Durante la Asamblea, la sociedad civil tuvo oportunidad de expresar sus preocupaciones y propuestas ante el secretario general, José Miguel Insulza. Durante el conversatorio varias organizaciones mencionaron de manera estruendosa su preocupación ante la sistemática discriminación y violencia en contra de las mujeres. Lo que me dejó atónita fue la respuesta de Insulza, la cual fue opuesta a la realidad de nuestros países. Él mencionó que en la actualidad la discriminación de género ya no es visible y que todas las sociedades de América Latina han aceptado el concepto de la equidad de género. Por supuesto que al finalizar su intervención las diferentes organizaciones le presentaron toda la evidencia que contradecía esta aseveración.
La verdad es que la realidad de nuestros países es muy diferente a la utopía que mencionó el Insulza. La violencia en contra de las mujeres en nuestra región tiende a ser invisible y oculta. Por eso oímos discursos irresponsables como el de Insulza. La violencia en contra del género femenino tiende a ocurrir en el mismo hogar y es por eso que se oculta dentro de las cuatro paredes de nuestras casas. ¿De qué seguridad hablamos cuando el 45% de todos los crímenes violentos en contra de la mujer ocurren en el lugar que debe ser el más seguro, el hogar?
No podemos hablar de una seguridad ciudadana integral cuando todavía se cometen atropellos en contra de las mujeres, como homicidios brutales, violaciones sexuales, explotación laboral y discriminación. Lo más preocupante es que dentro de nuestra sociedad existen personas que consideran que la Ley en contra del Femicidio es innecesaria, ya que este concepto no es real. Sin embargo, no podemos ignorar que estos crímenes son específicamente cometidos en contra del género femenino y tienen características diferentes a los crímenes por violencia común. Por lo tanto, la concepción de una ley que prevenga y proteja a las víctimas más vulnerables no debe ser cuestionada, sino apoyada en su aplicación.
Me parece que antes de poder hablar de prevención y protección debemos ser introspectivos y aceptar que vivimos en una sociedad machista, en donde el abuso verbal de las mujeres es una actividad cotidiana. Sin embargo, no solo vivimos en una sociedad machista, sino que también la alimentamos. A través de nuestras acciones seguimos permitiendo que nuestras madres, hermanas, hijas y esposas estén expuestas a una sociedad que las hace vulnerables y las rechaza por su condición biológica. Este ambiente enfermo que hemos creado no nos permite conocer la dimensión de los abusos, ya que más de la mitad no son reportados por las víctimas.
Según el artículo “Violencia sexista invisible” publicado por Plaza Pública, las mujeres no reportan los crímenes por dos factores: “falta de educación cívica para denunciar y el sistema de seguridad y justicia imperante está dominado por hombres que revictimizan a las agredidas”. Por ejemplo, cuando son cuestionadas durante las declaraciones son juzgadas y estigmatizadas por los mismos investigadores, por lo tanto las víctimas ya no siguen con la demanda. Cuando ocurre alguna violación sexual los kits no contienen las medicinas necesarias para proteger a la víctima de enfermedades como el sida y en muchas ocasiones la evidencia se pierde misteriosamente.
Es indignante que como sociedad prefiramos mantener el actual statu quo y sacrifiquemos la seguridad del género femenino. Me refiero a la oposición que han recibido propuestas concretas que disminuirían la cantidad de violaciones. Por ejemplo, la posición que ha recibido la actual creación de una oficina específicamente para la mujer. Esta oficina ofrece atención a mujeres abusadas, promueve programas de educación sexual en las instituciones educativas y ofrece métodos anticonceptivos que promueven una planificación familiar responsable. También se ha criticado injustamente la labor de algunas diputadas que han buscado promover leyes que agilizan el divorcio y protegen el patrimonio de la mujer.
Recientemente, varios grupos se han opuesto a la medida que tomó el Gobierno al retirar ante la ONU la reserva de la conferencia del Cairo ’94, medida que prohíbe que el lenguaje de la ONU sea interpretado pro aborto. Estos grupos asumen que con retirar esta reserva se proponga una política para legalizar el aborto. Sin embargo, esta acción permite que existan ciertas excepciones, como el aborto legal a causa de una violación. Esta propuesta va en la línea de crear programas y acciones a favor de la protección de la salud materno infantil. No se puede hablar de protección a la vida cuando les negamos alternativas a miles de madres adolescentes que son violadas y en vez ponemos sus vidas en peligro en las manos de clínicas de aborto clandestinas.
Las mujeres nos hemos ganado varios espacios al pulso. Sin embargo, siguen pendientes muchas tareas, especialmente aquellas que comienzan en la casa. Un hombre machista no nace machista, sino es educado para discriminar y en la mayoría de hogares las encargadas de la educación somos las mujeres. La aceptación y el respeto debe empezar dentro de nosotras mismas, ya que somos las responsable de romper el ciclo vicioso de la discriminación. La rehabilitación de la sociedad ocurrirá cuando todos aceptemos la igualdad y la libertad de todos sin excepciones. Me parece que es hora de que salgamos del oscurantismo hacia una nueva era de ilustración.
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