Alias Popeye, autor material confeso de más de 300 muertes, y de haber ordenado al menos otras 3,000, fue uno de los lugartenientes clave de Pablo Escobar Gaviria. Popeye cumplió 23 años en prisión.
Galán, figura del liberalismo, y seguro ganador de las presidenciales colombianas, fue asesinado en Soacha el 18 de agosto de 1989. Su muerte, detrás de la cual estaban Pablo Escobar y Alberto Santofimio –ex senador y ministro de Hacienda– fue el inicio de un capítulo siniestro en la ...
Alias Popeye, autor material confeso de más de 300 muertes, y de haber ordenado al menos otras 3,000, fue uno de los lugartenientes clave de Pablo Escobar Gaviria. Popeye cumplió 23 años en prisión.
Galán, figura del liberalismo, y seguro ganador de las presidenciales colombianas, fue asesinado en Soacha el 18 de agosto de 1989. Su muerte, detrás de la cual estaban Pablo Escobar y Alberto Santofimio –ex senador y ministro de Hacienda– fue el inicio de un capítulo siniestro en la historia reciente de Colombia y América Latina, que en apariencia se cerró tras la muerte del mismo Pablo Escobar en 1993.
En el apogeo de los carteles de Cali y Medellín, Galán era partidario de la extradición. Motivo suficiente para que los que se denominarían extraditables, ordenaran su asesinato. Bajo el lema "Preferimos una tumba en Colombia, que una cárcel en los Estados Unidos", esta organización mantuvo durante la década de los ochenta, del siglo pasado, una guerra terrorista contra el Estado colombiano. Ninguno de los jefes mafiosos de los extraditables, quería seguir el destino de Carlos Ledher, por entonces el primer capo en ser enviando a los Estados Unidos.
Las responsabilidades en la muerte de Galán, de otras figuras de la época, como el general Miguel Maza Márquez, entonces director del todopoderoso DAS, y de los carteles de Cali y de los Ochoa, aún está siendo establecida. Y por eso el gran despliegue de seguridad para la liberación de Popeye. Al parecer, aún hay quienes temen lo que puede decir. Y es que este capítulo de la historia colombiana sirve para ejemplificar las relaciones entre el poder político y el crimen organizado, así como la cooptación de la justicia y de los aparatos de seguridad. Un escenario que suena familiar para muchos latinoamericanos, especialmente en el triángulo norte de Centroamérica.
A Galán lo reemplazó César Gaviria, para entonces su jefe de debate, que ganó las presidenciales aupado por la indignación causada por el asesinato de su ex jefe. Gaviria convocó a la Constituyente de 1991 que prohibió la extradición. Pablo Escobar se entregó a la justicia colombiana casi inmediatamente, para ocupar la cárcel cerca de Envigado, desde la cual administraba su imperio. Alias Popeye estuvo también en esa cárcel. La extradición fue nuevamente establecida en 1997, siendo una de las herramientas favoritas del gobierno de Alvaro Uribe.
La figura de la extradición abre el debate entre sus partidarios, que prefieren que otros sistemas judiciales juzguen casos de trascendencia, y sus opositores, que prefieren que el aparato judicial nacional se fortalezca a través del juzgamiento y sanción de esos casos. En Guatemala, los resultados del caso Portillo nos hablan de un ex-presidente de la República, que frente a un tribunal en Nueva York admitió lo que jamás habría aceptado en la Torre de Tribunales en Guatemala.
Tal vez por eso, la declaración de culpabilidad de Waldemar Lorenzana pone intranquilos a muchos. Al final, no hay que olvidar que Carlos Ledher obtuvo una rebaja de su pena testificando en el caso de Manuel Noriega... los caminos del poder político y las mafias se cruzan y entrecruzan en nuestro medio.
Más de este autor