Intento poner mis huesos en su sitio y encuentro el periódico que compré antes de subir al avión. Una nota en la página 13 dice que ese día, hace dos años, Lou Reed murió de las complicaciones posteriores a un trasplante de hígado. La crónica habla casi inmediatamente de canciones como Perfect Day y Walk on the Wild Side y menciona a una banda llamada The Velvet Underground.
Mi espalda me recuerda que aún está allí mientras pienso que el autor de la nota pudo hacer un mejor esfuerzo para hablar del compositor de una canción maldita, que en sus siete minutos de duración viaja ida y vuelta de la euforia a la desesperación y describe ese viaje con una decepción profunda:
I have made the big decision.
I'm gonna try to nullify my life,
'cause when the blood begins to flow,
when it shoots up the dropper’s neck,
when I’m closing in on death…
En 1967, The Velvet Underground, con el disco del mismo nombre, no recibió grandes elogios por su trabajo y se desintegraría poco después, tal vez incluso por la ansiedad de Reed de iniciar otros proyectos. Heroin, como el ícono de ese disco, era una desconocida para muchos hasta que fue incluida en la banda sonora de The Doors, la película de Oliver Stone de 1991.
Diego Manrique, en El País, cuenta cómo Lou Reed jamás alcanzó la fama en los Estados Unidos por una «falta de sincronía generacional». Y es que los personajes de la producción de Reed son más cercanos a los habitantes de una novela negra y llegarían a la escena del rock por lo menos una década después, con el punk.
Los tiempos habían cambiado para 1991, cuando los Red Hot Chili Peppers describieron el camino contrario a The Velvet Underground. Una canción con un aire nostálgico, compuesta por Anthony Kiedis, atípica para el ritmo del grupo, los catapultó a la fama. Under the Bridge es un canto a la adicción del mismo Kiedis, que rememora a Hillel Slovak, el guitarrista original de la banda, quien murió de una sobredosis de heroína.
Under the bridge downtown
is where I drew some blood.
Under the bridge downtown
I could not get enough.
Under the bridge downtown
forgot about my love.
Under the bridge downtown
I gave my life away.
The Velvet Underground construyó un discurso musicalmente más poderoso que la balada de los Red Hot Chili Peppers. Sin embargo, en ambas canciones, una tristeza profunda es la emoción que predomina sobre un cuadro de abandono y desesperanza, totalmente alejada de cualquier glorificación de las drogas.
Reed y Kiedis eventualmente dejaron atrás todas sus adicciones. Seguramente han tenido mucha más suerte que el hombre bajo un puente al que vi inyectarse unos días antes de abordar este vuelo. El pulso tembloroso es seguido por un espasmo mientras la aguja deja correr las sustancias en el torrente sanguíneo.
Y mientras mi espalda me exige que camine por los pasillos del avión, pienso en los analgésicos que llevo en el equipaje de mano y me da por reírme de mí mismo. Me da por pensar en el doctor Watson cuando pregunta, en El signo de los cuatro (1890), «¿qué es hoy: cocaína o morfina?», mientras Sherlock Holmes se inyecta.
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