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Katherine y sus hijos caminan en medio de la cotidianidad de personas que viajan en sus vehículos. Ella quedó embarazada cuando era adolescente y ahora trabaja en el comercio informal. María Longo

El país que abandona a 500,000 niñas madres cada cinco años

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El país que abandona a 500,000 niñas madres cada cinco años

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De 2018 a 2022, el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva (Osar), registró medio millón de niñas y adolescentes embarazadas. La cifra exacta es 501,030 —un poco más de la población proyectada en el departamento de Totonicapán—. El Estado de Guatemala les falló en la prevención y después las ignoró. Solo en 2021 fueron 2,124 embarazos y 2,041 nacimientos de madres de 10 a 14 años. Ese mismo año, apenas 179 de ellas fueron incluidas en el Programa Vida.

Katherine tiene 26 años y cuatro hijos de diferentes edades: nueve, cuatro, tres y un años. Vive en el cuarto de una vecindad del Centro Histórico de Quetzaltenango. En su habitación hay una cama donde duerme con sus hijos, tres cajas de cartón y una bolsa de plástico en donde guarda ropa, juguetes y víveres; una mesa con una estufa vieja de tres hornillas que alguna vez fue blanca, un televisor y un aparato de sonido. Sus tres hijos menores fueron diagnosticados con desnutrición y están en recuperación.  

«Si regresara el tiempo, no tendría a mis hijos, lucharía para solo tener uno. Trabajaría y estudiaría para ser lo que quería ser, una doctora», dice.  Katherine no es su nombre real, pero así la llamaremos para contar su historia.

Katherine tenía 13 años cuando se vio obligada a enterrar el sueño de ser médica. Un primo la violó y la embarazó, a los 14 años tuvo a su primera hija. La maternidad forzada provocó que  dejara de jugar y tuviera que cambiar pañales, que dejara sus estudios para estar en el parto y que abandonara sus sueños para cuidar a una niña que murió tres meses después de nacer.

La causa fue «muerte de cuna», cuenta Katherine. El esposo de una tía y otros familiares le ayudaron a pagar el sepelio.

Guatemala elaboró el Plan Nacional de Prevención de Embarazos en Adolescentes (PLANEA) 2018-2022, pero cuando la prevención falla, las adolescentes embarazadas y madres deben encarar solas la crianza y todo lo que implica.

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Guatemala tiene el Programa Vida a cargo del Ministerio de Desarrollo Social,  una iniciativa gubernamental para dar asistencia económica por medio de  transferencias monetarias condicionadas a personas adultas encargadas de niñas y adolescentes embarazadas o madres menores de 14 años, víctimas de violencia sexual.

Este programa es solo para los casos que se han conocido en los tribunales de justicia y cubre un porcentaje muy bajo, menos del 10 % del número de embarazos prematuros.  Además la entrega es irregular.

En 2022, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) atendió a 5,508 mujeres menores de 19 años por agresión sexual.

El embarazo impacta negativamente la vida de las niñas

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adolescencia es el periodo de crecimiento y desarrollo humano entre los 10 y los 19 años. En la versión de lectura amigable del Planea se explica que el embarazo en adolescentes ocurre durante ese rango de edad y es la causa de otros problemas: dejar de estudiar, ser discriminada, dificultad para realizar sueños y plan de vida, tener más hijos, morir durante el embarazo o adquirir infecciones de transmisión sexual. 

«Me afectó mucho porque no tenía el consejo de nadie, ni de un papá, ni de una mamá. No sabía qué hacer», recuerda Katherine sobre su embarazo. Su padre murió cuando tenía 10 años y no tiene una relación estrecha con su madre. A los 17 años, Katherine tuvo a su segundo hijo, no planificado. Mientras lo criaba, estudiaba por la noche. Al cumplir 20 años, terminó sexto primaria. 

De acuerdo con el Planea, el embarazo en adolescentes daña física y mentalmente. Puede provocar una malnutrición y anemia, falta de desarrollo de los huesos, presión alta y diabetes, sangrado y rotura de membranas, parto prematuro y hasta la muerte; así como ansiedad, depresión, desesperación debido a la discriminación, pensamientos e intentos de suicidio que pueden concretarse y estrés. Esto se suma al trauma y lesiones de la violencia sufrida.

Para las adolescentes embarazadas es más difícil cumplir con su plan de vida por el abandono escolar, la dificultad para tener un buen trabajo, una mayor probabilidad de tener más hijos, la dificultad para disponer de dinero y ahorros, la vulnerabilidad ante la violencia sexual y de género, así como a los matrimonios forzados o uniones forzadas, explican en el Planea.  

