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Waldemar Lorenzana y el dilema del prisionero

Waldemar Lorenzana al momento de ser extraditado a EE.UU.
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Waldemar Lorenzana y el dilema del prisionero

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Waldemar Lorenzana Lima se encuentra en un dilema: delatar a sus cómplices para salvarse de una larga condena de prisión, o a callar para proteger a sus hijos: los dos encarcelados en Guatemala, pendientes de extradición, y los tres libres que según autoridades estadounidenses y guatemaltecas, continúan en el negocio del trasiego de drogas.

La declaración de culpabilidad de Waldemar Lorenzana Lima ante una corte federal de los Estados Unidos martilló otro clavo en el ataúd de una leyenda, al menos en papel, pero no terminó con ella. Su familia, que se perfiló como una de las más notorias en la historia de narcotráfico de Guatemala, según fuentes policiales y militares, se mantiene en el negocio del tráfico de drogas que el confeso anciano inició en los años ochenta. El aura de intocables que presumía el clan de “Los Lorenzana” se desplomó cuando la policía capturó en Guatemala a Lorenzana Lima, el 26 de abril de 2011, y a sus hijos, Elio y Waldemar Lorenzana Cordón, en noviembre de 2011 y septiembre de 2013, respectivamente, mas no se destruyó del todo.

En agosto de este año, Lorenzana Lima, de 76 años, aceptó la propuesta de la División Criminal del Departamento de Justicia de EE.UU. (USDOJ, por sus siglas en inglés) de declararse culpable de cargos de narcotráfico, un boleto de lotería con premio aún incierto. Para Estados Unidos capturar y extraditar a Lorenzana Lima era una tarea pendiente después de dos años de intentos fallidos. Pero también fue un trofeo inútil para reducir el tráfico de drogas desde Guatemala hacia las ciudades estadounidenses, según lo demuestran las estimaciones y estadísticas de las autoridades estadounidenses y guatemaltecas.

Yo, culpable

El documento 500 del caso 1:03CR331(CKK), que Lorenzana Lima firmó el 18 de agosto pasado, consigna que se declaró culpable de conspirar para “la fabricación de 500 gramos o más de cocaína” y para “el trasiego de 500 gramos o más de cocaína” hacia Estados Unidos. Es decir, todo un kilo de droga, la menor de las ofensas en la acusación, según el documento. Pero así el USDOJ podía fijar un techo flexible del total traficado, un criterio para determinar la duración de la condena. Por eso eligió una categoría que hace a Lorenzana Lima responsable, directa o indirectamente, de trasegar “al menos 450 kilos de cocaína”.

En realidad, las autoridades estadounidenses presumen que Lorenzana Lima trasegó mucha más droga. Una acusación de la Fiscalía del Distrito de Columbia y el USDOJ asoció la organización a la cual servían los Lorenzana a cinco cargamentos, o 6,500 kilos de cocaína, destinados a EE.UU. entre 1996 y 2009.

En 2009, el Departamento de Estado de EE.UU. estimó que por Guatemala se trasegaban unas 300 toneladas de cocaína anuales. En 2013, la estimación se elevó a al menos 600 toneladas. Sin embargo, en ese lapso disminuyó la cantidad de cocaína que las autoridades guatemaltecas decomisaron anualmente. En la última década no superan los seis mil kilos anuales, y nunca rebasaron los diez mil incautados en 1999. Además, la captura de sujetos identificados como grandes narcotraficantes del país, como los Lorenzana, no debilita el negocio. El analista mexicano Tomás Borges explica que los vínculos de sangre o parentesco político facilitan la herencia de mandos, y un reacomodo.

En 2012, el Departamento del Tesoro de EE.UU. reveló que dos hijos más de Lorenzana Lima, Ovaldino y Marta Julia Lorenzana Cordón, tenían vínculos con el narcotráfico. Hasta entonces, la Fiscalía de Narcoactividad en Guatemala no había pedido su captura argumentando falta de pruebas. Pero fuentes de Gobierno afirmaban extraoficialmente que Haroldo Lorenzana Cordón, otro de los hijos de Lorenzana Lima, también era uno de los operadores del clan.

Saúl Martínez/EFE

Los otros capos vinculados a los Lorenzana, que también han caído en las manos de la justicia estadounidense y han sido acusados dentro de la misma causa, han corrido, cada cual, con historias diferentes. El personaje más jerárquico era el colombiano Phanor Arizabaleta Arzayús, el último líder del cartel de Cali. Una corte del Distrito de Columbia (sede de Washington, capital estadounidense) lo condenó a cuatro años de cárcel, que le redujeron a un año (cumplido en Colombia, mientras aguardaba extradición) y ocho meses (en EE.UU.). En 2012, lo extraditaron a su país para reanudar una condena por secuestro, a sus 74 años de edad. El guatemalteco Otto Roberto Herrera García, un enlace entre Arizabaleta y el cartel de Sinaloa, y en su momento considerado por la USDOJ como uno de los 41 narcotraficantes y lavadores de dinero más buscados, fue detenido en Colombia en 2007 y luego deportado a EE.UU. La justicia de ese país le atribuía participación en el envío de al menos diez mil kilos de cocaína de Colombia a Centroamérica, entre 1999 y 2002, y el lavado de unos US$3 millones de dólares para comprar aviones que transportaran droga del Cartel de Sinaloa en 2003, 2006 y 2007, pero tras purgar seis años en prisión en una cárcel estadounidense, fue “librado de su sentencia” por narcotráfico y lavado de dinero en octubre de 2013.

