Escucho una vez más a Syd Barret con la tristeza infinita del Dark Globe y empiezo a imaginarme que seguramente terminaré reciclando nostalgias con comentarios políticos contra los gobiernos del socialismo del siglo XXI e insertando algunos links a canciones con guitarras y bajos muy poderosos. Ritual de lo habitual.
Las imágenes que te llegan de ese sitio al que hace unos años le llamabas casa te invitan a decir algo al respecto. Y especialmente aquellas que voy a intentar narrar se parecen en cierta forma a los videos del Dead South, elaborados hasta el punto de que un estudiado ensamble se asemeja a la improvisación.
Esta semana, el expresidente Correa les pedía a sus seguidores en sus redes sociales que desenmascararan a aquellos que comentaran contra él, que evidenciaran datos como nombres y domicilios para poder encararlos.
Nada inusual en quien dedicó sus sabatinas a criticar a feministas, a defensores de derechos humanos y a cualquier otro opositor con epítetos de todo tipo, algunos tan entrañables como «gordita horrorosa». Sin embargo, en esta ocasión alguien hizo algo al respecto: denunciar el comentario a Facebook.
Alguien hizo con Rafael Correa lo que se hace con las cuentas de esos amigos que se dedican a llenarte con anuncios de Herbalife o de ofertas de espacios de oficina para alquilar. Y Facebook hizo lo inesperado: borró el post de Correa por incitar al odio.
Los moderadores de la red social hicieron lo que no pudieron los controles democráticos durante diez años de revolución ciudadana con el líder más querido de la historia reciente del Ecuador, que en esta misma semana tuvo que ser protegido por sus veinte guardaespaldas asignados. Estos tuvieron que servirle de escudo humano para salir de un restaurante en el que no pudo quedarse por los gritos de los comensales repitiendo: «Fuera, Correa. Fuera». En su salida, el expresidente alcanzó a espetarles a todos los parroquianos su calidad de «pelucones». El duro oficio de ser expresidente no le sienta nada bien a este señor, que en sus primeros días ya se da cuenta de que esto del retiro no va con él. Como tampoco le va bien a su figura querer almorzar en sitios pelucones.
Por cierto, Twitter no borró su pedido de exponer a los insultadores. Sigue allí para quien quiera ver los altos valores democráticos de la izquierda en pleno ejercicio del retiro del poder.
Yo cierro estas líneas escuchando a Joe Bonamassa con Different Shades of Blue y esperando oír de esos críticos progresistas que no dudan en enviarte un mensaje para espetarte que con «ese» color de piel no seas más sensible a los valores de la izquierda. Curiosos los tiempos que nos corren, con la intolerancia en disfraz de progresismo y con el neoconservadurismo en galas de verdad alterna.
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