O quizás es que, gracias a doña Patricia de Arzú, me di cuenta de que también yo, una tica “pobre pero antojada” —como canta Juanes—, puedo aspirar a la silla presidencial. Como quieran verlo, aquí les va la propuesta.
Lo primero que debemos hacer es transformar el yo por el nosotros. Como nos narra John Steinbeck en su obra Las uvas de la ira: “Porque la cualidad de poseer les ha metido para siempre el Yo, y separado totalmente del Nosotros”. El guatemalteco debe entender que la rique...
O quizás es que, gracias a doña Patricia de Arzú, me di cuenta de que también yo, una tica “pobre pero antojada” —como canta Juanes—, puedo aspirar a la silla presidencial. Como quieran verlo, aquí les va la propuesta.
Lo primero que debemos hacer es transformar el yo por el nosotros. Como nos narra John Steinbeck en su obra Las uvas de la ira: “Porque la cualidad de poseer les ha metido para siempre el Yo, y separado totalmente del Nosotros”. El guatemalteco debe entender que la riqueza es el medio y no el fin. El fin de toda acumulación debe ser la gente en su conjunto, el pueblo, el “nosotros”. Debemos dejar de pensar en el bienestar individual y comprometernos con el bienestar colectivo, el de todos. Abandonar la falsa idea de que si yo estoy bien no me importan los demás, y comprometernos con el ideal de sociedad incluyente donde todos ganan. Hagamos de mi país, nuestro país.
Segundo, abandonemos el corto plazo aunque sea por un breve espacio. ¿Se acuerdan de La fábula de los tres hermanos, de Silvio Rodríguez? Dice la canción que el mayor “se fue a descubrir y a fundar y para nunca equivocarse o errar iba despierto y bien atento a cuando iba a pisar”. Estamos tan ensimismados en la coyuntura que nos olvidamos de la estrategia. Hasta escribir una columna se complica, porque los temas cambian tan rápido que en una semana ya estás hablando del pasado. Los políticos son los especialistas cortoplacistas, porque no trabajan en la construcción de un municipio o un país, sino en su próxima reelección. Por esta vía, nos haremos viejos queriendo ir lejos con nuestra corta visión.
Finalmente, compatriotas, tengamos más y mejor sexo. Los índices de violencia de este país son preocupantes y estoy segura de que si aquí copularan más tendríamos gente más feliz y menos violenta. La columna de la semana pasada de Carlos Mendoza me abrió los ojos. Tenemos que imitar a los bonobos, que cuando tienen diferencias las concilian satisfaciéndose sexualmente de manera recíproca. Las hembras bonobo deciden con quien copular, convirtiendo a la manada en parientes en algún grado (aunque doña Sandra podría objetar esta afirmación), con lo cual todos se convierten en comunidad, en familia. A la parentela se le protege, no se le mata ni agrede. Cambiemos la violencia por amor, esa es la idea.
Hasta aquí mi oferta. Perdonen mi atrevimiento, pero como dice una amiga ecuatoriana: “Proponer no es ofender, ofender no es meter y si metiendo se ofende, se saca nomás”.
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