Llegó el tan mediatizado Black Friday.
En la radio los afanados locutores no se cansan de pronunciar con un espanglish furtivo “blacfridai” invitando con emoción a aprovechar los descuentos que varias empresas ofrecen en sus productos, explicando que pueden pagar a plazos, por cuotas sin interés al capital con tarjeta de crédito o débito. Incluso existen préstamos en los cuales el banco se encarga de descontar una cantidad mensual del sueldo con un interés razonable y realizar el abono respectivo.
Si eso fuera poco, me asombra que tiendas de todo tipo han decidido poner los precios bajos varios días. Entonces pasamos de “viernes negro” a “viernes negros” lo cual indica que se necesitan más días para que todo mediano y gran comerciante tenga la oportunidad de imponer la orden a cientos de consumidores resignados de gastar sus ahorros en esas fechas de forma masiva y descontrolada.
Debido a la siempre exitosa estrategia publicitaria y comercial, una vez más aceptaremos la ilusión de los precios bajos y nos alegraremos por tales descuentos que según nos dirán, es para ayudarnos y hacer nuestra vida más cómoda y fácil.
De acuerdo con mi poca experiencia en el comercio, es bueno recordar que nadie, ninguno de ellos, ya sea proveedores o intermediarios, está dispuesto a perder un solo centavo en una venta. Sería una contradicción total si una tienda ofreciera ofertas que signifiquen pérdidas. ¡Eso es imposible!
Dicho lo anterior y descartada la idea de que los empresarios quieren hacerle un favor al cliente, recordemos que el objetivo de “los viernes negros” es aprovechar tales días de consumo masificado para acumular facturas de venta y pagos por cobrar puntualmente.
Ahora bien. Estoy seguro de que si en tales fechas el televisor de plasma cuesta 30 dólares menos, todos aprovecharíamos para comprarlo. La pregunta es, ¿por qué no cuesta 30 dólares menos siempre? ¿Quién y por qué le suben 30 dólares a un producto? ¿Quién decide cuánto debe ganar una empresa por cada producto vendido? Además, los precios bajos son una estrategia que no siempre indica favorecer al cliente. Por cada dólar “rebajado” existen diez formas en las cuales la tienda ha recuperado su inversión sin que nos demos cuenta, y ante tal escenario todos se fijan en los deberes y no en los derechos del consumidor. Parece que el único derecho que tenemos los consumidores es comprar o callar. Y si existiera algún reclamo, los defensores del mercado están preparados para decirnos que si no estamos de acuerdo que simplemente no compremos. ¡Más descaro, imposible!
Al tener claro que una empresa nunca va a considerar pérdidas en sus ventas y que el objetivo de los descuentos y ofertas son una forma de motivar el consumo, supongo que si existen viernes negros, entonces puedo inventar un sábado rojo.
Sábado rojo para las familias que inician un largo y tortuoso peregrinaje cuesta arriba en la economía familiar que una vez más acumula saldos rojos, agregando una preocupación más al diario vivir.
Lo interesante e irónico es que todos salen del centro comercial cargando la deuda en una linda bolsa de marca, pero eso sí, con una gran sonrisa forzada en el rostro. ¡Por eso estamos como estamos!
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