Ese es el titular de prensa que encuentro a las 4 a. m., luego de ser expulsado de mi cama por mi hija más pequeña, que ha decidido que tiene dificultades para dormir en la propia. No se discute con alguien de ocho años que aduce una pesadilla.
Tengo poca energía para preparar un café y de pronto me encuentro devorando, a través de los audífonos, una versión de Abbey Road remasterizada en 2009, con Octopus’s Garden, una canción de Ringo Starr que describe un paseo dentro del mar bajo la idea de que los pulpos recogen cosas brillantes para decorar jardines submarinos. A esta la siguen Carry That Weight y Oh! Darling. Inevitablemente pienso con nostalgia en los vinilos en el sótano de una casa al norte de Quito y en las escasas posibilidades de volver a escucharlos.
Las noticias anuncian que una multitud se reunió para celebrar el aniversario de la fotografía. Ese cruce peatonal, fácil de encontrar en Londres gracias a Google Maps, y los estudios del mismo nombre son ahora sitios protegidos por su valor histórico, así como objeto de peregrinaje de miles de fanáticos que intentan recrear la imagen, una de cinco tomas realizadas en diez minutos y logradas gracias a que la policía detuvo el tráfico.
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Los estudios de Abbey Road son un objeto de veneración para los fanáticos de los Beatles, especialmente por el recordado concierto sorpresa en el techo del estudio realizado en enero de 1969, del cual algunos hemos escuchado en más de una ocasión Get Back o Don’t Let Me Down.
El álbum fue llamado como la calle luego de desechar la idea de llamarlo como una marca de cigarrillos. Y fue un momento culminante en la carrera de la banda: pocos días después de haber sido finalizado, en un ambiente tenso retratado en varios documentales, Lennon le diría al resto del grupo que se iba.
Reviso la reseña del álbum publicada en Rolling Stone en noviembre de 1969, que ante todo ensalza la creatividad de McCartney. Para los fanáticos de los rankings, Abbey Road ocupa el puesto 14 de la lista de los 500 álbumes de todos los tiempos. El álbum, que fue, de hecho, el último en ser grabado por la banda (Let It Be fue lanzado después, pero grabado antes), contiene dos de los temas más importantes de George Harrison, Something y Here Comes the Sun, aunque, casi sin duda alguna, Come Together (Lennon-McCartney) viene a ser el más conocido.
Para los amantes de los datos curiosos, de esos que se pueden tratar de usar (con poco éxito) a mitad de una conversación sobre otra cosa, uno de los ingenieros dentro del plantel de estudio para la grabación de este álbum era Alan Parsons, quien unos años después estaría también registrando los sonidos de The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd.
Ya amanece. La ciudad comienza a dar señales de vida —tal vez inteligente— en el rumor de los motores que se encienden para ir al trabajo. Yo estoy casi despierto. Y la multitud sigue moviéndose en Abbey Road al ritmo de Yellow Submarine, algo un poco inusual para la ocasión.
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