El caso tiene más aristas que un poliedro, de tal manera, hay muchas expectativas en cuanto los resultados que puedan arrojar las investigaciones que están en ciernes. Ojalá se llegue a puerto seguro porque, de nuevo, como si todos los guatemaltecos y guatemaltecas lo mereciéramos, hemos quedado en ridículo internacional.
Otra de cal es la poca cobertura que han tenido hechos similares o peores que el anterior. Uno de ellos, la muerte en extrañas circunstancias del dirigente indígena Juan de León Tuyuc. En Sololá se decretaron tres días de duelo y la comunidad internacional ha visto con preocupación cómo, otra vez, la desgracia y la violencia se ha cebado contra la familia de Rosalina Tuyuc. Si dicha muerte fue provocada, mal calcularon los hechores al creer que no tendría trascendencia.
De León Tuyuc no era un excombatiente cualquiera, a la sazón, era un activista que propugnaba legalmente porque su pueblo tuviera un legítimo derecho a la tierra y un porvenir digno y saludable.
A ojos vista pareciera que el Ejército Secreto Anticomunista, la Mano Blanca, la Judicial y otras bestias similares de los años ochenta del siglo pasado están de vuelta —con todas sus artimañas— para aplastar las demandas sociales. Afortunadamente, también estamos en la mira de la opinión pública y la prensa internacional.
Y en relación a agresiones contra las autoridades, no hace más de quince días Miguel de León Ceto, Secretario del Consejo de Autoridades Ancestrales Mayas de la Región Ixil, fue atacado por mujeres presuntamente proclives al partido oficial cuando De León Ceto intentó evaluar la condición física de otra mujer que había sido agredida por las mismas personas. La prensa nada voceó al respecto ni las pendencieras fueron capturadas. ¿Será que, hasta para noticiar atentados contra una persona o tener acceso a la justicia se precisa tener apellidos que no correspondan a los grupos sociolingüísticos devenidos de la civilización maya?
En otro escenario, Mario Taracena, —el diputado aquel que le lanzó lapiceros hace dos años al presidente del Congreso— se echó otra de cal y no precisamente hidratada. Recientemente trató de chuchas apaleadas a diputadas del partido Libertad Democrática Renovada por “no haber defendido a la vicepresidenta, que es mujer”. Y adujo que a él, nadie le va a coartar su estilo ni su forma de hablar. Pregunto, ¿en qué se diferencia este insolente de las mujeres que agredieron a Baldetti Elías?
Los tablados anteriores son una muestra de la crisis que vivimos como Estado y como pueblo. La ética ha sido borrada en los estamentos políticos de nuestro país y ello nos ha llevado a una labilidad espantosa. Nos estamos acostumbrando a la violencia, a las faltas de respeto, a la inequidad y al diario vivir con angustia de existencia.
Las patologías descritas cada vez son mayores. Vivimos rastreramente e insisto, nos estamos acostumbrando a existir, y en muchos casos, a vegetar sin dignidad. En un estado de perpetua negación, a todo le encontramos manera de sacarle chiste y no nos percatamos que, entre risa y risa según nosotros para paliar la crisis, el horizonte de vida digna se nos agota.
Pero, “no todo está podrido en Dinamarca”. La de arena esta semana recién pasada fue la declaración de los integrantes de la comisión de postulación que elegirá a 40 candidatos a magistrados del Tribunal Supremo Electoral: Las audiencias serán públicas. Indudablemente, ello permitirá la transparencia. Alguna esperanza se vislumbra en ello.
Atrás de nuestra crisis social y económica hay una grieta antropológica que impide la primacía del ser humano sobre el placer, el poder y el tener y, en una vorágine, nos ha llevado a ser simplemente cosa.
Los desafíos los tenemos enfrente, en nuestras narices. Dejemos la indiferencia de lado y afrontémoslos, así tengamos que correr el riesgo que corrió Jesucristo al echar a los mercaderes del templo. Quizá con menos chistes y más sensatez podamos ver mejor.
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