No está de más, debido no solo a los múltiples beneficios que ésta aporta a infantes y a sus madres, sino también por el contexto de alta desnutrición del país. Ello me hizo recordar un tema del que tengo años de querer escribir, y que aprovecho la oportunidad para hacerlo: sobre la comercialización de sustitutos de leche materna y los abusos relacionados a ello.
Antes de tener a mis hijos no me había cuestionado mucho sobre el tema, realmente no era algo que me generara una opinión crítica ni mucho menos. Sin embargo, conforme me iba acercando a la maternidad empecé a cuestionarme sobre por qué era tan generalizado el uso de pachitas y fórmula en bebés, cuando es bien sabido que “la leche materna es el mejor alimento para el lactante”. Un poco de investigación, experiencia propia y de amigas (que residen en otros países respecto de otras que viven acá) y un poco de sentido crítico me llevaron a abrir más los ojos: acá, en muchos casos, se boicotea la lactancia materna.
Según los resultados de la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (Ensmi) 2008-2009, 55.6% de los bebés menores de tres meses recibieron lactancia exclusiva, y poco menos de la mitad de los infantes menores de seis meses de edad. Amamantar a los hijos es bastante más alto dentro de lo rural (67.4% durante los primeros tres meses y 60.4% los primeros cinco) que en lo urbano (37.9% y 32.5%, respectivamente), y disminuye significativamente conforme aumenta el nivel de escolaridad: solo el 5.7% de las madres con estudios superiores lactaron a sus hijos de forma exclusiva durante los primeros tres meses, y 4.7% durante los primeros cinco.
Ciertamente, será más de un factor el que influye en estos resultados. A mayor escolaridad cae alarmantemente esta práctica y es más común —totalmente normal y culturalmente aceptado— alimentar a los hijos con fórmula. Uno podría suponer que tiene que ver con la mayor incorporación de las mujeres a la PEA, pero aun en el período cercano al nacimiento (post parto), la práctica es significativamente baja. ¿Será entonces que estamos más influenciadas por la publicidad, y nos creemos el cuento de que las fórmulas igualan la leche materna? ¿Será falta de información sobre la superioridad de la leche materna, o desinformación? ¿O será que simplemente no queremos amamantar (para que no se alteren “las chicas”, porque no nos place, etc.)?
En Guatemala existe legislación (Ley de comercialización de sucedáneos de la leche materna) para evitar que las multinacionales de sucedáneos de la leche materna caigan en irresponsabilidades éticas a la hora de mercadear y publicitar sus productos (…si de ética puede jactarse esa fuerza —la publicidad— que empuja el engranaje del consumismo). Pero como bien lo muestran los informes Breaking the rules de la IBFAN (International Baby Food Action Network), esa industria multimillonaria, acá y en el mundo, está siempre al acecho, aun por encima de lo establecido en los acuerdos internacionales: incorporación de dibujitos tiernos, verdades a medias, alusión a cualidades que no llegan a igualar a las de la leche materna, etc. A pesar de la alta exposición a ello, intuyo que los sustitutos de leche materna siguen siendo “the second best” para la mayoría.
El lugar y tipo de asistencia en el parto afectan positiva o negativamente algunas prácticas importantes para el buen inicio de la lactancia. Las estadísticas nos ayudan a ir detrás de otra pista: según la Ensmi, los bebés que nacieron con atención de comadrona inician la lactancia más tempranamente que aquellos atendidos por personal médico y en establecimientos de salud. Cabe agregar que una encuesta de opinión realizada por Unicef revela que solo el 36% de los casos atendidos por personal médico fueron informados por estos sobre la importancia de la lactancia exclusiva, mientras que el 91% de los nacimientos recibidos por comadronas de la comunidad (no de balde en término francés “sage-femme” —mujer sabia— para referirse a ellas).
El reto mayor está en lograr que en los hospitales no se les dé pachitas a los recién nacidos. Pero algunos de los profesionales y personal de salud de estos lugares siguen poniendo cara de póker cuando escuchan el término “lactancia exclusiva”. Parece algo sencillo de entender, sobre todo si se considera que estos debieran de saber las dificultades que representa que un bebé aprenda a succionar el mamón antes que el seno materno. El riesgo no es minúsculo, pues con la “confusión de pezón” se inician muchos de los problemas que fomentan el traslado de lactancia materna a la fórmula láctea.
En la práctica, el ejercicio que debiera inicia durante la primera hora de vida, logra desarrollarse más efectivamente hasta que se deja el hospital (al segundo día de nacido, o tercero si es cesárea. Por cierto, según la última Ensmi, a mayor nivel de escolaridad e ingresos, mayor ocurrencia de cesáreas: más de la mitad de los casos de madres con educación superior, ¡vaya!… habría que preguntarle la explicación de este fenómeno al gremio de ginecobstetras). Pero antes de irse a casa, en algunos sanatorios, junto con el bebé, se entrega una bolsa de regalos: kit para la hora del baño, pañales, y (¡oh sorpresa!) un bote de fórmula y pachitas (por si acaso no le baja la leche, su hijo no le acepta el pecho, se queda con hambre, no succiona bien, no abre adecuadamente la boca, o cualquier otra dificultad que se le presente en el camino). “Mmmhhh, how convenient…”, como diría la Church Lady del antiguo Saturday Night Live.
Y así se inicia la lactancia de muchos bebitos y bebitas. Algunos lograrán superar los obstáculos del inicio (para ayudar a ello hay grupos como el de las muy valiosas y solidarias mamás de la Liga de la Leche), otros quedarán con el regalo de la lactancia a medias y otros, lamentablemente, sin regalo. Pero eso sí, estos últimos, que son un porcentaje significativo —y mayoritario en algunos segmentos—, le harán “su agosto” a algunos (porque además de los cientos de quetzales en fórmula, habrá que sumar lo de las pachas, las mayores visitas al pediatra por enfermedades más recurrentes, un mayor gasto de bolsillo en medicamentos, etc.).
No está de más recordar que la ley mencionada —que busca precisamente que el fin comercial no esté por encima del bienestar social y humano— prohíbe explícitamente y en varios artículos, que establecimientos de salud (públicos y privados) y profesionales y personal de salud promuevan directa o indirectamente el consumo de sucedáneos de la leche materna.
Más de este autor