Y razones, lamentablemente, abundan. El Informe prevé que en el presente año se experimentará un nuevo incremento en el número de desempleados en 5.1 millones. En el 2014, esta cifra crecería nuevamente en otros 3 millones, para un total de 205 millones de desempleados, sin que las medidas para revertir la situación aparezcan claras.
Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria de los Estados Unidos en el 2008, el empleo muestra la cara más dramática de la crisis económica. En pocos indicadores se puede plasmar de manera tan precisa el impacto que tienen en los ciudadanos, las medidas de ajuste tomadas por los gobiernos de los países que han debido salir al rescate del sistema financiero, transfiriendo los costos de la crisis a los hogares y las empresas medianas y pequeñas.
El caso español, con 6 millones de parados, una base de contribuyentes compuesta en un 60% por mileuristas, y un sistema de seguridad social en el que –por primera vez– los pensionistas superan el número de cotizantes, empieza a resultar paradigmático, e inclusive premonitorio. Un año después de las reformas laborales que “abarataron” el despido, estas reformas, poco o nada han contribuido a defender los empleos existentes.
El informe de la OIT señala que la crisis del empleo en los países desarrollados se transmite, vía el comercio internacional, a los países en vías de desarrollo. De esta forma, la OIT estima que una cuarta parte de los empleos que se perdieron en el 2012, corresponde a países desarrollados, y las tres cuartas partes restantes a países en vías de desarrollo. En el caso de América Latina, las economías nacionales se habrían visto debilitadas por los ajustes macroeconómicos que han debido realizarse como resultado de la volatilidad de los flujos internacional de capital.
Para completar este panorama, el Informe señala que los empleos que se crean durante este período de crisis, resultan inalcanzables para los parados, especialmente de larga duración, dada la inadecuación de sus calificaciones. De esta forma, 39 millones de personas habrían abandonado el mercado laboral.
¿Cuáles son las soluciones que la OIT propone? El Informe reitera el menú sugerido en el 2012, que ya estaba incluido en la versión del 2011: corresponde a los responsables de formular políticas públicas acabar con la incertidumbre política y tomar medidas macroeconómicas para fomentar el empleo, evitando implementar programas que reducen salarios y la protección social; restituir al sistema financiero para que éste cumpla con su función de apoyar con créditos a las PYME; tomar medidas de corto plazo para fomentar el consumo; conducir programas de recapacitación de la fuerza de trabajo; fomentar el empleo juvenil a través de políticas activas del mercado de trabajo…
En este complejo contexto mundial, las variables del empleo en Guatemala se presentan de acuerdo a las estadísticas oficiales del INE para 2012, con un 2.9% desempleo abierto, 17.8% de subempleo y un 74.5% de empleo informal. La mayoría de la población ocupada (32%) trabaja en el sector agrícola, con un ingreso promedio de Q.742 al mes. Apenas un 18% de la población ocupada goza de la protección de la seguridad social.
A primera vista, el problema principal es la precariedad de ingresos, no el desempleo. Sin embargo, parece sensato pensar en el diseño de medidas que eviten la transmisión de los peores efectos de la crisis mundial, considerando la estructura de las exportaciones de Guatemala, basada en la industria textil y los productos agrícolas de exportación, de los cuales, el principal rubro es el café.
Y en este punto, urge empezar a buscar alternativas para los más que probables efectos de la roya, sobre los casi 500,000 empleos que –de acuerdo a cifras de ANACAFE en 2009, genera estacionalmente el café. La pelota está en el campo de los tomadores de decisiones.
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