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Del 2020 a noviembre de  2022, el Ministerio de Educación (Mineduc) registra 1,144 casos de deserción escolar por embarazo, el retiro es de 1,104 mujeres y 40 hombres. «Está información no es verificada en el registro de los directores de centro educativos, que no especifican si es embarazo del estudiante o de los padres», explicó el Mineduc por medio de la respuesta a una solicitud de información pública. En  2021 fueron 447 casos, el 95.7 % eran mujeres y hasta noviembre de 2022 se tienen 339 abandonos, la mayoría, 323 de mujeres.

Sin atención para su salud mental

Katherine, mientras muestra las cicatrices que tiene en las muñecas, relata: «No seguí estudiando básico porque no tenía el apoyo de nadie, me sentía muy sola y con mucho dolor. Estaba perdida, aún me dolía la muerte de mi papá y todo lo que me pasó con la bebé. Durante una época tomé mucho alcohol, fumaba, intenté quitarme la vida», cuenta.

Plaza Pública consultó al Ministerio de Salud sobre la disponibilidad de un plan o programa específico para atender la salud mental de las adolescentes embarazadas y madres, pero no existe.

Según la información proporcionada por el ministerio, en los servicios de salud pública se cuenta con el Programa de Salud Mental en donde se atiende a la niñez, adolescencia, juventud, población adulta, neonatos, embarazadas y que hayan dado a luz. La atención puede ser por diversas causas: prevención en el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas; ideas o intento de suicidio, población refugiada, víctimas de trata y trastornos mentales frecuentes. Es decir, un programa para todas las situaciones.

El Programa de Salud Mental cuenta con recursos para funcionamiento y carece de fondos para la implementación de actividades según indicaron en respuesta a la solicitud de información.

En condición de pobreza y sin apoyo estatal

Un día caluroso de noviembre, bajo el sol radiante y en una  calle concurrida de Quetzaltenango, Katherine camina en un espacio de 50 centímetros que divide dos vías. El semáforo marca rojo, y ella aprovecha a ofrecer galletas con chocolate por dos quetzales cada una.

«Los que más sufren son ellos, los niños. A pesar de todo lo que pasé, me esfuerzo para darles lo que necesitan», dice Katherine, quien nunca recibió apoyo del Gobierno de Guatemala, solo de personas particulares que conocen su historia.

Desde hace dos años y medio, vende galletas en los semáforos. Antes de la pandemia era ayudante de cocina en un comedor. Su hijo mayor le ayuda en la venta cuando no está en la escuela,  pero perdió por tercera vez el primer grado de primaria. Para poder trabajar necesita que alguien se encargue del cuidado de sus hijos, pero hasta ahora no ha encontrado una guardería gratuita. Entonces, se coloca al más pequeño en la espalda, toma a una de las niñas de la mano y a la otra la deja con una vecina.             

El estudio «Consecuencias socioeconómicas del embarazo en la adolescencia en Guatemala», elaborado por Unfpa en 2020,  evidencia que en Guatemala, quienes fueron madres durante su adolescencia, cuentan con niveles educativos inferiores en comparación con aquellas que pudieron decidir postergar su maternidad a la vida adulta.

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El 63.6 % de las mujeres que han sido madres entre los 10 y 19 años solo tienen educación primaria, el 34.3 % secundaria y media y tan solo el 2.1 % cuenta con estudios universitarios. En contraste, de las mujeres que han sido madres entre los 20 y 29 años, el 41.2 % alcanzó solo la educación primaria, 49.8 % la educación secundaria y el 9 % universitaria, porcentaje significativamente mayor que el de las mujeres que fueron madres en la adolescencia. Estos datos están registrados en el estudio.

El documento estima que quienes son madres en la adolescencia perciben, en promedio, un 22.6 % menos de ingresos que quienes lo fueron en la edad adulta, esto no les permite superar condiciones de pobreza; además establece que el rezago educativo de las mujeres con hijos en la adolescencia, representa para el país un costo o pérdida anual estimada en 426.1 millones de quetzales.

Sin EIS antes, durante y después del embarazo    

Katherine no ha escuchado sobre Educación integral en sexualidad (EIS). Usó dos métodos anticonceptivos que no fueron efectivos y supo que podía operarse para no tener más hijos cuando los médicos que atendieron su último parto le informaron.

Para Katherine estar en el semáforo, bajo el sol, es muy cansado; quiere aprender a cortar cabello y poner un salón de belleza. Cuando ofrece galletas a dos quetzales, algunas personas la ignoran y suben los vidrios del vehículo en el que viajan, otras mueven la cabeza en señal de negación y algunas le compran, le dan dinero extra o le regalan ropa y alimentos. 

«Si pudiera hablar con alguien del gobierno les diría que ayuden a las niñas para que no pasen lo mismo que yo pasé», dice Katherine, quien creció en Guatemala, un país cuyo gobierno se autoproclamó «provida».

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