Una práctica frecuente durante una contienda electoral. Lo que es inaceptable es que los medios de comunicación se presten a este juego, dándose baños de pureza invocando principios y valores como la moral, la ética o la legalidad.
Por desgracia, en mi opinión la nota publicada por Prensa Libre, signada por Óscar Ismatul, encaja en esta práctica. Titulada “Figuras cuestionadas llegan como diputados al Congreso”, inicia declarando que “Los señalamientos morales, éticos y legales no son ajenos a buena parte de los diputados electos…”
Luego menciona casos de diputados electos con señalamientos de malos manejos de fondos públicos. Señala además a diputados tránsfugas, una práctica que me parece más una debilidad del sistema de partidos políticos que un antecedente cuestionable de los diputados. ¿Por qué, en vez de lanzar señalamientos personales, no se cuestiona el sistema o se promueve el voto uninominal en vez de los listados (algo que yo hubiese esperado de un periodismo serio y responsable)?
Por otro lado, señala a unos por haber ocupado cargos en administraciones anteriores, es decir, se les cuestiona por su experiencia. Pero a otros se les cuestiona por su falta de experiencia. ¿En qué quedamos? ¿Qué es lo que queremos, diputados con o sin experiencia?
Por si esta contradicción no fuese suficiente como para entrever sesgo, vienen los cuestionamientos en contra de los diputados electos Orlando Blanco y Carlos Barreda. ¿Cuál es su pecado? Según la nota citada, haber sido funcionarios en el gobierno de Colom, exdirigentes del Colectivo de Organizaciones Sociales, pero sobre todo, el periodista Ismatul sentencia que “fueron señalados por el PP hace cuatro años de impulsar campaña negra contra Otto Pérez Molina”.
¿Puede acaso una nota periodística ser más sesgada y parcial? Porque una cosa es informar a los lectores que un diputado electo está señalado de malos manejos o tiene un juicio pendiente, y otra muy distinta es salir en abierta defensa de un partido político y de su candidato presidencial. Casi pareciera olvidarse el hecho que en las elecciones se registran decenas, si no cientos, de señalamientos de supuestas campañas negras.
En el caso del señor Barreda, lo conozco porque compartí con él responsabilidades laborales. Doy fe de su integridad, probidad y calidad profesional. Juan Alberto Fuentes, en su recién publicado libro Rendición de cuentas, también da fe de su calidad profesional cuando fungió como viceministro de Finanzas Públicas. Acá dos referencias que someto a juicio del lector y la opinión pública en general. Quisiera saber cuáles son los argumentos del periodista Ismatul y del diario Prensa Libre para sustentar su señalamiento público.
Quizá porque el señor Barreda no sólo es un técnico, sino también un político. Puede que a alguien no le guste su posición ideológica o el partido en el que hoy milita, y por el cual fue electo diputado, pero eso no lo hace cuestionable.
Las falencias de esta nota no paran allí. En el último párrafo, a tenor de una redacción fatal, se coloca bajo el peyorativo título de “cuestionables” a los diputados que no se reeligieron, a la par de diputados asociados a la trata de menores o de un bus accidentado. ¿Qué relación tienen los diputados que no se reeligieron, que se citan con nombre y apellido, con estas acusaciones?
En todo caso, señalar de “cuestionable” a una figura política, sin argumentos y basándose únicamente en el hecho que milita en un partido político, en mi opinión sí es campaña negra. Así que, si analizáramos a los periodistas y comunicadores, ¿podría yo decir que Óscar Ismatul y el diario Prensa Libre son cuestionables por impulsar una campaña negra en contra de algunos diputados electos, por ejemplo?
Un medio de comunicación serio y responsable, que no pretende afiliación política partidaria alguna, debe mantenerse al margen de señalamientos sin fundamento, que sí son campaña negra.
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