En contraste, el exdiputado salvadoreño William Eliú Martínez, que hacía las veces de los Lorenzana en El Salvador, fue capturado en 2003, y ahora está condenado a 29 años de cárcel. Es un pésimo precedente para Lorenzana Lima, por quien EE.UU. no pedía la mayor recompensa. Mientras que ofrecía US$2 millones por información que permitiera a capturar a Herrera, y US$5 millones por el guatemalteco Jorge Mario “El Gordo” Paredes (de menor status que Herrera), por Lorenzana Lima ofrecía US$500 mil, y US$200 por cada uno de sus hijos. Paredes se declaró “no culpable” en una corte de Nueva York en 2009 (año y medio después de su captura en Honduras), pero el jurado no lo creyó así y la juez Deborah Batts lo condenó a 31 años de cárcel. Paredes, no era parte del caso de Lorenzana, pero tuvo vínculos con Herrera por el narcotráfico.

Narco-mapa invariable

Si la captura del mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán, en febrero de 2014, no sacudió al cartel de Sinaloa, menos lo haría la declaración de culpabilidad de Lorenzana Lima, según Michael Vigil, exjefe de Operaciones Internacionales de la Agencia Federal Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés). El exfuncionario afirma que los días del “líder dictador”, que controlaba celosamente los imperios de droga, son casi historia. “Los carteles actuales son básicamente una red de sucursales que funcionan semi-independientes; como resultado, la organización no sufre mayor impacto con la captura de algunos líderes”, asegura Vigil.

Para octubre de 2011, el cartel de Sinaloa ingresaba un estimado de un kilo cada diez minutos a Estados Unidos, según el experto mexicano en seguridad nacional, Raúl Benítez. Esto fue seis meses después de la captura de Lorenzana Lima que, evidentemente, no hizo diferencia alguna en las transacciones de drogas.

Hace unos diez años, los Lorenzana y sus socios recibían la cocaína en Jutiapa, a donde llegaba desde el sur vía terrestre o marítima, según el expediente del caso. Operaban al mando de Otto Herrera, y después de la captura de éste en 2007, lo hicieron bajo la dirección de su hermano,  Guillermo Herrera García, según la policía. En tanto que Arizabaleta, continúo operando en Colombia desde su arresto domiciliar por secuestro, hasta que fue extraditado a EE.UU. en 2011. Pero a los Lorenzana no les faltaron proveedores. La captura, en febrero de 2012, de 35 miembros de la organización “Los Galeano”, heredera del cartel de Cali en Colombia, sacó a luz sus vínculos con Honduras y Guatemala, específicamente con los Lorenzana, según el entonces director de la policía colombiana, Óscar Naranjo. Autoridades colombianas aseguran que Los Galeano enviaban al menos una tonelada de cocaína por semana a Estados Unidos vía Centroamérica y el Caribe.

Una fuente militar afirma que en 2012, los Lorenzana enviaron al menos dos cargamentos desde Zacapa hacia Escuintla, donde la entregaron a traficantes mexicanos. En junio de 2013, la Policía Nacional Civil (PNC) de Guatemala anunció que la familia Lorenzana aún traficaba para el cartel de Sinaloa. ¿Su evidencia? El tipo de envoltorio de los 14 kilos de cocaína que trasportaba Hans Breiner Lemus Lorenzana, entonces de 17 años y ahora mayor de edad, cuando la policía lo capturó en Tecún Umán, San Marcos, junto a seis personas más. El adolescente, hijo de Marta Julia Lorenzana Cordón, salió libre un mes después, según reportes de prensa. Así, los Lorenzana seguían usando las rutas del suroccidente que el cartel de Sinaloa tradicionalmente domina.

El día en que Lorenzana Lima se declaró culpable de narcotráfico en Estados Unidos, fuentes del Gobierno guatemalteco revelaron que su familia todavía traficaba drogas en Zacapa, Chiquimula, e Izabal.

