¿cómo perduró dos mil años la misma población?

–Cierra los ojos unos segundos y reflexiona antes de seguir con su respuesta.

El año pasado estaba pensando, he trabajado 45 años en Guatemala en arqueología, ¿qué puedo decir de eso? ¿qué es todo eso? Pensaba en los sitios y la historia, el desarrollo desde el inicio hasta la conquista. Y llegué a la conclusión de que la respuesta es económica. Estaba desilusionada. Yo pensaba que eran los intelectuales, lo que el hombre ha logrado, pero no. Primero fue buscar comida, cuando ya hubo excedentes ya pudimos conseguir el horrible materialismo, donde tenemos que mostrar buena ropa, carro bonito, nada de eso es necesario. Todo es económico.

–Para explicarse más, pone de ejemplo a Takalik Abaj.

No presenta gran agresión, la evitaron cuando había conflicto. Cuando vino un grupo agresivo de la costa sur y otro del altiplano, los dos expansivos, ellos estaban en medio. Pero no tenía algo que otros quisieran. Tenían cacao, pero hay bastante cacao, no era necesario atacar la ciudad, hay mucho, hasta en El Salvador. Cuando hubo expansión del altiplano en la costa, huyeron, su intercambio se rompió, porque los del altiplano agarraron el comercio económico. No se llevaban con la Costa Sur. Cuando llegó el grupo Solano en el altiplano, prefirieron unirse a ellos que pelear. Siempre escogieron colaborar, buscaban opciones que no fueran dañinas para ellos. Pero también era su ubicación, no necesitaban sus terrenos. Ahí vivían contentos, con su cacao, son sus amigos. No es todo el estudio, claro, estoy exagerando. El punto es que es económico.

Hay una muy buena persona encargada de Casa Popenoe, él es de la Universidad Francisco Marroquín, que es empresa privada, es todo económico. Yo he escogido mi universidad científica, la UVG, porque pienso que es la ciencia la que va a salvar el mundo. Pero en la Marroquín tienen el dinero, están haciendo lo que pueden hacer, nosotros no podemos hacer nada porque no tenemos dinero para los arqueólogos, o becas para que vengan alumnos a la del Valle y que estudien ciencias. Como le digo, es desilusionante que todo es económico, qué lástima. Es una triste conclusión.

¿A qué conclusiones ha llegado sobre el quehacer de la arqueología?

Cuando yo empecé solo era curiosidad, eran preguntas. Ahora que he averiguado bastante sobre la costa sur y el altiplano, estoy escribiendo un libro sobre eso, y aún no he escrito la conclusión. Usted me promueve que tengo que decir algo al final. En este momento no sé lo que quiero decir. Es difícil decir, si la humanidad vale la pena, hemos destruido la tierra, nos hemos matado hombre contra hombre, países contra países. Tiene que haber algo porque Dios es grande. Hay que tener la esperanza en el individuo, eso estoy descubriendo en este momento con usted.

¿Qué le gustaría seguir investigando?

Quería hacer más en Takalik Abaj, pero no tuve la libertad. Me pregunto cosas, por ejemplo, ¿cómo fue la estructura del lugar? No se sabe. ¿Cómo mantenían su unidad para evitar conflictos? Hay una plática pendiente que me parece correcta. Guatemala, que no era Guatemala en ese tiempo, pero era territorio maya, nunca fue un Estado, pero en México sí. El suelo de Petén no es productivo, y mantenían su sistema, pero no lo pudieron llevar a ser un Estado o imperio.

Aquí está la lección, los mayas sobrevivieron a pesar de que no tenían una organización poderosa. Pensaré en eso, y esa será mi conclusión. Los mayas se recuperaron, en Petén siempre peleaban muchas guerras. Teotihuacán colapsó, pero después surgió Tenochtitlan. Al inicio el hombre necesitaba hacer uso de las manos, inventa los proyectiles, crea las máquinas de escribir, la bicicleta, el carro, el avión, y sigue. ¿Qué quiere el hombre? Todavía tiene ideas. Eso es lo que yo quería en arqueología, ¿qué son las ideas? ¿qué es lo importante? Pero averigüé que es lo económico y no sus ideas. Por las ideas se consigue la comida, pero lo económico es lo que empuja el progreso, el avance. El proyectil mataba el animal para comer. Todo últimamente es económico. Me alegro de haber encontrado la chispa de que los mayas sobrevivieron, la cultura sí puede aguantar. Pero no solo aguantar sino producir. Hay esperanza en las ideas. Mejorar la situación en la que estamos ahora.

¿Qué hace falta para que las personas conozcan su historia y cambien su situación actual?

Leer. Leer ideas, leer lo que ha pasado. Educación, pero depende. Puede ser educado, puede saber mucho más. A veces las personas dicen que no aprendieron nada. El hijo de una amiga en Berkley dijo que odiaba su experiencia en la universidad. Para mí lo que hago, mis ideas, sobre todo escribiendo mi libro, cuánto le debo a mis profesores, a esa educación. Estoy usando todo el tiempo lo que aprendí. Le debo toda esa educación al doctor Shook, a otro que cuando necesitaba aprender de astronomía, y ninguno quería gastar tiempo, me dio curso por cartas. Me daba libros para leer y luego le hacía preguntas, era un historiador de la ciencia griega y rusa. Esos valores que tienen, es lo que tenemos que promover.

Los sacerdotes del calendario lograron todo sumando. Cuenta adelante, cuenta atrás. Hay ideas brillantes. Tienen que leer y aprender, salir, seguir los valores. No suelten sus valores, aunque haya tentación. ¿En qué puede contribuir la arqueología? A la sobrevivencia de la humanidad. Usted me está poniendo semillas para una conclusión para mostrar que la arqueología vale la pena. Guatemala tiene algo que contribuir al mundo, tiene un porvenir muy positivo, pero hay que act together.

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