De no ser porque hasta las fotos se publicaron en los rotativos nacionales, podría haberse argumentado que la noticia se trataba de una broma de mal gusto. Pero no, la funcionaria Roxana Morales Ramírez, hasta el 9 de septiembre recién pasado, administradora del Cementerio General de la ciudad de Guatemala, dispuso celebrar el onomástico de un compañero en un área de dicha necrópolis.
El entorno es obvio: Mausoleos y lápidas que indican lo que el sitio es: un camposanto.
Síntomas y signos de decadencia moral evidenciando que en este gobierno se ha tocado fondo en cuanto valores respecta. No se trata solamente de una funcionaria clavera. A diario leemos en los periódicos monumentales escándalos que nos sonrojan al provocarnos vergüenza ajena.
Analicemos los más recientes de los flamantes dignatarios y funcionarias:
No ha mucho tiempo, una diputada de nuestro “honorable Congreso” fue capturada frontera adentro de la hermana República de Honduras cuando la policía hondureña encontró en su vehículo armas de grueso calibre. Según lo noticiado, la Unidad Nacional Preventiva de la Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC) reportó que ella y sus acompañantes portaban seis armas sin sus respectivos registros. El clavo fue morrocotudo porque no es aceptable semejante comportamiento en una persona que fue designada por la sociedad para discutir y aprobar leyes que reglamentan la conducta de esa misma sociedad. Además, el desliz tuvo connotación internacional.
En San José Nacahuil se cometió una masacre y el Ministro de Gobernación señaló como presuntos responsables a los miembros de una mara. La deducción devino de un supuesto incremento —en los últimos seis meses— de las actividades de dicho grupo en aquel lugar. Horas después, la población dijo: “No fue una mara, fue la Policía”. Y lo que viene destapándose a raíz de tal denuncia da para una película de horror extremo.
La ex viceministra de Salud, Tamara Belzabel Obispo Argueta, acompañada de su hijo, agredió a empleados de un restaurante y luego amenazó a miembros de una patrulla de la PNC —por no venderle más licor los primeros y haber querido imponer orden los segundos. El gerente del hotel al cual pertenece el restaurante llamó a los gendarmes cuando la furibunda viceministra quiso largarse sin pagar la cuenta. La crónica del escándalo le dio la vuelta al mundo. Afortunadamente, su destitución se notició el 9 de septiembre.
El 15 de septiembre recién pasado, en un deslucido acto de celebración de la Independencia (¿?) en la Plaza de la Constitución, nuestro Presidente y su Vicepresidenta demostraron no saber el Himno a Centroamérica. Las cámaras de la TV nacional captaron esos momentos durante los cuales intentaban “seguir” infructuosamente la letra sin lograr su cometido. En tanto, 24 horas después, en un magnificente acto protocolario en la Plaza del Zócalo, Enrique Peña Nieto, Presidente de México, entonaba a pulmón henchido junto a su esposa Angélica Rivera, el himno mexicano. Y se notó cómo, orgullosos, sabían a cabalidad música y letra.
El 18 de los corrientes se anunció que para liquidar Fonapaz se necesitan 54 millones adicionales los cuales, posiblemente, se erogarán. En tanto, muchas carreteras y escuelas están al borde del colapso particularmente en el interior del País. Basta ver las imágenes que se han publicado en la prensa nacional para sentarse a llorar de la cólera y la tristeza.
El mismo día, en un campo pagado publicado en la página 36 de Prensa Libre, un abogado colegiado le puso las peras a cuatro al magistrado de la Corte de Constitucionalidad Alejandro Maldonado Aguirre por no haberse inhibido de conocer, en una inconstitucionalidad dirigida contra la Administración Municipal de Guatemala y el Plan de Ordenamiento Territorial siendo que, —según lo referido en el campo pagado—, el Lic. Maldonado Aguirre había reconocido previamente que su imparcialidad estaba comprometida. Los argumentos que esgrime el abogado parecen sólidos y a fecha 21 de los corrientes, no ha habido respuesta del Magistrado quien se supone, es uno de los más versados juristas de Guatemala.
De no haber aclaración, se podría colegir: Desde cementerios a Cortes se cuecen habas.
A la luz de lo visto y oído podemos inferir que la basa de la debacle es una crisis de valores y lo más grave estriba en que el valor humano, —el máximo valor a la luz de tratadistas como Antonio Gallo Armosino—, para nuestros dignatarios, es cuestión de segundo plano.
¿Una prueba?: Las sombras que rodean a los hechos acaecidos en Monte Olivo y la débil respuesta del gobierno, es parte de ella.
No cabe duda, amolados estamos.
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