Los jugosos detalles

Los Lorenzana reciben droga por tierra desde Honduras, y por vía aérea desde Sudamérica, según un exinvestigador de la PNC, ahora detective privado. Hacen ingresar al país la droga encaletada en camiones que transportan naranjas y bananos, por la frontera hondureña de Corinto. Los camiones son llevados hasta el mercado de La Terminal, en la zona 4 de Ciudad de Guatemala. Una vez descargan y venden la fruta al mayoreo, llevan los camiones hasta Villa Nueva o Amatitlán. Allí, trasladan la droga a vehículos con placas mexicanas, que son llevados hasta “Los Huistas” en La Mesilla, Huehuetenango, o a San Marcos, al grupo que según un asesor gubernamental lideran los hermanos de Juan Ortiz, alias “Chamalé” (capturado en abril de 2011, y extraditado a EE.UU. en mayo de 2014). Los Huistas y los Ortiz entregan la cocaína al cartel de Sinaloa en México.

La plataforma de cada camión puede ocultar hasta dos mil kilos de droga, y un compartimiento entre la plataforma y el cabezal, hasta otros 300 kilos —según la fuente—, es decir 2,300 kilos, unas cinco veces el monto que el USDOJ responsabilizó a Lorenzana Lima de traficar.

La gente de los Lorenzana supuestamente también recibe cargamentos de cocaína en La Libertad, Petén, a donde son transportados en avioneta, según el investigador. Los receptores ocultan la droga en camiones encaletados, que varios choferes conducen hasta Escuintla. Allí los cargan con ganado que compran en transacciones legales. Después, conducen los camiones hasta México vía San Marcos.

Elmer Sosa, subjefe de la subdirección General de Análisis e Información Antinarcótica (SDGAIA), de la PNC, asegura que la cifra de aterrizajes de avionetas cargadas de droga se desplomó en el país en los últimos seis años. De 60 vuelos interceptados en 2008, se redujo a dos vuelos interceptados en 2014: uno acabó en un decomiso de droga en Izabal, y otro, en el hallazgo en Quiché de una aeronave descargada y destruida. No obstante, un asesor de Gobierno agregó que existe información de inteligencia del aterrizaje en Playa Grande, Quiché, de avionetas provenientes de Honduras, una ruta que presuntamente administran socios de los Zetas.

Sosa dice desconocer la ruta de trasiego Sudamérica-Petén-Escuintla-San Marcos-México. Y aunque admite que la PNC sí ha escuchado acerca del trasiego de drogas en camiones de frutas, asegura que no tiene evidencia de ello. En La Terminal, mientras tanto, hay vendedores que confirmaron que compran (al mayoreo) naranjas y bananos importados de Honduras.

Las implicaciones de declararse culpable

“Muchas veces los acusados se declaran culpables porque la evidencia es contundente, o negociaron con los fiscales a cambio de una condena de cárcel menos larga”, explica Vigil. En otras ocasiones “se declaran culpables después de cooperar, y la reducción de la condena de prisión depende del nivel de cooperación”.

La abogada Anabella Gudiel, que representa a Lorenzana Lima, dijo que el USDOJ propuso una negociación a su cliente que incluía declararse culpable, según una publicación de prensa. Y, a sus 75 años, el ex jefe de los Lorenzana sí tenía razones para negociar: obtener una condena benévola para salir vivo de la cárcel. Por ahora, sus opciones oscilan entre una pena máxima de 40 años de cárcel, una multa no mayor a los US$5 millones, y una pena mínima de cinco años de cárcel.

Saúl Martínez/EFE

El USDOJ y la fiscalía pedirán a la juez Colleen Kollar-Kotelly considerar reducir la ofensa de Lorenzana Lima, por declararse culpable. Pero no hay garantías. La juez puede fijarle una sentencia mayor a la sugerida, siempre que no supere los 40 años. Y el USDOJ podría guardarse la recomendación si considera que Lorenzana Lima no describió fielmente las circunstancias en que violó las leyes de EE.UU., mintió en cualquier aspecto de su admisión de culpabilidad, u obstaculizó el acceso del USDOJ a coconspiradores (como sus hijos) o testigos en el caso.

Lorenzana Lima también debió entregar al Gobierno de los EE.UU. toda propiedad o dinero en efectivo que obtuvo en los últimos diez años, como resultado de sus actividades de narcotráfico, y ceder el derecho de apelar la sentencia que le fijen. Sin embargo, pidió al gobierno estadounidense que financiara su defensa porque no tenía cómo pagar su propio abogado, dado que sus bienes están congelados. De lo contrario, quizá habría debido explicar el origen de los fondos a su disposición, y que ahora manejan sus hijos.

Para Lorenzana Lima, aceptar el incierto trato del USDOJ equivale a empuñar una navaja de doble filo, que le obliga a hablar para salvarse, o a callar para salvar a sus hijos: los dos encarcelados en Guatemala, pendientes de extradición a Estados Unidos; y los tres libres y ocupados en el trasiego de cocaína, según autoridades estadounidenses y guatemaltecas.

Una persona allegada a los Lorenzana dice que los hermanos viven temporadas de sobresalto. Temen que alguien cercano los delate a cambio de la recompensa ofrecida para facilitar su captura —un grupo que potencialmente incluye al padre. Pero el caso que les han fabricado encaleta otra realidad, una donde ni extradiciones ni admisiones de culpa desbaratan el negocio.

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